El diputado 'díscolo' de Ciudadanos propone construir nuevas centrales nucleares en España
Pablo Cambronero registra una iniciativa en el Congreso que tiene como objetivo reducir el precio de la energía y la dependencia respecto a otros países
La explosión del precio de la electricidad ha activado la maquinaria para buscar soluciones. Pablo Cambronero, diputado que abandonó Ciudadanos hace un año, ha registrado una Proposición No de Ley (PNL) que insta al Gobierno a construir nuevas centrales nucleares y mantener las plantas actuales para reducir el precio y la dependencia energética de España. La propuesta tiene pocas posibilidades de prosperar, aunque los expertos apuntan a que sería una idea «posible y necesaria». Los ecologistas la rechazan.
Cambronero consignó la propuesta, a la que ha tenido acceso THE OBJECTIVE, este miércoles en el Congreso como miembro del Grupo Mixto. El parlamentario sostiene que España «sigue perdiendo oportunidades». Intenta contrarrestarlo con esta proposición porque «el precio de la luz está desbocado» (el miércoles llegó a alcanzar los 700 euros por megavatio/hora). En su opinión, el Gobierno no cuenta con «la previsión oportuna» en cuanto a las centrales nucleares se refiere.
Cinco centrales nucleares en activo
«La situación de nuestras centrales nucleares es algo más que precaria por el sucesivo abandono de los ejecutivos en su mantenimiento, aumento y viabilidad», insiste Cambronero en la exposición de motivos. En España existen siete rectores que están ubicados en cinco emplazamientos: Almaraz, en Cáceres; Ascó y Vandellós, en Tarragona; Cofrentes, en Valencia; y Trillo, en Guadalajara. Todos pertenecen a compañías privadas y encaran sus últimos días productivos.
El calendario establece el primer cierre en noviembre de 2027. El proceso será gradual y concluirá en 2035, año en el que debe clausurarse la central de Trillo, lo que pondrá fin a la producción de energía nuclear en España. Este escenario puede cambiar si el Ejecutivo decide prorrogar la vida útil de las centrales. Podría ayudar que el Parlamento Europeo apruebe el reglamento de la taxonomía, que incluye la energía nuclear como verde, lo que favorecería las inversiones en estas instalaciones.
Otra posibilidad sería construir nuevas plantas, como propone Cambronero, aunque esta opción se demoraría una década. Además, sería necesaria una fuerte inversión económica y se generarían importantes residuos radiactivos. La energía nuclear produjo el año pasado el 20,8% de la electricidad en España, según Foro Nuclear, la patronal del sector.
La organización no se moja sobre la posibilidad de que el Gobierno cambie su política energética. Tampoco lo hace el Consejo de Seguridad Nacional (CSN). Una portavoz de este organismo sostiene que no es su competencia. Explica que no es fácil construir nuevas plantas nucleares porque además de inversión necesita «muchos meses de análisis». E insiste en que la decisión la debe tomar el Ejecutivo. Llegado el momento, el CSN emitiría un informe preceptivo vinculante.
Decisión política
Una fuente del sector indica a este periódico que hay plantas que solicitan informes técnicos con el objetivo de prorrogar su actividad. En España se establece en 40 años, periodo que superarían todas con el plan planificado. Es posible gracias a ampliaciones de licencia. Es el caso de Cofrentes, en Valencia. Pertenece a Iberdrola y debería cerrar en noviembre de 2021. «Para que eso cambie tiene que venir otro Gobierno», reconoce el experto.
En la UE, 14 de los 27 Estados miembros cuentan con centrales nucleares. Existen 106 reactores que producen anualmente un cuarto de la electricidad que se consume en el continente. Francia, con 56 reactores, es el país con más unidades nucleares, que generan el 70% de su electricidad. «Aumentar la vida útil y construir nuevas centrales nucleares no solo es posible, también es necesario en España», reconoce Alfredo García, supervisor nuclear y divulgador.
El autor de La energía nuclear salvará el mundo sostiene que los siete reactores nucleares que paralizó una moratoria a principios de los años ochenta nos hubiese ahorrado todo el gas que necesitó España el año pasado para producir electricidad. El socialista Felipe González canceló definitivamente en 1994 los planes de abrir las plantas de Lemóniz, Valdecaballeros, Trillo 2, Regadola y Sayago. Algunas llegaron a estar casi concluidas.
«El rival tecnológico de la energía nuclear es el gas, que viene principalmente de Argelia y es caro», reconoce García. Este experto sostiene que apostar por la nuclear no es contradictorio a apostar por las renovables. Es más, ambas fuentes se retroalimentan porque España tiene dependencia climática: «No siempre tenemos viento, sol y agua». Por eso apuesta por mantener la energía nuclear, algo en lo que coincide la Comisión Europea, que la ve como una energía de transición.
Los residuos radiactivos
García explica que Alemania, que en diciembre cerró tres de sus seis centrales nucleares, se está replanteando recuperarlas ante el problema de abastecimiento de gas tras la invasión de Ucrania. El supervisor nuclear sostiene que este tipo de energía mitiga el calentamiento global y es el sustituto ideal del gas. «Los residuos radiactivos pueden suponer un problema para muchas personas, pero existen soluciones tecnológicas de consenso para gestionarlos con seguridad y responsabilidad», reconoce.
«El precio de la electricidad no está relacionado con la energía que se genera, sino con el mercado», admite Cristina Rois, de Ecologistas en Acción. En su opinión, proponer la construcción de nuevas centrales nucleares no tiene sentido porque «ni consigue reducir el precio de la electricidad ni compensa a la industria». Lo que esta pretende, dice, es que no se cierren las plantas en funcionamiento.
Rois afirma que en estos momentos hay 415 reactores activos en el mundo. Un tercio se encuentran en Asia. Solo 89 han superado los 40 años de funcionamiento y seis el medio siglo. En EEUU tienen licencia para operar 60 años. La ecologista sostiene que construir una planta nueva se demora más de una década y que, al problema de los residuos radiactivos, se suma el de los sobrecostes. Es lo que sucede en las instalaciones de Olkiluoto, Finlandia, y de Flamanville, en Francia.