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Economía

No os preocupéis, alemanes: os rescataremos

La imprevisión de Shroeder y Merkel ha llevado el gigante teutón al borde del colapso energético

No os preocupéis, alemanes: os rescataremos

Obras de construcción del Nord Stream 2 en Alemania. | Olga Tanasiychuk (Zuma Press)

Los alemanes llevan años dándonos la paliza a los mediterráneos por nuestra vida disipada, diciéndonos: «No sigáis así, que os la vais a pegar». Y es verdad: nos la hemos pegado, y no pocas veces. Pero, primero, que nos quiten lo bailado y, segundo, ¿qué os está pasando a vosotros con el gas, listos? Porque anda que no se os advirtió. «Sucesivos Congresos y Gobiernos estadounidenses se han opuesto al proyecto Nord Stream 2, preocupados por la dependencia europea de la energía rusa», se lee en un documento del Servicio de Investigación del Congreso. Tanto Barack Obama como Donald Trump ofrecieron aumentar sus envíos de metaneros a cambio de cancelar el gasoducto, pero Angela Merkel les dijo no, gracias, ya veréis como los rusos son buena gente. 

Y no era solo la canciller. El 55% de los alemanes respaldaban la construcción del Nord Stream 2. Ahora, como Putin les cierre el grifo, pueden encontrarse con una crisis que ríete tú de la griega.

En España somos muy aficionados al menosprecio de lo propio y la alabanza de lo ajeno y mirábamos envidiosos el modelo productivo teutón como si fuera un acorazado insumergible, y hay que reconocer que es admirable en numerosos aspectos: la disciplina, la eficacia, la equidad. Pero de insumergible, nada. Y no me refiero ya al talón de Aquiles energético. El poderío germano está alimentado por un enclenque corazón financiero. Es típico de los grandes exportadores industriales. Para impulsar su sector manufacturero, dictan a sus entidades a quién deben prestarle dinero y a quién no, y a qué precio. Todo el sistema está intervenido, no hay competencia, el día a día es fácil y a los banqueros se les atrofia el olfato para el riesgo.

Por eso fueron fácil presa de los astutos financieros estadounidenses, como explica Michael Lewis en su memorable reportaje «It’s the Economy, Dummkopf!» (más o menos, «¡Es la economía, cabeza cuadrada!»). En Wall Street diseñaban derivados «diabólicamente complicados y luego enviaban a sus comerciales a rastrear el planeta en busca de algún idiota que aceptara ser la contraparte. Y durante el boom crediticio [previo a 2008] una desmedida parte de esos idiotas procedía de Alemania». Es más, cuando en Nueva York se pasaban tanto con los productos estructurados que creían que «nadie compraría esa mierda», no faltaba una voz que sugiriera: «Bueno, espera. Seguro que se la podemos colocar a alguna caja alemana».

El relato oficial atribuye la Gran Recesión a la orgía de gasto que organizamos los mediterráneos nada más entrar en el euro, y ahí han quedado indudablemente para la posteridad todos esos aeropuertos sin vuelos, esas radiales sin tráfico, esos AVE sin pasajeros. Pero, ¿quién financió la orgía? ¿Y a quién rescató el rescate? «Seamos claros», denunciaba el Nobel de Economía Joseph Stiglitz en 2015. «Una mínima proporción de la enorme suma prestada a Grecia ha acabado realmente allí. La mayoría ha servido para pagar a los acreedores del sector privado, incluidos los bancos alemanes y franceses».

¿Quién quiere un Silicon Valley?

Todos los modelos de crecimiento tienen sus fortalezas y debilidades, sus ventajas e inconvenientes. Vemos la capitalización bursátil de Apple y Amazon y decimos: «Yo también quiero eso». Pero si Steve Jobs o Jeff Bezos hubieran intentado emprender en España, les habrían mandado un inspector de trabajo que les hubiera echado rápidamente el cierre al garaje por incumplir la normativa vigente en materia de seguridad e higiene.

No se puede tener lo mejor de todos los mundos. Si quieres un Silicon Valley, debes aceptar una regulación muy flexible y un entorno de competencia feroz, en el que los perdedores no acuden a las autoridades a llorar en cuanto surge un rival más eficiente y en el que los ganadores se deben reinventar cada mañana, porque nada te garantiza que el éxito de hoy pueda seguir explotándose la semana que viene. Una nación de servicios turísticos no es tan estresante, pero es menos productiva y, por tanto, siempre remunerará peor.

Finalmente, si tienes vocación de gigante industrial, debes mirar muy bien quién es tu proveedor de energía. Los alemanes decidieron fiarse de Putin, pese a que no traía las mejores referencias, y en esta hora descubren que no es tan buen vecino. No digo que no le pueda pasar a cualquiera ni que no se les avisara, pero, en fin, que sepan que los mediterráneos no somos rencorosos y estamos dispuestos a apoyar en Bruselas su rescate.

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