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Josep Borrell: momento de gloria

«Habría sido en el momento presente un buen primer ministro, más preparado y con ideas que el actual. Pero no siempre le ha acompañado la suerte»

Josep Borrell: momento de gloria

Josep Borell. | Sarah Meyssonnier (Reuters)

Ha renacido de las cenizas tras el estallido de la invasión rusa a Ucrania. Los acontecimientos y la respuesta de los europeos le han dado la razón a Josep Borrell (Puebla de Segur, 1947). El veterano político catalán desempeña desde hace dos años y medio el cargo de Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. En menos de una semana los europeos han tenido que ponerse las pilas y aplicar lo que Borrell advirtió al llegar a Bruselas: la necesidad de aprender el lenguaje de poder. La guerra ha exigido poner en práctica medidas jamás vistas antes en el ámbito europeo y en muy poco tiempo. Ha nacido, como Borrell afirma, la Europa geopolítica.

Borrell tiene un currículo brillante, seguramente uno de los más brillantes que se dan en la política española. v. Es como esos futbolistas que llegan rápidamente al área enemiga, pero que cuando van a rematar tropiezan y pierden el balón. O se lo quitan los defensas de un modo no del todo legal. Un ejemplo de ello fue cuando contra todo pronóstico venció en 1998 en unas primarias del PSOE al gran favorito, Joaquín Almunia, para candidato a la jefatura del Gobierno. Ganó pese a que tuvo en contra a todo el aparato del partido, entonces en la oposición. Sin embargo, en apenas un año se vio forzado a dimitir por falta de apoyo de los dirigentes socialistas, empezando por Felipe González, y por un escándalo de fraude fiscal de un ex colaborador suyo y en el que de algún modo se vio también salpicada su primera mujer, Carolina Mayeur, una socióloga francesa de origen judío, con la que tiene dos hijos, uno de ellos diplomático, a quien conoció en un kibutz durante un viaje a Israel. Mayeur, que reside en Palestina, ha tenido cargos en la Administración española en el ámbito de la migración y cooperación internacional. Se separaron a principios de los noventa. Borrell se emparejó luego con Cristina Narbona, actual presidenta del PSOE, con la que contrajo matrimonio hace tres años. 

«Nadie puede mirar de lado cuando un potente agresor agrede sin justificación a un vecino débil, nadie puede invocar la resolución pacífica de conflictos, ni poner en igualdad al agredido y al agresor», manifestó en un gran y vibrante discurso ante el pleno del Parlamento Europeo, del que fue presidente durante dos años y medio en 2004, apenas una semana después del ataque de Putin a Ucrania. En menos de siete días los Veintisiete lanzaron una batería de sanciones contra Moscú, incluida la congelación de activos en Europa del Banco Central ruso, y lo que es más importante: la creación de un fondo de venta de armamento por un importe de 450 millones de euros, que ahora en la Cumbre de Versalles del jueves y viernes los líderes han decidido incrementarlo a mil millones. En esa operación intervino activamente el Alto Representante y eso es de justicia reconocérselo. No haber enviado armas a Ucrania habría sido una inmensa hipocresía, ha dicho.

Días antes de la crisis ucraniana el jefe de la diplomacia comunitaria había sacado a la luz su Plan Estratégico en el que se perfilan las líneas maestras de lo que debe ser Europa en este siglo: reafirmar el liderazgo de la UE, hablar con una sola voz, lo que en muchas ocasiones no es sencillo, desarrollar el músculo militar y crear su propia política energética. La guerra de Putin ha puesto en evidencia la gran dependencia de Europa, especialmente Alemania, del gas y petróleo rusos.

Josep Borrell, ingeniero aeronáutico, doctor en Economía y másteres en Stanford (California) y el Instituto Francés del Petróleo, barajaba no hace mucho abandonar su cargo en Bruselas y retirarse de la actividad política por discrepancias con la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula Von der Layen, y el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel. Estos a su vez protagonizan una lucha de egos en la que a veces también se ve implicado el político español. Un grupo largo de eurodiputados había pedido su dimisión después de un infortunado viaje suyo, en enero de 2021, a Moscú para entrevistarse con el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y denunciar el presunto envenenamiento y detención de Alexéi Navalni, el conocido opositor al régimen de Putin. Lavrov humilló en público a Borrell y le dijo que pocas lecciones de libertad podía darle cuando en Cataluña habían sido detenidos y condenados una docena de independentistas. Borrell siempre ha sostenido que ese viaje suyo fue útil para confirmar la maldad de las autoridades rusas.

En Cataluña es considerado por los separatistas como su bestia negra. El portavoz de Esquerra en el Congreso, Gabriel Rufián, protagonizó un sonoro incidente cuando Borrell era ministro de Asuntos Exteriores en el primer Gobierno de Pedro Sánchez: «Usted es el ministro más indigno de la historia de la democracia española. Usted no es un ministro, usted es un hooligan, un militante de Sociedad Civil Catalana, una vergüenza para su grupo, porque es una organización de extrema derecha». Borrell participó después de los sucesos de 2017 en una concentración antiseparatista en Barcelona en donde afirmó que es incierto sostener que Cataluña sea una colonia de España. En 2015 escribió un polémico libro, Las cuentas y los cuentos de la independencia, que desmonta la teoría de los nacionalistas de que «España nos roba».

Borrell, que en su larga trayectoria política fue secretario de Estado de Hacienda con Felipe González y ministro de Transportes con José Luis Rodríguez Zapatero, se fue a regañadientes a Bruselas. Hubiese preferido ser comisario de Economía y no Alto Representante de Política Exterior pues eso le obligaba a viajar mucho a su edad y le hacía recordar con horror las horas interminables que pasó dando la vuelta al mundo el primer jefe que tuvo la diplomacia europea, Javier Solana. Aspiraba a quedarse en Madrid como ministro, por ejemplo, de Administración Territorial para abordar el conflicto catalán. Sin embargo, eso no fue posible. Los independentistas y Podemos exigieron a Sánchez que no siguiera en el Ejecutivo y lo enviara bien lejos si quería contar con su apoyo. El primer ministro y su entonces asesor y hoy titular de Exteriores, José Manuel Albares, discrepaban además con la política más frentista de Borrell con Venezuela y se lo quitaron políticamente de encima destinándolo a Bruselas.

No es una persona fácil Josep Borrell. No hace amigos en un instante. Al contrario, se crea no pocos enemigos. También en la Comisión y en el Europarlamento, donde algunos lo tildan de prepotente. Le pierde su carácter soberbio y distante con su interlocutor y con un punto de irascibilidad que a veces le cuesta algún disgusto. Así fue lo que le sucedió con un veterano periodista británico, que le hizo una entrevista en el Palacio de Santa Cruz para el canal de televisión pública alemana. Borrell interrumpió la entrevista (aunque luego la reanudó) muy indignado por las preguntas del periodista sobre el conflicto catalán.

«Cuando hace unos meses presenté mi Plan Estratégico para la Defensa de Europa dije: Europa está en peligro. Desgraciadamente, hemos tenido ocasión de comprobarlo demasiado pronto. Ahora hay que readaptarse y mirar el mundo como es, Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar», manifestó en una entrevista a El Mundo hace una semana.

Y no le falta razón al Alto Representante de la UE. La guerra de Putin en Ucrania lo ha demostrado.

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