THE OBJECTIVE
El buzón secreto

El espía-escritor que enseñó conducción evasiva al rey Felipe VI

La historia secreta de Fernando San Agustín, autor de ‘Os matarán en nombre de Dios’

El espía-escritor que enseñó conducción evasiva al rey Felipe VI

Detrás de un escritor de temas de espionaje a veces hay un espía. No es mi caso, pero sí el de Fernando San Agustín. Déjenme que les cuente su historia, esa que no aparece en la biografía de su primer libro.

El príncipe Felipe era muy joven cuando, acompañado por su primo Pablo de Grecia, llevaron a cabo lo que parecía un pasatiempo apasionante y muy juvenil. En realidad no era un entretenimiento, aunque ellos se lo tomaran así, sino un pequeño curso que podía salvarles la vida y del que la Casa Real no informaría a nadie. Se desplazaron a Cam Padró, ubicado en Cataluña, una escuela de formación especializada en el mundo de la seguridad, convertida en referente en Europa desde poco tiempo después de su creación. El principal motivo era que su creador, Fernando San Agustín, había sido hasta poco antes un prestigioso y reconocido agente de campo del servicio secreto, llamado el CESID a principios de los años 80.

Los profesores contratados por este experto espía impartían clases de diversas materias para expertos en seguridad, como detectives o escoltas, pero también para las personalidades que habitualmente llevaban protección. El entonces rey Juan Carlos conoció lo que allí enseñaban y decidió enviar al príncipe Felipe para que aprendiera conducción evasiva, es decir, para que adquiriera las capacidades necesarias para saber cómo debía actuar ante una situación comprometida en la que fuera atacado por un grupo mafioso, paramilitar o similar.

Ahora, más de 30 años después, San Agustín ha publicado un libro llamado Os matarán en nombre de Dios, que habla del poder y la violencia, del engaño y la corrupción. Es su visión de lo que pudo pasar la iglesia Católica para transmitir de generación en generación las palabras de Jesús. Una historia desarrollada en un ambiente de misterio y espionaje que tan bien conoce. Por allí desfilan, junto a potentes personajes relacionados con la religión, un coronel español que siempre ha trabajado en la clandestinidad –con una personalidad cercana a la del autor-, un exagente del Mossad israelí y espías del servicio de inteligencia del Vaticano.

Siempre en destinos complicados

La lectura del apasionante libro no permite conocer quién es el autor y, sobre todo, qué ha hecho en su larga vida. De carrera militar, apasionado de las unidades especiales, fue agente del Servicio Central de Documentación y del CESID en los años 70 y principios de los 80, siempre en destinos complicados que le llevaron a trabajar de limpiador de cristales en el sur de Francia o a adoptar hasta tres personalidades al mismo tiempo mientras investigaba sobre el terreno problemas que afectaban a la seguridad del Estado. 

Lucha contra ETA

Luchó contra el terrorismo de ETA, una grave lacra ya a principios de los 80. Se desconoce la razón por la que abandonó el espionaje pero, en cualquier caso, comenzó en la vida civil una brillante carrera que le llevó a crear Camp Padró, pero también a convertirse en asesor de seguridad de importantes empresas y gobiernos, como el de Benin –república situada en África Occidental, entre el Sahel y el Golfo de Guinea- o el de la ex república soviética de Georgia.

Traspasó fronteras

Su prestigio traspasó fronteras y le metieron en misiones especialmente delicadas, como hacer de intermediario en secuestros. Estaba trabajando en México cuando tuvo que involucrarse en un primer caso y a partir de ahí recurrieron a él con mucha frecuencia.

El caso de Publio Cordón

Un día de junio de 1995, el empresario aragonés Publio Cordón fue secuestrado al salir de su casa por un comando de los Grapo. Su mujer, la valiente Pilar Muro, pagó el rescate para conseguir su liberación. Sin embargo, nunca volvió a saber nada de él. Los terroristas aseguraron durante un tiempo que le habían liberado, dejando entrever que no había querido volver a casa, información secundada y amplificada por algunos periodistas bien relacionados con la banda. La Policía investigaba pero no conseguía datos valiosos.

Un día Pilar Muro se puso en contacto con Fernando San Agustín. Necesitaba a alguien ajeno a las Fuerzas de Seguridad para que intentara conseguir información sobre lo que le había pasado a Publio. El antiguo espía fue un rayo de luz. Consiguió que el Cesid abriera una negociación con los jefes de los Grapo para intentar convencerles de la disolución del grupo a cambio de algunas concesiones, básicamente penitenciarias. Cuando todo estaba encauzado, los negociadores del servicio secreto les plantearon como condición previa que contaran lo que había pasado con Publio Cordón. Se negaron y el proceso negociador se acabó. Gracias a San Agustín, estuvo muy cerca la disolución de los Grapo y el descubrimiento de lo que le había pasado al empresario.

Posteriormente, uno de los grandes espías de este país siguió garantizando la seguridad de grandes multinacionales, impartió clases en la universidad y se convirtió en conferenciante. De su vida de James Bond apenas habla, pero cuando lo hace no se corta un pelo: «No tengo ningún respeto por los servicios de inteligencia».

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