Isla Perejil: Mohamed VI hizo el ridículo y Estados Unidos apoyó a España
Hace 20 años, la operación de inteligencia marroquí fue un fracaso por no contar con el apoyo de la CIA
La primera maniobra fue ejecutada con la perfección y el secreto requeridos. El 11 de julio de 2002, hace ahora 20 años, un pequeño grupo de la Gendarmería Real de Marruecos desembarcó en la desierta isla de Perejil y la ocupó oficialmente en nombre de Marruecos y de su rey. El simbolismo jugó un papel trascendental en esta maniobra. La isla, perteneciente a España, estaba abandonada. Pero era territorio español y Mohamed VI lo sabía perfectamente. Había llegado al trono tres años antes y para ganarse a su pueblo no le echó mucha imaginación, hizo lo que se hace siempre, lo que aparece en el libro de estilo: arremeter contra un enemigo exterior que una al propio pueblo en una causa común.
Mohamed había sido agresivo, tocando todo lo que podía las partes sensibles españolas, lo de siempre: reclamación de los territorios fuera de la península y la absorción del Sahara. José María Aznar tampoco se anduvo con chiquitas, le dejó pasar pocas y en octubre de 2001 retiró al embajador en Rabat.
La situación diplomática en aquel momento había llevado al presidente Aznar a establecer una alianza de fuego con su colega estadounidense George Bush. El terrorismo yihadista había cobrado protagonismo y Al Qaeda había atacado Estados Unidos como hacía años que nadie se atrevía. Aznar se puso incondicionalmente del lado de Bush, lo que se terminaría traduciendo en los años siguientes en uno de los mayores apoyos europeos a Estados Unidos en sus guerras en Oriente Medio.
Marruecos, otro de los aliados tradicionales de los estadounidenses, se había quedado detrás de España y algunas manifestaciones antiamericanas por la persecución de los yihadistas tensaban las relaciones bilaterales.
Harto de sentirse ninguneado por el Gobierno español, Mohamed encargó a Ahmed Harchi, jefe de la Dirección General de Estudios y Documentación, la DGED, que buscara alguna acción para revertir la situación con España, algo que les obligara a negociar. Se le ocurrió un golpe de efecto que pondría a Aznar entre la espada y la pared: una invasión no de Ceuta y Melilla, que acarrearía una enorme pérdida de vidas humanas, sino algo más pausado y tranquilo, pero muy simbólico: la ocupación de la isla de Perejil.
La operación de inteligencia marroquí falla porque no calculan adecuadamente el papel de los respaldos internacionales. No han hablado previamente con la CIA y con la mayor parte de los servicios secretos europeos. Eso lleva a que la reacción del Viejo Continente es de respaldo total hacia España, con países como Francia escondiéndose detrás de la muralla más cercana. Y el papel de Estados Unidos es el de apoyar a España, aunque en el último momento Bush le pide a Aznar que evite humillar a Marruecos.
Aznar cede y acepta volver al estatus que tenía la isla de Perejil antes de la pequeña invasión, es decir, sin presencia militar y sin bandera española. No pone empeño en este punto porque sabe que Mohamed se ha humillado él solo.
El rey marroquí sale derrotado, pero aprende la lección. Para ganar a España en próximas batallas deberá contar con el respaldo abierto de Estados Unidos y con un papel menos crítico de los países importantes de la Unión Europea.
Su venganza se materializó hace un año, cuando volvió a presionar intensamente a España para que reconociera el Sáhara como una parte de Marruecos. Previamente había llegado a un acuerdo con Estados Unidos para que les apoyaran en ese tema a cambio de establecer relaciones diplomáticas con Israel. Después extendieron la campaña a países como Alemania y Francia.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, terminó cediendo de una forma incomprensible, pues no ha ofrecido una explicación con sentido a ese cambio radical en la postura histórica española, mantenida por todos los partidos políticos. En cualquier caso, Marruecos esta vez le devolvió a España la derrota humillante de la isla de Perejil.