Albares envía a un exministro de Rajoy a Hungría y prorroga a tres embajadores clave
El jefe de la diplomacia manda a Alfonso Dastis a Budapest y mantendrá hasta el final de la legislatura a los jefes de misión en Washington, Berlín y Lisboa
José Manuel Albares ha decidido colocar a Alfonso Dastis, uno de sus predecesores en el Ministerio de Asuntos Exteriores, al frente de la embajada en Hungría, según desvelan fuentes diplomáticas a THE OBJECTIVE. Además, va a mantener hasta el final de la legislatura a los jefes de legación destinados en tres de las capitales más sensibles para la diplomacia española: Santiago Cabanas (Washington), Ricardo Martínez (Berlín) y Marta Betanzos (Lisboa).
Dastis fue el último jefe de la diplomacia con Mariano Rajoy. Tras el éxito de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa, el Gobierno socialista envió a este diplomático a Roma para dirigir la embajada bilateral con Italia. En unos días cumplirá cuatro años en la Ciudad Eterna y su destino en la Hungría de Viktor Orban será posiblemente el último en el extranjero, ya que alcanzará la edad de jubilación dentro de tres años. Su puesto en la capital italiana lo ocupará Miguel Ángel Fernández-Palacios, según adelantó la web especializada The Diplomat in Spain.
En Exteriores se ha especulado en las últimas semanas con un posible desembarco de Dastis en Lisboa, pero Betanzos pidió a Albares mantenerse en la capital lusa hasta la conclusión de la Presidencia española de la UE del segundo semestre de 2023. Una solicitud que ha sido atendida, según las citadas fuentes, al igual que en el caso de Martínez en Berlín.
Polémica por el destino de Dastis
Algunos diplomáticos consultados por este diario creen que el destino que Albares le ha ofrecido a Dastis en Hungría está «por debajo del umbral de dignidad» que debe tener un exministro de Exteriores, si bien otros opinan que con un Gobierno de distinto signo político -como es el actual de Pedro Sánchez- a poco más puede aspirar este exministro del PP dentro de los huecos libres que hay en Europa y, sobre todo, tras haber sido embajador en Países Bajos, ante la UE y desde 2018, en Italia.
Albares ya inicio hace unos meses el relevo de los altos cargos de la Moncloa y del equipo de Dastis que fueron enviados de embajadores al extranjero tras la moción de censura a mediados de 2018. El primero en regresar a España fue el exsecretario de Estado para la UE, Jorge Toledo, quien estuvo más de tres años de embajador en Japón. Tras él, Jorge Moragas cambió de embajada al pasar de Filipinas a la de Tanzania.
En cuanto a los tres embajadores a los que se acabar de prorrogar su trabajo en sus respectivas capitales, el más destacado en el caso de Cabanas en Washington. Albares ha preferido no arriesgar con un relevo a un año de que concluya la legislatura, así que el embajador terminará su carrera de diplomático en la capital estadounidense ya que se jubilará en marzo de 2024.
En los últimos meses había sonado con fuerza la posibilidad de que Ángeles Moreno Bau, la actual secretaría de Estado de Asuntos Exteriores, fuese enviada a Washington antes de entrar en el último año de la legislatura y, de esta forma, rompiese uno de los últimos techos de cristal que quedan en el ministerio.
En Exteriores está pendiente que una diplomática se ponga al frente de una de las grandes embajadas dentro de la diplomacia española. ¿Cuál de ellas? París y Londres ya tienen dueño desde hace meses, mientras que en Rabat también continuará Ricardo Díaz-Hochleitner hasta su jubilación, así que el principal destino de campanillas que quedaba vacante, y en el que nunca ha estado una mujer, era Washington. Al igual que el ciclo olímpico, existe la ley no escrita de cambiar a los embajadores cada cuatro años. Y Cabanas los cumple este mes de septiembre, pero Albares quiere que siga representando a España hasta casi la conclusión de la Administración Biden.
El caso de Díaz-Hochleitner en Rabat es aún más paradigmático. Albares decidió en mayo prorrogar el mandato del diplomático al frente de la embajada española en Marruecos con el fin de afianzar la nueva etapa en las relaciones bilaterales tras el final de la crisis por el ‘caso Ghali’.
Díez-Hochleitner fue nombrado para este puesto en mayo de 2015 por el Ejecutivo de Mariano Rajoy, así que acaba de cumplir siete años en ese delicado puesto. Normalmente, los diplomáticos están una media de cuatro años al frente de una embajada, así que en el departamento de Albares se daba como posible su relevo en el segundo semestre de este 2020. Pero finalmente no fue así y la posterior crisis entre ambos países desaconsejó por completo su salida de Rabat a instancias del ministro.
El embajador se encuentra en la recta final de su trabajo diplomático. El 30 de junio del próximo año cumplirá 70 años, la edad a la que se jubilan los diplomáticos y que conlleva su cese automático en el Boletín Oficial del Estado (BOE) salvo escasísimas excepciones. La última de ellas se produjo con Carlos Bastarreche al frente de la embajada en el Reino Unido. El Gobierno mantuvo en Londres al embajador dos meses adicionales hasta que pasó el Brexit.
Desde la Oficina de Información Diplomática (OID) siempre se ha subrayado que los nombramientos de embajadores son una «facultad discrecional» del Ejecutivo, vía decisión del Consejo de Ministros, y sobre los que «no existe a priori plazo de permanencia más allá de lo que decida el Gobierno». Así que Albares tiene las manos libres.
La primera prórroga ordenada por Sánchez
Arancha González Laya fue la primera en prorrogar el mandato de Díez-Hochleitner a mediados de 2020 en un momento de fuerte presión migratoria desde las costas marroquíes. Además, el contencioso del Sáhara había entrado en un nuevo escenario, tras la denuncia por parte del Frente Polisario del fin del alto el fuego con Marruecos a raíz de un incidente en el paso fronterizo de Guerguerat.
Sánchez buscó en aquel momento un complejo equilibrio diplomático con Marruecos, en un momento en el que se había topado con la reivindicación de su socio de coalición, Pablo Iglesias. El entonces líder de Podemos reclamó un referéndum de autodeterminación para la excolonia española que incomodó a Rabat.