La historia 'entre rejas' del padre Javier: tráfico de drogas, adicciones y capellán en Albacete
El detenido daba misa a los presos de la cárcel albaceteña todos los sábados y era el encargado de gestionar las viviendas de acogida cuando salían de permiso
«Me llevo un recuerdo muy especial de los presos, el cariño de tanta gente con la que me he cruzado…». Fueron las palabras con las que, en 2011, el sacerdote Francisco Javier L.L. se despidió de su trabajo en la capital manchega después de haber estado siete años «haciendo presente el reino de dios a través de obras, acciones y proyectos» en el centro penitenciario de Albacete, conocido como ‘La Torrecica’. El párroco, de origen canario, decía adiós, en una entrevista con el diario de su Diócesis, a los presos a los que durante tantos sábados había instruido en misas y charlas, para continuar su labor religiosa en el norte del país.
Elogiado entonces por compañeros y reclusos, quienes le consideraban incluso «como a un padre que nunca habían tenido», pocos imaginarían que el regreso del padre Javier este verano a la cárcel albaceteña para continuar con su trabajo, 11 años después, sería tan distinto. Apenas llevaba tres meses en su nuevo destino, tras ser designado de nuevo como capellán de la prisión por el obispo Ángel Fernández el pasado julio, cuando el clérigo fue detenido in fraganti por la Guardia Civil.
Según adelantaron distintos medios locales el viernes pasado, Francisco Javier L. L. fue arrestado en su domicilio acusado de un delito contra la salud pública por tráfico de drogas. En su declaración ante el juez, horas después, el religioso se mostró dispuesto a colaborar en la investigación, que todavía continua abierta; y confesó su adicción por las sustancias estupefacientes. Una práctica a la que está enganchado desde hacía varios años, según ha podido saber este periódico. Tras ponerlo en libertad con cargos, el juzgado dictó que el sacerdote debía acudir a un centro de desintoxicación.
«Lo vimos engrilletado»
Tras la detención del padre Javier, también director del Secretariado de Pastoral Penitenciaria, la noticia no tardó en llegar a la prisión de Albacete, donde algunos, sin embargo, ya sospechaban lo que había podido ocurrir. Dos semanas atrás, varios reclusos acudieron a los juzgados a declarar y fueron, para su sorpresa, testigos en primera persona de cómo agentes de la Guardia Civil llevaban «engrilletado al párroco» en los pasillos de la sede judicial, aseguran fuentes penitenciarias a este periódico.
En el centro penitenciario, según las fuentes consultadas, no tenían constancia de que se estuviese investigando al sacerdote por tráfico de drogas; ni tampoco había sospecha alguna sobre este punto entre reclusos o trabajadores penitenciarios. Los funcionarios de prisiones, en realidad, no conocían demasiado al padre Francisco Javier. Aunque quienes estuvieron hace una década trabajando en el centro con él, sí advirtieron cierto empeoramiento en su aspecto, así como en el estado de su salud. «No parecía el mismo, estaba muy demacrado», señalan.
¿Traficaba en prisión?
La Guardia Civil no ha matizado en qué lugares desarrollaba presuntamente el sacerdote su actividad criminal. Si supuestamente traficaba con drogas en la calle o si se valía de su posición en la prisión para facilitar sustancias a los reclusos del centro penitenciario. Desde dentro de la cárcel insisten en que nunca vieron nada extraño y señalan que el párroco solo acudía los sábados a dar misa a los presos. «Nos extraña que hubiera traficado dentro, aunque no puede descartarse nada», apuntan.
Lo que sí es cierto, prosiguen estas fuentes, es que como el resto de religiosos en las prisiones españolas, él es el encargado de gestionar las viviendas de acogida para reclusos de permisos. Es decir, de aquellos que tienen autorizaciones puntuales para dormir fuera de la prisión, si están en régimen de segundo o tercer grado, pero no disponen de vivienda. «Él los recoge y se hace cargo de ellos durante esos días. Ahí es donde, tal vez, puede tener algo más de contacto con los presos», explican a este diario.
Por su parte, la diócesis de Albacete ha cesado de todos sus cargos al sacerdote investigado y un superior de su congregación se ha hecho cargo de su traslado para ingresar en un centro especializado en adicciones. En un comunicado, tanto el obispo como la congregación de la misión a la que pertenece el presunto traficante han manifestado «sentirse cercanos al dolor que este hecho ha provocado en tantas personas». También resaltan que ha de «respetarse la presunción de inocencia» y que el párroco se ha mostrado dispuesto a colaborar en la investigación.