Dos espías españoles, entre los mejores de la historia
La exposición ‘Top secret, cine y espionaje’ es una inmersión apasionante en el mundo de las sombras
La Fundación La Caixa, en colaboración con Cinémathèque française, ha montado una exposición que se puede ver hasta el 22 de octubre en el CaixaForum Madrid –después viajará a Barcelona, Zaragoza, Sevilla y Valencia-, que relaciona el mundo del espionaje con el del cine y explora la vinculación entre la ficción y la no ficción. Para mí ha sido un honor y un placer que previamente la Fundación La Caixa me pidiera asesoramiento sobre el espionaje en España durante el último siglo. Además, he tenido la suerte de ser el único español que escribe un texto en el catálogo oficial de la exposición Top secret. Cine y espionaje.
Pujol, un espía español al servicio del MI5 inglés
Seleccionar a los más grandes agentes españoles del último siglo fue una tarea menos complicada de lo que podría parecer, aunque sus carreras estuvieran alejadas en el tiempo y sus personalidades fueran más cercanas de lo que parecen. El primero de ellos es Juan Pujol, alias Garbo, un espía nacido en Cataluña, que durante la Segunda Guerra Mundial puso todo su empeñó en convertirse en un agente doble muy especial. Quería trabajar para los ingleses y los alemanes, siendo fiel a los primeros y traidor a los segundos. La ideología nazi era una peste y consideraba imprescindible hacer lo que estuviera en su mano para derrotarla.
Pujol carecía de preparación como espía, era un tío vivo capaz de engañar a cualquiera. Convenció al delegado del servicio secreto alemán, quien le pagó el viaje a Londres y le puso un sueldo a pesar de que el espía ni siquiera sabía hablar inglés. Garbó empezó a engañar a los nazis sin haber conseguido todavía que los ingleses del MI5 aceptaran su oferta de trabajar para ellos. De hecho, solo le aceptaron cuando descubrieron, gracias a la interceptación de los mensajes alemanes, que les estaba enviando información que ellos sabían falsa y los nazis se la estaban creyendo.
Garbo, un farsante capaz de representar cualquier papel con credibilidad y brillantez, el hombre que permitió a los aliados ganar la guerra gracias a que engañó a Hitler sobre el lugar del desembarco aliado en Europa, solo podía compartir la medalla de oro con Mikel Lejarza, El Lobo.
Lejarza, el agente eterno del servicio español
Este vasco nacido en el pequeño pueblo de Villaro era igual de ajeno que Garbo al mundo del espionaje, y tan creativo, imaginativo y con dotes de actor como él. Lejarza fue captado por el servicio secreto español porque vieron en él cualidades para infiltrarse en el mundo terrorista de ETA. No se equivocaron: convirtió su vida en un permanente engaño, en la que manipular a los asesinos fue su tarea.
Lejarza consiguió en 1975 un éxito jamás igualado en los 40 años posteriores: más de 200 detenidos y toda la infraestructura descubierta, aunque él nunca haya presumido de ello. Pero, a diferencia de Garbo, que se alejó del espionaje tras la Segunda Guerra Mundial, Lejarza siguió luchando contra ETA 15 años más, luego cambió de misiones y hasta el día de hoy sigue relacionado con el CNI, convertido en el espía que más tiempo ha trabajado para el servicio secreto español.
Los éxitos de Lejarza y Pujol permanecieron escondidos durante muchos años entre los legajos guardados en los archivos del MI5 y el CNI. Desaparecieron, cambiaron de apariencia, adoptaron otras identidades, todo lo indispensable para seguir viviendo sin que los nazis y los etarras engañados albergaran posibilidades de vengarse de ellos.
El papel de las mujeres
La exposición de CaixaForum destaca el papel de las mujeres espías, demasiado olvidadas con frecuencia e infravaloradas por las agencias que tardaron en otorgarlas el papel trascendental que finalmente han jugado. Muchas son las que esta exposición me ha permitido rescatar del olvido. Dolores Pardo, que, durante la Segunda Guerra Mundial, con 17 años, trasladaba documentos secretos escondidos en la faja desde la estación fronteriza con Francia de Canfranc hasta Zaragoza. O África de las Heras, coronela de la KGB, ocho veces condecorada. O Marina Vega, Pilar Murillo o Araceli González, la mujer de Garbo.
Estos son los espías españoles que merecen un hueco en la exposición, pero en este caso ocupan el podio porque el cine los ha premiado con películas y documentales que ayudan a mantener vivo su recuerdo. Entre estas películas destaca Lobo, que es la más vista en España sobre el tema del terrorismo.