Indignación entre la Ertzaintza por la salida del etarra al dentista: «Hace dos meses fue otro»
«El Gobierno defiende que se recoge en la normativa, pero parece que solo lo aplican con presos de ETA», denuncian
El permiso que el Gobierno vasco ha dado al preso etarra Mikel Otegui para salir de la cárcel de Zaballa, donde cumple una condena de 34 años por asesinar a dos ertzainas, y acudir a una cita con el dentista sin custodia policial ha causado honda indignación entre el cuerpo autonómico vasco. Según fuentes de la Ertzaintza, consultadas por THE OBJECTIVE, no sería la primera vez que un interno de la extinta banda terrorista ETA se beneficia de una medida de este tipo. Aseguran que hace dos meses «otro interno etarra del mismo centro también obtuvo permiso para ir por su propio pie al odontólogo».
Desde la policía vasca, encargada de la vigilancia policial en los traslados de los reclusos, las mismas fuentes censuran el «permiso extraordinario» que se ha otorgado a Otegui puesto que la administración penitenciaria no suele dar este tipo de beneficios a presos que tengan por cumplir gran parte de la cena. Ni mucho menos a aquellos condenados por delitos de asesinato. «Aunque digan que esto se recoge en la normativa, parece que solo lo aplican con presos de la banda», denuncian.
En un principio, explican fuentes de la Ertzaintza a este periódico, estaba previsto que Otegi, que tiene pendientes todavía 10 años de cumplimiento en prisión, acudiese a su cita en el dentista con custodia policial, como suele ser habitual. Sin embargo, una vez allí, el personal penitenciario les trasladó que, finalmente, se trataba de una «visita autogestionada». En otras palabras, que el preso iría solo, por su propio pie, al odontólogo y después, del mismo modo, volvería al centro de Zaballa. Idéntica situación, relata un agente, a la que hace dos meses, también vivió con otro recluso de ETA.
«Lo normal es que se haga así»
Según la versión oficial, en palabras de Jaime Tapia, asesor en materia penitenciaria del Gobierno vasco, los servicios centrales de prisiones concedieron este permiso extraordinario, contemplado en la normativa penitenciaria, al etarra Mikel Otegui porque cumplía con todos los requisitos: años de condena, riesgo de fuga y de reincidencia. No obstante, después, Tapia ha matizado que también se debía a una «economía de gasto», puesto que «una patrulla supone determinados costes y si esa persona puede ir sola, lo normal es que se haga así».
Si bien es cierto que el reglamento penitenciario permite estas salidas médicas sin vigilancia como proceso de tratamiento para la adaptación del reo a la libertad futura, como ocurre con permisos de fin de semana o por vacaciones de Navidad, cuando el recluso está en segundo grado; en este caso, según critican fuentes de la prisión de Zaballa, es «inusual» que se de esta opción a un preso «con delitos de sangre y que tiene pendiente de cumplir 10 años de condena». Menos aún, critican, «teniendo en cuenta que no se han dado permisos de este tipo a otros internos del centro».
«La concesión del permiso a Mikel Otegui sin duda obedece a sus circunstancias. Si lo pide un interno menos conocido o con menor trascedencia púbica, lo más problable es que se le indique que sea atendido por el dentista del centro. En este caso, esta autorización se le da porque es un preso etarra», critican fuentes de la cárcel vasca.
«Algo satisfactorio»
En estos permisos, además, el preso no porta una pulsera telemática cuando está fuera de prisión, pues, a priori, la utilización de estos medios telemáticos para el control de internos suelen emplearse para la parte final del cumplimiento de la pena, explican las fuentes consultadas. Esto es cuando el preso obtiene el tercer grado, es decir, la libertad condicional. No obstante, también se valora el uso de este dispositivo cuando se debe garantizar el derecho de una víctima del que cumple pena, como pueden ser delitos de violencia machista. El objetivo de todas estas medidas, en cualquier caso, siempre es «dar al interno márgenes de libertad para integrarse de nuevo en la normalidad», señalan.
Desde el Gobierno vasco siguen intentando restarle importancia a este episodio. A su juicio, el permiso al etarra Mikel Otegui no debería ser un «escándalo», sino algo «satisfactorio» al tratarse de un criterio que se enmarca dentro de «una política penitenciaria más humana, protectora de la salud y de la dignidad de los reclusos».
Otegi asesinó el 10 de diciembre de 1995 en la localidad guipuzcoana de Itsasondo a los ertzainas Iñaki Mendiluze y José Luis González. El condenado, vecino de ese municipio, había tenido esa noche una discusión con un agente vasco vestido de paisano, al que golpeó. Horas después, tras ir de fiesta, volvió a casa conduciendo a gran velocidad. Las dos víctimas le siguieron y fueron hasta su domicilio para multarle. Una vez allí el etarra les disparó con una escopeta por la espalda.
No pudo ser juzgado hasta 2003. Tras ser absuelto en primer instancia Mikel Otegui huyó a Francia en 1997. Finalmente, en 2012, el Tribunal Supremo confirmó los 34 años de prisión por el doble asesinato.