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La cárcel que ha dejado ir a un etarra al dentista sin vigilancia policial tiene dos odontólogos fijos

Zaballa cuenta con un «dentista público asociado» y otro de pago que acude «periódica y regularmente» a la prisión vasca

La cárcel que ha dejado ir a un etarra al dentista sin vigilancia policial tiene dos odontólogos fijos

Mikel Otegui, condenado por el asesinato de dos ertzainas. | PN

La cárcel alavesa de Zaballa, cuya dirección aprobó un permiso el pasado jueves para que el preso etarra Mikel Otegi, condenado a 34 años por el asesinato de dos ertzainas en 1995, saliese de la cárcel para acudir al dentista sin vigilancia policial, cuenta con un equipo de odontólogos que acude asiduamente al centro penitenciario, según aseguran distintas fuentes penitenciarias a THE OBJECTIVE. 

En concreto, disponen, indican las mismas fuentes, «de un dentista público asociado al centro de salud», en este caso, el módulo de enfermería; y otro «de pago que acude periódica y regularmente» a la citada prisión. Por otro lado, los reclusos también tienen la posibilidad de solicitar al centro que su odontólogo de confianza se desplace directamente a la cárcel para que les realice una revisión u otro tipo intervención.

Tres opciones que, sin embargo, la Administración Penitenciaria, órgano dependiente de la Consejería de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco, descartó en el caso de este preso. El Ejecutivo autonómico asumió las competencias de prisiones desde octubre de 2021, tras el acuerdo alcanzado con el Gobierno de Pedro Sánchez. Dos años de dirección que han estado marcados por la «incapacidad» de la nueva dirección con la gestión de personal de las tres prisiones vascas, según han denunciado los sindicatos.

En un principio, indican fuentes de la Ertzaintza a este periódico, estaba previsto que Otegi, que tiene pendientes todavía 10 años de cumplimiento en prisión, acudiese a su cita en el dentista con custodia policial, como suele ser habitual. Sin embargo, una vez allí, el personal penitenciario les trasladó que, finalmente, se trataba de una «visita autogestionada». En otras palabras, que el preso iría solo, por su propio pie, al odontólogo y después, del mismo modo, volvería al centro de Zaballa, según ha adelantado El Correo.

«Economía de gasto»

Según la versión oficial, en palabras de Jaime Tapia, asesor en materia penitenciaria del Gobierno vasco, los servicios centrales de prisiones concedieron este permiso extraordinario, contemplado en la normativa penitenciaria, al etarra Mikel Otegi porque cumplía con todos los requisitos: años de condena, riesgo de fuga y de reincidencia. No obstante, poco después, Tapia se ha justificado en que también se debía a una «economía de gasto», puesto que «una patrulla supone determinados  costes y si esa persona puede ir sola, lo normal es que se haga así». 

Si bien es cierto que el reglamento penitenciario permite estas salidas médicas sin vigilancia como proceso de tratamiento para la adaptación del reo a la libertad futura, como ocurre con permisos de fin de semana o por vacaciones de Navidad, cuando el recluso está en segundo grado; en este caso, según critican fuentes de la prisión de Zaballa, es «inusual» que se de esta opción a un preso «con delitos de sangre y que tiene pendiente de cumplir 10 años de condena». Menos aún, critican, «teniendo en cuenta que no se han dado permisos de este tipo a otros internos del centro». 

«La concesión del permiso a Mikel Otegi sin duda obedece a sus circunstancias. Si lo pide un interno menos conocido o con menor trascedencia púbica, lo más problable es que se le indique que sea atendido por el dentista del centro. En este caso, esta autorización se le da porque es un preso etarra», critican fuentes de la cárcel vasca.

Pulsera telemática

En estos permisos, además, el preso no porta una pulsera telemática cuando está fuera de prisión, pues, a priori, la utilización de estos medios telemáticos para el control de internos suelen emplearse para la parte final del cumplimiento de la pena, explican las fuentes consultadas. Esto es cuando el preso obtiene el tercer grado, es decir, la libertad condicional.

No obstante, también se valora el uso de este dispositivo cuando se debe garantizar el derecho de una víctima del que cumple pena, como pueden ser delitos de violencia machista. El objetivo de todas estas medidas, en cualquier caso, siempre es «dar al interno márgenes de libertad para integrarse de nuevo en la normalidad», señalan. 

Desde el Gobierno vasco siguen intentando restarle importancia a este episodio. A su juicio, el permiso al etarra Mikel Otegi no debería ser un «escándalo», sino algo «satisfactorio» al tratarse de un criterio que se enmarca dentro de «una política penitenciaria más humana, protectora de la salud y de la dignidad de los reclusos».

Huyó a Francia

Otegi asesinó el 10 de diciembre de 1995 en la localidad guipuzcoana de Itsasondo a los ertzainas Iñaki Mendiluze y José Luis González. El condenado, vecino de ese municipio, había tenido esa noche una discusión con un agente vasco vestido de paisano, al que golpeó. Horas después, tras ir de fiesta, volvió a casa conduciendo a gran velocidad. Las dos víctimas le siguieron y fueron hasta su domicilio para multarle. Una vez allí el etarra les disparó con una escopeta por la espalda. 

No pudo ser juzgado hasta 2003, puesto que tras ser absuelto en primer instancia, Mikel Otegi huyó a Francia. Finalmente, en 2012, el Tribunal Supremo confirmó los 34 años de prisión por el doble asesinato. 

 

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