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Una investigación reduce de 50.000 a 15.000 el número de ejecutados durante la posguerra

Miguel Platón revisa los expedientes de todos los condenados a muerte y demuestra que no son tantos como se creía

Una investigación reduce de 50.000 a 15.000 el número de ejecutados durante la posguerra

Varios soldados apuntan a un hombre antes de fusilarle.

Un archivo inédito del Cuerpo Jurídico Militar ha permitido al periodista e historiador Miguel Platón (Melilla, 1949) investigar durante más de cinco años, uno a uno, los expedientes de condenados a muerte que a partir de 1939 fueron remitidos al Jefe de Estado para que decidiera la conmutación de la pena capital o su ejecución. El número que ha obtenido, 15.000, es inferior a las cifras publicadas con anterioridad. Por eso podría decirse que este veterano autor ha desmontado el «gran mito» existente en torno a la posguerra.

Su trabajo está recogido en La represión de la posguerra: penas de muerte por hechos cometidos durante la Guerra Civil, prologado por Stanley G. Payne, que destaca en sus páginas que el «gran mito» prescribe que «la represión en la zona nacional era siempre intencional y planeada, continuada regularmente desde el comienzo hasta el fin, con su colmo de una vasta hecatombe después del fin de la guerra».

El historiador norteamericano Gabriel Jackson, dedicado al bando revolucionario, calculó que los fusilados por los nacionales fueron al menos 200.000, siendo esto, a juicio de Stanley Payne, «literalmente una imposibilidad en términos de estadísticas demográficas». Más recientemente, la historiografía contemporánea -«literatura polémica», para Payne- había reducido este cálculo a cifras más modestas, que oscilaban entre los 120.000 y los 50.000 represaliados.

«Había una gran ignorancia»

En conversación con THE OBJECTIVE, Miguel Platón denuncia que «nadie de los que ha escrito sobre la represión de la posguerra tenía una fuente documental» tan rica como la que yace en el Archivo General Militar de Ávila, donde hay 184 cajas con los expedientes. En 2015 el periodista supo de estos documentos gracias al coronel César Colis, que despertó su curiosidad en una tertulia. Pero no fue hasta después de su jubilación, en mayo de 2017, cuando dedicó todos los días laborables a consultar estos expedientes. Casi seis años con un impás por la covid-19.

Tras seis años de estudio, el autor ha podido constatar que «había una gran ignorancia» con respecto a la posguerra, ya que «nadie había investigado» con rigor y «las cifras que se daban eran estimativas y caprichosas». El dato de 15.000 ejecutados retrata, a su juicio, «la España real, lo que pasó en esa época». De hecho, hubo más conmutaciones de la pena capital que ejecuciones: «En el año [19]45 todos los delitos por rebelión fueron conmutados, y ya no quedaba un sólo preso en las cárceles por delitos cometidos en la Guerra Civil».

Los ejecutados eran criminales

De entre los ejecutados, además, llama la atención que la práctica totalidad eran criminales de guerra. «Al menos el 95% tenían delitos de sangre, o eran autores materiales o inductores directos: asesinos, torturadores, violadores, ladrones… Esos sí eran ejecutados», expone Platón, que abunda: «Si no tenían delitos de sangre, sus penas eran conmutadas y a los pocos años estaban en la calle, y daba igual si habían sido autoridades políticas, mandos del Ejército Popular de la República, comisarios políticos o miembros de comités revolucionarios».

Esto no significa, aunque casi huelga decirlo, que el libro sea una apología de estos fusilamientos. De hecho, la cifra, confiesa el autor, es «atroz». Pero aquí un fragmento para dar cuenta de ello: «El problema ético y político era que también los nacionales habían cometido crímenes, sin que las familias de sus víctimas pudieran tener una reparación, puesto que los asesinos habían quedado generalmente impunes. Pero, sobre todo, las penas de muerte creaban nuevas víctimas entre las que destacaban las esposas de los condenados y, especialmente, sus hijos menores, para quienes se abría una vida de dolor y muchas veces de miseria».

Dato contra relato

-¿Cuál cree que va a ser la reacción de sus colegas ante la publicación del libro?

-Los periodistas tenemos un principio: los hechos son objetivos y las opiniones son libres. Este es un libro de hechos. Sobre estos hechos, las opiniones son libres. A algunas personas les parecerán muchos ejecutados y a otras pocos, a mi me parece que la cifra es inferior a la que se manejaba pero terrible, atroz. El libro cuenta lo que fue, y hasta ahora lo que se publicaba era lo que no fue.

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