Llega el S-81 Isaac Peral, el primer submarino íntegramente español en más de un siglo
La espera ha sido larga, aunque todo indica que las expectativas han incluso superado a las previsiones más optimistas
Bendito problema. Es el que van a tener en Navantia, porque ha sido tal el impacto del submarino S-80+ en el mercado internacional del armamento, que hay una docena de países que han pedido precio. Hay al menos cinco muy interesados en adquirir al hijo más joven de la compañía, y al mismo tiempo, complicado. El problema es que sus astilleros van a tener que realizar una verdadera proeza industrial si quieren atender la presumible demanda de navíos que se atisba en el horizonte.
El éxito ha llegado muy al final de una dura travesía. El programa S-80 nació mal, basado en una serie de premisas y necesidades para las que la industria nacional no estaba preparada. Era un buen proyecto, muy ambicioso, pero muy difícil de asumir con los mimbres existentes, cuando en 2003 comenzó esta carrera que marcará un hito el próximo jueves 30 de noviembre. La princesa Leonor de Borbón será testigo, no de la botadura —que fue en 2021—, sino de la entrega del buque a la Armada Española en su base de Cartagena.
Viaje doloroso, llegada triunfal
Tras dos décadas de diseño, desarrollo, y construcción, y dos años de pruebas, el submarino S-81 Isaac Peral entrará en servicio ese día. La espera ha sido larga, aunque todo indica que no es que haya merecido la pena, sino que las expectativas han incluso superado a las previsiones más optimistas. El S-80 que se entregará en presencia de Leonor ni siquiera es la versión final y definitiva, sino una temporal hasta que Abengoa termine de pulir su sistema de propulsión AIP. Se trata de un avanzado sistema, único en el mundo —aunque hay otros similares, pero de peores prestaciones—, que le permite generar la energía necesaria destinada a sus motores eléctricos, sin la necesidad de aire. El constructor no aporta muchos datos —secreto militar—, pero se cree que este pequeño detalle le debería permitir pasar entre dos y tres semanas bajo el agua.
Los militares piden más submarinos, aunque en principio el programa S-80 español constará de cuatro navíos. Será a partir de su tercera unidad, el S-83 Cosme García, cuando llegue de serie este sistema propulsor, y cuando se acabe la cuarta unidad, el S-84 Mateo García de los Reyes, el primero de ellos pasará por el astillero para actualizarse. Ello le dotará de un grado de sigilo pocas veces antes visto, una utilidad superior, y una serie de capacidades inéditas. Pequeño, rápido, muy maniobrable, con muy baja detección, con posibilidad de lanzar torpedos y misiles a tierra, transportar equipos de operaciones especiales hasta cerca de costas enemigas, y con una tripulación muy reducida gracias a sus múltiples automatismos y computarización de procesos.
Futuro éxito de ventas
Una de las grandes apuestas en su concepción inicial fue la de que el S-80, más tarde devenido en S-80+ tras una prolongación de su eslora y diversos cambios en su concepto original, fuera exportable. Una inversión inicial de 2.000 millones de euros, que acabarán siendo casi el doble, unos 3.900, se amortizará mejor cuanto mayor sea la cantidad de submarinos construidos. El retraso en un proyecto pensado para ser acabado en diez años hizo perder muchos trenes, como el holandés, pero el acierto en muchas decisiones ha despertado el interés de muchos países. La lista es larga, y entre ellos, «Holanda, Perú, Polonia, Turquía, Sudáfrica, India, Brasil, Chile, Malasia, Taiwán, Egipto, Canadá, etc.» tal y como indica el Ministerio de Defensa en sus comunicaciones. Con toda seguridad, habrá otros países cuyos nombres no se muestran por cuestiones estratégicas, y de competencia, pero no sería de extrañar que se añadiesen más a la lista de clientes.
Al concurso holandés se llegó tarde y prefirieron fijarse en modelos ya probados. Se sabe que el gobierno español negocia con el de los neerlandeses para que estudien la posible inclusión, tras diversos retrasos en su programa. Con India hay ciertas posibilidades, y Navantia ha jugado la baza de la asociación con empresas locales. Tras caer algunas ofertas, allí se compite contra franceses, suecos y alemanes. En Filipinas quieren comprar al menos un par de submarinos ante la agitación que muestra el mar del sur de China de un tiempo a esta parte; es el único país de la zona que no dispone de este tipo de buque. Navantia les presentó un ambicioso proyecto, con la construcción de una base específica, y mucha transmisión de tecnologías a compañías locales. De momento, no hay respuesta de los asiáticos.
Lo de Turquía tiene mucho mejor color, porque ya son clientes de Navantia y están tan contentos con su Anadolou que han encargado un segundo. Este barco nació como buque de proyección estratégica y es hermano casi gemelo del LHD Juan Carlos I. El mayor buque de la Armada Española es un portaaeronaves que los turcos están desarrollando como plataforma de drones, un sistema por el que España ha preguntado y aprovecharse de tecnologías ya desarrolladas. Ankara está muy satisfecha con el resultado y sería natural una prolongación de esta relación si hubiera un intercambio de favores industriales, militares o políticos.
Otros dos países muy interesados son Polonia y Canadá. Los primeros tienen en pleno desarrollo su Plan Orka, y piensan adquirir al menos tres unidades. Los canadienses tienen en mente entre seis y 12 submarinos, aunque la competencia será dura en este destino, a lo que habría que añadir algunas modificaciones y características específicas para un uso acorde a sus especiales necesidades.
Un submarino que es producto nacional
Si el que la sigue la consigue, podría decirse que el S-80 ha sido producto de la perseverancia y una caída hacia arriba permanente. Al final, la ingeniería española, con alguna ayuda como la de la compañía estadounidense Electric Boat, ha acabado triunfando. Navantia tenía mucha experiencia en construir barcos de superficie, pero hacía más de un siglo que no se producía un submarino de diseño español en nuestro país, a pesar de haber sido históricos pioneros en la materia. El gobierno español fue valiente al desechar otras opciones, como los Scorpene franceses, y prefirió apostar por la autonomía industrial y tecnológica. El primer S-80 pesaba demasiado, se tuvo que alargar para compensar el superior tonelaje, se echó mano de ayuda externa, y al final fue precisamente esa prolongación lo que permitió dotarle de soluciones mucho mejores.
El inicial desastre acabó siendo todo un acierto, no con parches, sino con soluciones ingeniosas que reflejan la calidad de la ingeniería naval española, y su ejecución en los astilleros, una calidad que está teniendo reflejo en el exterior. Países como Noruega, Australia o Turquía alaban las cualidades de los barcos de Navantia. Otra prueba de ello es que los últimos no hacen más que plantear a la empresa la posibilidad de construir el que puede ser el proyecto más ambicioso de su historia: un portaaviones.
En el mundo hay 42 países que operan submarinos, pero solo 11 capaces de fabricarlos. España es uno de ellos, y con la entrega del primer S-80+ se abre una nueva etapa en la construcción naval de una compañía cuya historia se remonta al siglo XIII. Dicen que el español reacciona bien, pero tarde. Puede que el dicho case con la realidad en su segunda parte, pero si en Cartagena se han tomado su tiempo, parece que han acertado de pleno. Sin duda de lo primero, lo de hacerlo bien, hay pruebas, por encima y por debajo del agua.