El espía superviviente de la masacre de Irak: lo que falló y lo que no se cuenta
Sánchez Riera ha escrito un libro conmovedor que no critica los errores del CNI, pero no hay que olvidarlos

Retrato de los ocho agentes y su colaborador local emboscados en 2003 en Latifiya (Irak). | CNI
El 28 de marzo estuve en Badajoz dando una conferencia sobre «El lado humano de los espías», invitado por el prestigioso autor y director teatral Eugenio Amaya, que al día siguiente presentó Inteligencia, la primera obra de teatro representada sobre el servicio secreto español, en el teatro López de Ayala que dirige con su habitual brillantez Paloma Morcillo.
Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta, estuve leyendo con pasión el libro Tres días de noviembre de José Manuel Sánchez Riera, como reza el subtítulo, «la historia del espía español que sobrevivió al infierno» de Irak. Era evidente el interés que tenía por leer su historia dado que hace cinco años publiqué un true crime con mi investigación de 17 años sobre la vida de los espías españoles allí destinados durante los años anteriores y todo lo que envolvió los asesinatos de 8 de ellos. La titulé Destrucción masiva porque en esa historia había un componente político indudable: las mentiras sobre la existencia de ese tipo de armas utilizadas para invadir Irak por Bush, Blair y Aznar. Mentiras que terminaron provocando una «destrucción masiva» entre los espías españoles.
Al día siguiente, el sábado 29, tuve la suerte de poder conocer en persona y entrevistar en «Materia reservada», mi espacio en La Rosa de los Vientos, de Onda Cero, a Sánchez Riera. Le recordé en antena una frase que me conmovió, que él vuelca con valentía en el libro, y que muestra los efectos devastadores del estrés postraumático que ha sufrido: un día le dijo a su mujer que «ya no te quiero. Pero, además, me parece que tampoco soy capaz de querer a los niños». No sé lo que Isabel le contestó, pero en otro momento ella dice una frase importante: «La vida es un regalo que hay que disfrutar en cada momento y el mañana no existe».
¿Cómo fue posible?
Antonio Rodríguez le ha hecho en THE OBJECTIVE una entrevista que les recomiendo, lo que me permite centrarme en otro aspecto que me preocupa: ¿Cómo es posible asesinar a siete espías en esa trampa y a uno más, José Antonio Bernal, un mes antes en la puerta de su casa?
Sánchez Riera no entra de manera oficial en el tema, pero ofrece descolocadas algunas claves que me gustaría juntar. Ocho agentes españoles, los cuatro que llevaban meses trabajando y los cuatro que los relevarían, el 29 de noviembre de 2003 hicieron juntos varios trámites burocráticos y de presentación ante diversas autoridades. Cuando regresaban a sus bases en dos coches, les atacó un pequeño grupo de la resistencia. Los coches no estaban blindados, si lo hubieran estado en un primer momento no habrían muerto dos agentes y otros dos no habrían resultado heridos. Dice Sánchez Riera que esos coches blindados iban a llegar en enero, pero si en vez de encargarlos en octubre lo hubieran hecho antes, ya habrían estado disponibles.
Tras la primera embestida, los atacantes se hicieron fuertes en un edificio cercano y desde allí machacaron a los españoles, que para repeler la agresión solo disponían de pistolas y varias se encasquillaron. Sánchez Riera apunta: «Si vas a una guerra, tienes que ir equipado para una guerra».
Sin cobertura y sin información
La sorpresa por el ataque no impidió a Carlos Baró, mientras hacía frente al ataque de la resistencia, pedir ayuda a las tropas españolas, a la división a la que pertenecían y a la sede central del CNI en Madrid. La cobertura del teléfono era pésima y nadie pudo ayudarles. Sin embargo, en otro momento posterior del libro, Sánchez Riera describe que yendo a bordo de un coche de los militares estadounidenses comprobó cómo cada kilómetro un soldado daba a la central su posición para que supieran en todo momento dónde estaban y si necesitaban ayuda. A los estadounidenses no les habría pasado.
Uno de los jefes de la base estadounidense donde se refugió, le dijo que en esa carretera se habían producido varios ataques en los últimos días, una información desconocida por el CNI. Nadie de la CIA o de las fuerzas militares americanas se la había transmitido.
Un último detalle. El superviviente explica en su sobrecogedor libro que tras el asesinato de Bernal en octubre, en el CNI sabían que había una amenaza directa contra ellos. O se equivocaron al combatirla o no lo hicieron suficientemente.