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Barcelona concentra la mitad de la inmigración pakistaní de toda España

Entidades como Acesop luchan contra los matrimonios forzosos y ofrecen una red de apoyo ante el olvido institucional

Barcelona concentra la mitad de la inmigración pakistaní de toda España

Una mezquita en Pakistán. | Reuters

En 1998, la comunidad pakistaní en España estaba compuesta por solo 2.565 personas, un 46% de las cuales residían en la provincia de Barcelona. Desde entonces, esta cifra se ha multiplicado hasta superar los 100.000 ciudadanos de esta nacionalidad en todo el país, pero la concentración en la capital catalana se ha mantenido. Hoy la provincia es el hogar de 48.572 inmigrantes de esta nación del sur de Asia, lo que supone el 48% del total español, según datos del INE.

Esta situación provoca que algunos problemas más prevalentes en esta cultura, como los matrimonios forzosos, aunque prohibidos en Pakistán, tengan una presencia mayor en Cataluña. De hecho, casi la mitad de casos en España se detectan en esta región, que tiene menos población extranjera que la Comunidad de Madrid, pero 13 veces más pakistaníes.

Otro problema que plantea esta desproporción, en este caso para la policía, es el de la radicalización. No todos los pakistaníes son salafistas, pero esta corriente, que en casos minoritarios y extremos conduce al yihadismo, sí tiene bastante peso en el país por su afinidad con las mezquitas wahabistas financiadas e impulsadas durante años por Arabia Saudí. Cataluña se ha convertido en la meca del salafismo en España, circunstancia que los expertos en extremismo religioso consideran un riesgo.

La predisposición del Gobierno autonómico catalán a recibir más inmigración de países musulmanes que otras comunidades españolas se remonta al pujolismo, cuando era vista por la Generalitat con mejores ojos que la latinoamericana, que es hispanohablante. El Tripartito de izquierdas y el Govern de Artur Mas siguieron dando prioridad a través de distintas iniciativas a los inmigrantes de orígenes como Marruecos, especialmente de la minoría bereber o amazigh, que tiene su propia lengua y se siente marginada por Rabat.

Actualmente, uno de cada cinco extranjeros en Barcelona son marroquíes o pakistaníes. Sin embargo, pese a los esfuerzos de la Administración autonómica para captar a inmigrantes de este perfil, muchos sienten que una vez instalados en Cataluña, sus problemas y necesidades son sistemáticamente ignorados por las instituciones.

Esfuerzos por una mayor distribución

«La mayoría de la población pakistaní vive en Barcelona, en Madrid antes solo había unos 1.000 y ahora son más, sobre todo en zonas como Alcorcón, Valdilecha y Arganda del Rey, pero la mayoría busca trabajo como camarero, ayudante de cocina… y suelen encontrarlo en la costa», asegura la científica y empresaria Huma Jamshed. Considera que sería preferible que la comunidad estuviese más distribuida en el territorio. La asociación de mujeres pakistaníes que preside, Acesop, está trabajando en esta dirección.

«Visitamos pueblos con el alcalde o la alcaldesa para intentar buscar ofertas de trabajo para que se muden», señala Jamshed. Con este tipo de colaboraciones, espera esponjar más esta distribución, que actualmente está desproporcionalmente repartida, con grandes poblaciones de origen pakistaní en barrios barceloneses como el Raval.

Cómo frustrar un matrimonio forzado

La asociación también se encarga de frustrar matrimonios forzosos, de los que se enteran gracias a la «confianza» que Jamshed ha conseguido en la comunidad tras un cuarto de siglo en Barcelona. Recientemente, anularon una alianza en Pakistán. Consiguieron la sentencia judicial y un certificado del ayuntamiento, pero en España, la Administración se niega a volver a tramitar el NIE de la afectada como soltera. Le piden que se registre como divorciada, pero al tratarse de un matrimonio nulo, Jamshed exige que se cree un nuevo formulario -actualmente no hay ninguno que contemple este caso- que respete la dignidad de las víctimas.

Además, la entidad organiza cursos de catalán y castellano, talleres de gestión emocional y formaciones, y colabora con los puntos violeta para que las mujeres pakistaníes sepan cómo denunciar cualquier episodio de violencia. Aunque las instituciones, los políticos y la policía recurren a la ayuda de la asociación en caso de necesidad, Jamshed lamenta que por lo general «no dan importancia» a su comunidad, ya que «los políticos solo buscan votos y nunca se mojan» y «los funcionarios tienen su ritmo», por lo que muchos optan por apoyarse mutuamente o llaman a otras puertas como las de las asociaciones vecinales o los sindicatos.

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