El caos y la histeria tras nueve horas de apagón en Madrid: «¿Papá, qué cenamos esta noche?»
El fallo eléctrico dejó imágenes similares a las de la pandemia, supermercados colapsados y carreteras atascadas

Decenas de personas esperan para coger el bus. | E.R.
El apagón eléctrico ha dejado en las calles de la capital española imágenes y escenas similares a las de la pandemia del coronavirus. La perplejidad podía verse en las caras de miles de madrileños que, prácticamente desde las 12:30 horas, con los primeros fallos en los sistemas eléctricos, se lanzaron a la calle en busca de alguna explicación y sobre todo de cobertura telefónica. «¿Tienes luz?», se preguntaban una y otra vez los vecinos desde sus balcones. «No, no hay en toda la calle», respondía uno en la céntrica calle de Fuencarral, en Madrid. La realidad, claro, iba mucho más allá. No había luz prácticamente en ninguna calle del país ni de la península ibérica.
El fallo eléctrico, cuya causa todavía investiga el Gobierno, pilló a gran parte de los ciudadanos trabajando. Los que lo hacían en comercios no tardaron mucho en echar la persiana ante lo inédito de la situación. Pese a no tener electricidad, finalmente la mayoría lograba bajar la cortina metálica. Si no se quedaba haciendo guardia en la entrada para evitar saqueos. Muchos todavía lo hacían a última hora de este lunes. En los supermercados, tiendas de alimentación y bazares la situación fue completamente distinta. Sorprendió a algunos que, en el primer caso, muchos tuviesen aún electricidad. «Tenemos electricidad porque contamos con un generador externo, pero no sabemos cuánto puede durar», explicaba a THE OBJECTIVE una trabajadora de un conocido supermercado alemán.

Minutos después del apagón, algunos madrileños se dirigieron ya hacia los grandes almacenes para hacer la compra de distintos básicos. «Por si acaso, por si acaso», decía una vecina. Como en la pandemia, los productos más demandados eran papel higiénico, agua embotellada y conservas. La calma con la que algunos pudieron comprar durante los primeros momentos se convirtió poco después en un auténtico caos. Tras varias horas sin información ni conexión a internet, numerosos madrileños se dirigieron a por los mismos artículos. Y los supermercados tuvieron que echar también el cierre para poder canalizar a las cientos de personas que querían comprar.
«Black Mirror» en Madrid
Las colas eran extensas en todos los establecimientos abiertos y la preocupación crecía entre los ciudadanos ante la imposibilidad de no poder hacer la compra. «Papá, ¿qué cenamos esta noche, huevos crudos?», le preguntaba una niña a su padre, mientras este último observaba sorprendido las decenas de personas que esperaban para entrar al supermercado. «Me siento en un capítulo de Black Mirror», decía otro madrileño, haciendo alusión a la famosa serie distópica de Netflix. «Esto es increíble, volvemos a vivir la misma pesadilla», comentaba también una señora. Quienes no lograban comprar en el supermercado lo intentaban en las tiendas de alimentación o en los bazares. En estos últimos, lo más demandado eran también las velas y las radios.

Y es que lo que más se demandaba durante el apagón era información. «¿Pero, qué esta pasando? He escuchado que también ha afectado a otros países de Europa. ¿Esto es verdad?», preguntaba a los viandantes una anciana. Lo hacía muy cerca de un comercio donde su dueño había decidido hacer extensiva su radio a todo el que pasase a través de unos grandes altavoces, cerca de la parada de metro de Tribunal. Un locutor de radio confirmaba lo que minutos antes se preguntaba la señora. El apagón afectaba a prácticamente todo el país y harían falta de seis a diez horas para poder recuperar la luz en las calles y en los hogares.
«No sé qué hacer, yo si esto sigue así me voy a ver a mi madre», decía una chica. La inquietud aumentaba para aquellos que tenían familiares en residencias u hospitales. E incluso para los que tenían a parientes o amigos que estaban en el aeropuerto, volando o a punto de hacerlo. «¿Estarán bien? Cogían el vuelo ahora», decía entre sollozos una chica en la plaza de San Bernardo, mientras intentaba localizar por teléfono con sus familiares. «No te preocupes, cogemos el coche y vamos para el aeropuerto de Barajas», le respondía su novio. En cualquier caso, coger la carretera no era la mejor opción. O al menos, no la más sencilla.
Ante el cierre del metro y el caos en el tráfico, con decenas de miles de coches atascados en las principales vías madrileñas, muchos decidieron hacer el recorrido del trabajo a casa bien a pie o en autobús, el único transporte público que funcionaba en Madrid. En la Plaza de España, miles de personas hacían cola para coger su número, mientras la Policía Nacional trataban de organizar el acceso ordenado a los autobuses. «¡El 18, este va a Villaverde, venga, corred, rápido!». «Venid, vamos este va dirección al aeropuerto», se gritaban unos a otros desde el principio al final de la cola. Los agentes tuvieron que intervenir solo en las contadas ocasiones en las que alguno intentaba colarse y despertaba el enfado de los que llevaban varias horas guardando su turno. «Llevamos aquí desde las 18:00, dos horas esperando», contaba con resignación una joven a este periódico.
El ‘milagro’ de Elisa y Edoardo

En otra zona del centro madrileño, una pareja italiana, Elisa y Edoardo, también intentaba llegar al aeropuerto de Madrid para coger su vuelo a Milán (Italia). Llevaban horas intentado coger un taxi sin éxito hasta que finalmente un conductor se ofreció a llevarles gratis a la terminal. «Ha sido un milagro que pudiésemos llegar a casa», cuentan a este periódico en una entrevista telefónica. Los aeropuertos españoles estuvieron operativos durante todo el apagón. Según señaló el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su declaración institucional solo se cancelaron 334 de los 6.000 vuelos que estaban previstos para este lunes.
Los problemas no solo los tenían los que se iban, también los que llegaban. Con apenas unas horas en la ciudad, muchos turistas se encontraron de bruces con el apagón e intentaron conseguir en dinero efectivo en las casas de cambio. En un establecimiento de la Gran Vía, unas 200 personas esperaban su turno. Ante la imposibilidad de pagar con tarjeta, buscaban dinero en metálico para comer en algún establecimiento, aunque eran pocos los que permanecían abiertos. Según contaban algunos hosteleros a este diario, muchos decidieron cerrar tras haber perdido todo el género que tenían en las cámaras frigoríficas. «Nos preparamos para importantes pérdidas», resumían los afectados.
«Ataque terrorista» en Atocha
Tras el apagón masivo también se vivieron momentos de tensión en la estación madrileña de Atocha, en Madrid. Según cuenta una joven a este periódico, el pánico cundió durante la mañana del lunes en las zonas de acceso a las vías. «Estaban anunciando mi tren para Barcelona. De pronto se apagó todo y la gente empezó a correr hacia las salidas, pensando que era un ataque terrorista. Solo se escuchaban gritos, hemos pasado mucho miedo porque no sabíamos qué pasaba», explica. Horas después, las fuerzas de seguridad evacuaron la estación de tren debido a la caída de la red ferroviaria.
Según los datos del Ministerio del Fomento, evacuó a lo largo del día a entre 30.000 y 35.000 personas de los trenes que quedaron inmovilizados en las vías a consecuencia del apagón. La Guardia Civil rescató a más de 13.000, según señalan desde el cuerpo a este periódico. Al cierre de este artículo, muchas personas todavía estaban atrapadas y otras tantas protestaban en las afueras de Atocha, al haberse quedado tiradas tras el cierre de la estación. «Nos vamos a quedar a dormir en la calle, esto es inhumano», denunciaba un hombre ante las cámaras de TVE. Finalmente, la Unidad Militar de Emergencias (UME) repartió mantas y comida entre los afectados para que pudieran pernoctar en la estación madrileña.
Las terrazas llenas
Por otro lado, la histeria colectiva que pudo percibirse en muchas calles de la capital española contrastó con la tranquilidad e incluso la alegría con la que otros muchos recibieron la noticia. Prácticamente desde que dejaron el trabajo, miles de madrileños buscaron sitio en las terrazas que quedaban abiertas para relajarse y brindar con cerveza. En algunos bares los datáfonos seguían funcionando. Si no tocaba pagar con efectivo o que el establecimiento te fiase hasta el día siguiente. En los primeros números de la calle madrileña de Sandoval, un restaurante hizo una paella gigante con una parrilla de gas para todo el que no tuviese comida en casa. Por la tarde, hubo vecinos que incluso bajaron la guitarra de sus casas y dieron un pequeño concierto. «¡Otra, otra, otra!», le pedían decenas de personas entre aplausos. «Pese a todo hay que divertirse y disfrutar», insistía un vecino.