Fernando Díaz Villanueva: «El presidente lo que quiere es que la gente tenga miedo»
El periodista e historiador conversa sobre el auge –y el remedio– del pesimismo en nuestro tiempo
Es como un medio de comunicación unipersonal, porque Fernando Díaz Villanueva (Madrid, 1973) lo mismo te graba un pódcast sobre cine que pasa a hacer un directo en internet comentando la actualidad, o se lanza a hacer un análisis en bici sobre la historia de la Edad Media. Ha cosechado miles de seguidores y ahora quiere llevarles la contraria. A ellos, al mundo entero y a esa corriente catastrofista que nos embarga. Este periodista de mil medios acaba de publicar Contra el pesimismo, un libro que invita a mirar al mañana con esperanza, porque, pese a todo lo malo que nos rodea, disfrutamos de un nivel de vida que muchos otros ya quisieran.
P.- Me temo que como no vengas aquí anunciando la hecatombe de Occidente, la caída inminente de España o el tenebroso futuro que nos espera, no vas a tener tanta audiencia. Pero no lo vas a hacer, ¿no?
R.- A cambio, tendremos audiencia de calidad, gente documentada y no gente indocumentada, que son los que siguen ese tipo de predicciones catastróficas. Los de «se acaba el mundo», «se acaba España», «nos van a reemplazar» y cosas así.
P.- Ahora en YouTube, por ejemplo, si pones una una carátula donde anuncias el fin de nuestra nación o el fin de nuestra vida conocida, o el fin de la libertad, o cómo va a venir Bill Gates y nos va a inocular algo raro, llama mucho la atención. Pero como tu dices, vamos a hacer una reflexión y buscar una audiencia más selecta. O sea, más… Iba a decir más inteligente.
R.- Bueno, que cada uno haga lo que crea conveniente. Yo, desde luego, me dedico a difundir información porque soy periodista. Procuro que la información que difundo a diario sea de calidad, esté debidamente contrastada, debidamente analizada y trabajada –y para eso le dedico todo el día, para hacer una Contracrónica–, y no lo primero que se me pasa por la cabeza. Lo que me mueve no es tener miles y miles de visitas. En absoluto. Evidentemente, me interesa que mi programa se escuche, y se escucha, pero me interesa que lo escuche gente a la que yo pueda aportarle algo. Gente documentada, gente con la cabeza encima de los hombros. Gente a la que le guste pensar por sí misma. Hay otros, en cambio, que lo que prefieren es que le des la respuesta. Más o menos, ahí se aprovechan del sesgo de confirmación de «Yo ya creo que el mundo se va a acabar porque en fin, nos lo ha dicho Greta Thumberg, y además, bueno, no hay más que ver, este verano ha hecho mucho calor. Todo esto significa que nos vamos achicharrar». O «Yo creo que España se va a acabar, o Europa u Occidente, porque claro, nos entran inmigrantes y esto es el fin de los tiempos». Bien, quien quiera creer eso es porque ya lo cree, y lo que necesita es a alguien que, de un modo un tanto espectacular por regla general, y grandilocuente y chillón, le aporte una serie de razones que las va a comprar todas. Lo difícil –y tú lo sabes bien, llevas unos cuantos años en este oficio– es que lo que digas invite a la reflexión del lector, o del oyente, o del espectador.
P.- Eso está estudiado y además lo dices en un libro del que ahora hablaremos. Las noticias negativas tienen más clics que las noticias positivas. Eso está estudiado. Y aparte se mezcla después con otras variantes, quizá alejadas de los medios de comunicación más generalistas y entrante en algunos canales de YouTube o en algunos medios más escorados a determinados lados. Me refiero a la conspiranoia, que también vende mucho.
R.- Bueno, una cosa deriva la otra, por regla general. Las apelaciones a lo más primario siempre concitan atención inmediata. Si yo en esas pegatinas que ponen con publicidad en las farolas que son muy habituales en Madrid y en otras ciudades, lo encabezo con un «sexo gratis», automáticamente atraeré las las miradas de los transeúntes. Estaría apelando en este caso a un instinto muy primario que es el de reproducirse. Pero puedo también apelar al miedo, que es otro instinto muy primario, como «el mundo se acaba». La diferencia de YouTube con la calle es que a estos locos que aseguran que el mundo se va a acabar, si lo hacen en el Parque del Retiro, van a tener una audiencia muy contenida. Vamos a pensar, lo primero, que es un desequilibrado y que es un loco, mientras que todavía hoy, quizá porque es un medio de comunicación que acaba de llegar, lleva muy poco tiempo entre nosotros, pues no aplicamos la misma precaución con los medios online. Algo similar a lo que sucede, por ejemplo, en las redes sociales, donde la gente se enzarza muchas veces en conversaciones estériles y algunos entran exclusivamente a insultar. Yo, por regla general, lo suelo ignorar, a no ser que sea un ataque muy, muy personal, y por supuesto, que el que me ataque tenga nombre y apellidos y me pueda referir a él por su nombre. Si no, lo suelo ignorar, pero como ignoro si voy por aquí mismo, por esta calle –que por cierto se llama como yo, la calle Villanueva–, si voy por la calle Villanueva y veo que alguien de frente me increpa, me insulta, me ataca, pues me cambio de acera. Pienso que estoy delante de un desequilibrado y que lo mejor que puedo hacer, y lo más sabio, es apartarme de él. Pues en las redes sociales hay que hacer lo mismo. De todas maneras, como todo el entorno de las redes sociales y de los vídeos online está muy impregnado, sobre todo en el ámbito político, de activismo profesional, eso es lo que perturba. Es decir, hay una serie de comunicadores y difusores de información que no trabajan para su audiencia. Trabajan para partidos políticos o intereses políticos en su conjunto. Lo tratan de vender como una amenaza real, inmediata, y que por supuesto, esa amenaza quedará conjurada en el momento en el que su gente llegue al poder.
P.- Hay mucho abanderado de la libertad que está afiliado a un partido político.
R.- Hay demasiada gente. Afiliarse a un partido político no es tanto el problema. Hay gente que considera que eso es una buena manera de participar en política. El problema está en el activismo profesional. Yo conozco a afiliados a partidos políticos que se duelen de lo que hace o dice su propio partido y te dicen: «Bueno, es lo que hay». El activista es distinto, el activista es un profesional o alguien que quiere ser un profesional de eso. Vivir de eso, vivir de generar crispación, odio, división entre los demás. Cabalgando sobre el insulto, el infundio, etcétera. Eso es el activista político. Luego tenemos también políticos en ejercicio que, part time, a tiempo partido, se dedican a hacer activismo. Ahí está el ministro de Transportes, Óscar Puente, u otros que hay en otros partidos políticos que ya son verdaderos entusiastas del activismo.
P.- Nos vimos por última vez –o la gente más bien vio la entrevista por última vez cuando se publicó– el 16 de enero de 2023.
R.- Pues sí ha llovido, sí, desde entonces.
P.- Si esto lo ven los espectadores en el día de su publicación, si nada cambia, lo van a ver el 17 de octubre de 2025.
R.- Pues sí, casi tres años después.
P.- Sí. Yo llevo la misma chaqueta. Me he fijado, porque aparte la ha elegido específicamente para llevar la misma chaqueta. Tú llevas ahora un polo verde.
R.- Llevo un polo verde porque estamos todavía, no en verano, pero está haciendo un tiempo muy bueno en Madrid en estas fechas y bueno, puedo ir en manga corta.
P.- Y sabes bien que aquel día te hicimos una pregunta, y hoy la volvemos a repetir, que es la que hacemos siempre aquí en El purgatorio antes de empezar, en este prólogo de la entrevista, que es cuál es tu relación con la fe, con la con la fe entendida de cualquier modo.
R.- Con la fe religiosa quieres decir, claro.
P.- Sí, claro.
R.- Bueno, mi relación de fe es inexistente porque yo no tengo fe. No soy religioso. Ya te expliqué en aquella ocasión que a mí no me bautizaron mis padres y, por lo tanto, nunca he tenido religión y yo no la he adquirido con el tiempo. La fe es, digamos, un llamado que sobre mí no se ha hecho. Ahora la relación con la religión es buena, es decir, me gusta, me gusta estudiar las religiones como fenómeno cultural, histórico. Tengo respeto a las religiones, obviamente. No a todas. Cuando derivan en sectas destructivas, pues evidentemente mi respeto se esfuma, pero a religiones bien organizadas ¿por qué no les voy a tener respeto? Me parecen una expresión cultural fascinante del ser humano. Es más, como ya te dije en aquella ocasión, ¡ay!, de la comunidad humana que pretenda vivir sin religión. Es decir, creo que es… Te parecerá mentira que te lo diga alguien que no la tiene, pero me parece un tanto arriesgado que una comunidad pretenda vivir sin ningún tipo de religión. La clave está en que esa religión esté bien organizada.

P.- Sí, porque a veces se quieren derribar unos dioses, pero para poner otros.
R.- Correcto. Para buscar religiones de sustitución, como lo que sucedió en ciertos países socialistas del este de Europa. El caso de Albania, que se eliminó, en este caso, el islam, que era la religión mayoritaria en Albania –también había cristianos– para sustituirlo por el culto al partido y al líder máximo que era Enver Hoxha. Y el resultado era, pues, ese reino del absurdo y el desconcierto que era la Albania comunista.
P.- Fernando Díaz Villanueva. bienvenido a tu calle y a esta entrevista; bienvenido a El purgatorio, gracias por estar con nosotros en esta segunda ocasión, casi tres años después. Aquí seguimos, dando la batalla.
R.- Tú has crecido bastante. Yo sigo siendo el mismo en esencia.
P.- En altura, dices o…
R.- No, has crecido profesionalmente. Yo sigo siendo el mismo, un poquito más calvo, un poquito más viejo, pero tú has crecido mucho, Carlos. Ahora te has consolidado como un gran presentador en estos años. Cuando yo te conocí, pues eras…
P.- Bueno, fuera de broma es que era la cuarta o quinta entrevista que yo hacía aquí en El purgatorio.
R.- Yo había visto lo que habías hecho hasta ese momento y me parecía que tirabas bien las entrevistas y las sabías hacer, pero lo que has hecho a lo largo de estos últimos tres años ya sabes que, como dirían, son el todo Madrid. Es decir, el Madrid periodístico habla de ti y habla muy bien de ti.
P.- Como diría –es una frase que a mí me gusta mucho– José María Aznar, estamos trabajando en ello.
R.- Con la boca cerrada.
P.- Sí porque como Aznar no mueve el labio de arriba, y aparte ahí lo hizo con acento tejano, que fue con esta comparecencia…
R.- Sí, es cuando estaba aprendiendo inglés. Se sugestionó. Claro, el acento de Texas es el mejor.
P.- Estaba con Bush y salieron de una reunión o algo. Y el hombre se vio que que quería tener acento tejano, pero hablando español. Entonces dijo esto. «Estamos trabajando en ello». Bueno, Díaz Villanueva, que no es tejano, es madrileño. Al parecer estamos, como digo, en su calle, porque THE OBJECTIVE está como antes estaban los periódicos, antiguamente, otrora, en el centro de la ciudad. Estamos aquí –esto queda muy cursi– en pleno corazón de la ciudad. A un paso del Retiro, a un paso de la Puerta de Alcalá, aquí está THE OBJECTIVE y aquí está Fernando con un nuevo libro que se llama Contra el pesimismo. Lo edita HarperCollins. El triunfo de Occidente y de la civilización que forjó un mundo mejor. Aquí está Contra el pesimismo. Tú eres un optimista casi de naturaleza, de nacimiento, casi desde los albores.
R.- Bueno, siempre he sido optimista, nunca he sido amargado. Es decir, hay gente que nace amargada, y que está siempre amargada, y que todo le parece mal, y que se levanta de mala uva, y que se acuesta de mala uva, y que a la primera de cambio monta un número. Hay gente que es así. Yo creo que los has conocido tú como los he conocido yo a lo largo de mi vida. Yo soy lo contrario. Yo soy de un carácter más o menos dulce, fácil de llevar. Es menos habitual que me enfade. Evidentemente algunas veces sucede. No suelo, por regla general, angustiarme, pensar que esto va a ir a peor, esto va a ser el final… Tengo ya unos cuantos años encima. Tengo tres más o casi tres más que la última vez que vine. Ya tenía unos cuantos. Y a lo largo de mi vida, pues claro. Evidentemente la vida me ha golpeado, pero siempre he tratado de sacar lo mejor. Eso en la parte personal. Y eso, si nos lo llevamos a la sociedad en su conjunto, y cuando hablo de sociedad es todo el mundo, a mí me pueden decir pues este país va muy mal o este país tiene muy pocas perspectivas. Puede ser, sí, concretamente ese país, pero la especie, que es lo que me interesa a mí, yo soy humano y evidentemente nada humano me es ajeno. Así, parafraseando al clásico, pues con respecto a la especie humana, soy optimista, pero es lo que me dice la historia. Lo soy de manera racional, fundamentada. No es un capricho, ni una locura, ni pretendo epatar, aunque lo parezca, teniendo en cuenta la cantidad industrial de pesimismo que se difunde hoy por los medios de comunicación y desde las terminales políticas.
«España es mucho mejor país que hace 100 años, mucho mejor país que hace 50 años»
P.- Yo he de decir, si vale de algo, como parte del sector joven de la población en España, que me hallo en un momento especialmente pesimista. Pensemos en vivienda, el colapso demográfico, la baja natalidad del país… Pues si empiezas a escuchar cosas del cambio climático, ya te vienes abajo. La decadencia de la clase política, los sueldos que no llegan… Uno tiene poca confianza en el futuro y lo vienes a decir en el libro. Es curioso cómo es el sector más joven posiblemente de los más pesimistas, cuando deberíamos tener, ya que tenemos toda la vida por delante, una visión, al menos de la vida, mucho más optimista, mucho más alegre.
R.- El pesimismo, o cierto pesimismo, es razonable en alguien de 90 años, porque esto se acaba, y hay que ser moderadamente pesimista. No queda mucho, aunque, oye, con 90 años, si has llegado hasta allí es para al menos estar contento de haber llegado hasta los 90 años y tratar de apurar tus últimos años de vida lo mejor posible. Pero que alguien de 20, de 19 o de 25 años sea pesimista no tiene mucho sentido, a no ser que sea algo personal que a él realmente la vida le ha castigado mucho y que sea pesimista desde el punto de vista individual. Pero, de forma social, ser pesimista no tiene fundamento. Por cómo ha mejorado el mundo y más concretamente España. España es mucho mejor país que hace 100 años, mucho mejor país que hace 50 años. Es decir, estos problemas que tú me dices ahora. El desempleo, cuando yo tenía tu edad, era más alto. El problema de la vivienda, cuando yo tenía tu edad, era implanteable comprarse una vivienda para alguien de 25 años. Implanteable, que no nos cuenten milongas. Y yo tuve 25 años en los años 90, a finales de los 90. ¿Qué más cosas me has dicho? Lo del tema de la ecología. Sí, este es un elemento nuevo, el catastrofismo climático que se incorporó en esa misma época. Es decir, yo empecé a oír por primera vez lo del calentamiento global en esa época, cuando yo era un veinteañero a raíz de aquel protocolo de Kioto. No sé si habrás leído el libro gordo de la capa de ozono.
P.- Que además desapareció de nuestra conversación. Yo estaba muy preocupado por la capa de ozono y ya dejé de estarlo.
R.- Recuerdo que si utilizabas, estando yo todavía en el bachillerato, un desodorante de spray, alguno te lo decía. «Cuidado, el CFC, la capa de ozono». Luego se dejó de hablar del tema. Es decir, que los problemas que tenía mi generación, la nacida en los años 70 son los mismos que tiene la actual, con la diferencia de que ahora es el mundo es mucho más rico, nuestro país es mucho más rico. Tú, por ejemplo, puedes irte a vivir a 27 países, los 27 países más ricos o estar entre los más ricos del mundo. Simplemente, eso no lo podía hacer mi padre, tenía que emigrar con permisos, con visados, etcétera. No lo podía hacer. Simplemente, no hay mucho más. Yo cuando tenía veintitantos años, ya se podía salir. Acababa de entrar en vigor el Acuerdo de Schengen y tal. Los vuelos no eran tan baratos. Hoy te plantas en Ámsterdam o te plantas en Bruselas o en Berlín por muy poco dinero. Y no hablo sólo de Ryanair, sino de las compañías aéreas y las compañías como Iberia o como Lufthansa.
Creo que no somos conscientes de que hasta los años 90 el avión era un transporte para ricos. Hoy es un transporte para todo el mundo. Luego, si alguien de 24, 25, 26 años quiere empezar una carrera en Alemania o en Dinamarca, puede hacerlo. Lo único que va a tener que aprender alemán o danés o inglés, por supuesto. Pero es lo suyo. Si has estudiado una carrera, ¿cómo no vas a aprender otro idioma? Así que todos esos problemas de los que hablas… El envejecimiento, la natalidad se desplomó en España a principios de los 80. Esto es un problema de ola larga. No es de ahora. No es que dejaran las mujeres españolas de tener hijos hace cinco años, es que empezaron a tener menos hijos. A finales de los 70, principios de los 80, llegado un punto, se bajó por debajo de la tasa de reposición, que son 2,1 hijos por mujer. Y desde entonces, nos mantenemos en natalidades muy bajas. Pero España no es única. Le sucede a Francia, le sucede a Alemania, le sucede al Reino Unido, le sucede a Italia, lo sucede a los Países Bajos. Forma parte, digamos, de una dinámica demográfica que se verifica allá donde una sociedad se desarrolla. Los propios países del llamado tercer mundo, una de las cosas que estamos viendo es cómo están moderando su crecimiento. Países de Centroamérica. Es el caso de Guatemala, países de Sudamérica que tenían unas tasas de fertilidad altísimas. Hoy están justo por encima de la tasa de reposición, ¿dónde estarán en diez años? Dentro de diez años, seguramente ya por debajo. Lo mismo se puede ver en los países de África que más han prosperado. Es decir, que esto no es una cosa exclusiva de la Unión Europea o de Europa. Es todo país que entra en un ciclo de desarrollo: automáticamente la natalidad desciende. ¿Eso es bueno o malo? Bueno, lo ideal sería que se mantuviese la tasa de reposición. Es inevitable, pero es posible que dentro de 100 años la población sea menor, que hace que… hoy. Hoy hay 8.000 y pico millones de habitantes. A lo mejor es de 7.500 millones de habitantes.

P.- También lo llegas a decir en el libro. Al principio el temor era: vamos a superar los 5.000 o 6.000 millones.
R.- El temor era la superpoblación, la bomba poblacional. Eso era con lo que machacaron a varias generaciones, incluida la mía, en los años 70, 80, 90, y todavía a principios de este siglo estaban con la matraca. El desafío que tienen las sociedades humanas, no las europeas, las humanas en el futuro, es si vamos a ser suficientes. Bien, una buena parte del trabajo que hacemos lo harán máquinas de la misma manera que una buena parte del trabajo que se hacía en 1800 hoy lo hacen máquinas, no olvidemos. Es decir, ya sé que llama mucho la atención esto de la inteligencia artificial ahora, pero lo del ser humano es la historia de cómo ahorrarse trabajo y endosárselo a un sistema automático. Es tan antiguo como… pues desde que se empezaron a domesticar animales, desde que se inventó la rueda. La idea es antes de inventarse la rueda había que llevar las cosas a la espalda.
P.- Pero también hay un nuevo temor al futuro. Esto es como los luditas del siglo XXI.
R.- Son muy antiguos los luditas. Reciben ese nombre por un personaje un tanto mítico llamado Ned Ludd desde el siglo XVIII, aunque se le recupera a principios del XIX en Inglaterra. Los luditas siempre han estado presentes. En todas las fases de la industrialización desde el siglo XIX han estado presentes. Es normal que los tengamos ahora mismo.
«La clase política siempre es mala»
P.- Los luditas –lo digo para gente que esté más perdida– eran aquellos que estaban en contra de la maquinaria…
R.- Sí , que la destruían literalmente. Incendiaban los telares porque consideraban que le estaban quitando trabajo. Decían que, claro, si hacían el trabajo las máquinas, esos telares automáticos, ellos se morirían de hambre. La cuestión es que 50 años más tarde, todos los telares del Reino Unido eran automáticos. Incluso mucho mejores que aquellos que estos luditas destruían. Y nadie se había muerto de hambre. Todo lo contrario. La población no había hecho más que crecer. Y el ingreso medio del británico del año 1870-1880 era sustancialmente más alto que el de 1810-1820, que es cuando fue el punto álgido del ludismo.
P.- Decías lo del optimismo y decías que España es un país mejor que hace 50 años. ¿En la clase política también España es un país mejor que hace 20 o 30 años? También existe esa corriente de pensamiento.
R.- Es igual de mala, claro. La clase política siempre es mala.
P.- ¿Es peor que antes?
R.- Yo creo que es igual de mala. Ya sé que ahora se ha puesto muy de moda lo de santificar a Felipe González, por ejemplo, pero yo sí recuerdo el gobierno de Felipe González. Hablábamos, o se hablaba en aquel entonces, del felipismo y todas las maldades eran posibles en esa época. Había casos de corrupción, escúchame, a punta pala. No hay más que ir a mirar la hemeroteca. El problema es que siempre tendemos a pensar que vivimos un momento único. Y no es verdad. No es cierto. No vivimos un momento único. Esencialmente, todo lo que sucede ha sucedido ya de alguna u otra manera en el pasado. Una de las cosas que hacen los historiadores, –y yo, por formación, lo soy; soy periodista, pero tuve formación de historiador y me gusta mucho la historia, y este esencialmente es un libro de historia– es que tendemos a pensar por analogía. Cuando ves un problema, lo primero que haces es ver si en el pasado se presentó un problema igual, similar o parecido. Y cómo la comunidad humana en cuestión lo superó. O directamente el problema les enterró. Y empiezas a pensar: ¿esto ha sucedido antes? Es lo primero que te planteas. ¿Esto ha sucedido antes? Claro, este ejercicio –que lo puede hacer cualquiera, no hace falta ser historiador ni divulgador histórico como yo– te permite desdramatizar bastante. Porque sí, claro, esto ha sucedido antes. Ahora está muy de moda entre la derecha identitaria, al menos en Madrid, criticar que el metro está lleno. Supongo que habrás leído los tuits. Comentemos.
P.- Comentemos esto.
R.- Sí, la derecha identitaria más asalvajada.
P.- Tú hace unos días tuviste una polémica. Bueno, no: tú, tú estabas implicado pero tú no tenías nada que ver. Pusieron unos tuits…
R.– Me fueron a perseguir, directamente. Si quieres comento este tema. Está muy de moda decir que el metro está lleno. El metro de Madrid es uno de las redes de metro más grandes de Europa. Debe de tener como 300 kilómetros de longitud. En fin, ha ido creciendo con la ciudad, tiene más de 100 años de antigüedad y es un metro que, en líneas generales, es muy bueno. Y cuando viajamos al extranjero, lo valoramos bien.
«Detrás de esta ola de pesimismo, lo que hay es interés político. No hay mucho más»
P.- Como casi todo.
R.- Bueno, pues resulta que esto es empezar a sacar fotografías. Es el activismo político de siempre, tratando de desvirtualizar el mantra poniendo una foto, poniendo un vídeo. El mantra del activista, el mantra ideológico. Y tratando de hacer ver que efectivamente, que el metro no se puede ni bajar.
Yo tomo el metro prácticamente a diario y lo he tomado durante toda mi vida. Todavía tengo recuerdos frescos de cuando era niño y me iba con mis padres y me quedaba mirando como hipnotizado el túnel y estaba deseando que llegásemos a la estación. La cuestión es que si vamos al pasado, encontramos que el metro siempre estaba lleno. Se construyó para eso, se construyó para que se llenase. Podemos encontrar imágenes del metro de Madrid, abarrotado en ciertas ocasiones, en ciertas estaciones y en ciertas líneas, desde que el metro se abrió en 1919. Pero este activista trata de hacer ver que es algo único, con la idea de endosárselo concretamente a la inmigración hispanoamericana y utilizar esto políticamente. Culpar a Isabel Díaz Ayuso, que supuestamente ella, ella sola, ha llenado Madrid de hispanoamericanos.
Hispanoamericanos en Madrid hay desde hace 30 años. Hace 20, ya estaba la ciudad llena. Lo que han traído los inmigrantes hispanoamericanos a Madrid, a toda España, ha sido trabajo esencialmente. Y al tener una cultura tan similar a la nuestra, su adaptación ha sido muy buena. Recuerda que el atentado aquel de ETA del año 2006, el de la T4, que volaron estos desgraciados un parking, un aparcamiento. Mató a dos personas y eran dos ecuatorianos que estaban haciendo noche porque querían tomar un avión a Ecuador, en el año 2006, hace 20 años. Esto, claro, decírselo a un crío de 19 que ni había nacido todavía entonces y que está siguiendo las consignas de un partido político muy concreto, pues quizá le cueste, pero ya estaba lleno de hispanoamericanos. Y más va a haber, porque alguien tiene que hacer los trabajos que los españoles dejan de hacer porque se jubilan y no hay suficientes. En la parte de abajo no hay suficientes jóvenes para desempeñarlos. Mientras lleguen aquí, cumplan las leyes, sean respetuosos con la ley… Las ciudades son de quienes las habitan. El Madrid del año 2025-2026 es de quien lo habita. El Madrid de 1915 era de quien lo habitaba; y era una ciudad, la de 1915, que nos parecería extraña, tremendamente extraña a nosotros, no digamos ya el Madrid del año 1615. Conoceríamos, quizás, si conocemos bien la ciudad, el entramado o la trama urbana del centro y ya, pero el resto nos parecería todo sorprendente. ¿Estos son realmente mis antepasados? El pasado es un lugar extraordinariamente incómodo. De ahí que el el activista lo que trata es de aplanarlo para utilizarlo políticamente, porque detrás de esta ola de pesimismo lo que hay es interés político. No hay mucho más. Es interés político para hacerse con el poder y permanecer en él. Simple.
P.- ¿Interés político de quién?
R.- Pues de operadores políticos, de partidos, sindicatos, ONG que viven del presupuesto, mantener la inquietud de la gente para sentirse necesarios.
P.- Por ejemplo, al presidente del Gobierno le viene bien que la gente esté pesimista.
R.- El presidente del Gobierno lo que quiere es que la gente tenga miedo. A lo que viene, ya sabes…
P.- Miedo a lo que viene.
R.- La derecha, el no sé qué, el no sé cuántos… Bueno, de hecho su activismo es de muy bajo nivel y es «como no gobernemos nosotros, las mujeres morirán –poco menos– a manos de sus parejas». «Como no gobernemos nosotros, los homosexuales tendrán que salir huyendo de aquí». Cosas así de, ya digo, de muy bajo nivel, muy simplonas. Pero es que en el otro lado también encontramos activismo lamentable, con mentiras, con aplanamiento de los hechos, con aislamiento en una serie de mantras muy concretos, dirigidos casi siempre a la gente joven. Porque claro, a mí que me digan con la edad que tengo, con medio siglo encima, que el metro de Madrid está lleno… Pues a ver, Carlos, les diría siempre lo ha estado, desde que yo tengo uso de razón, pero claro, se lo dicen a uno de 19 años que ni siquiera vive en Madrid, que quizá no ha bajado nunca al metro y se fascina. Ve la imagen de un andén lleno de gente, jugando además con ciertos sesgos xenófobos. «Fíjate, son todos hispanoamericanos» o «son todos norteafricanos» Eso enlaza con una de las teorías de la conspiración más habituales en la derecha identitaria, que es esta del gran reemplazo. Que esto, no es que los europeos nos dejásemos de reproducir hace ya unas unas cuantas décadas, sino que esto obedece a un plan, obedece a un plan de unos malvados. Luego siempre, además, o casi siempre, aparece algún judío por ahí. Ya sabéis que los judíos se la llevan de una manera u otra, y en esto también. Y redirigir la energía de esta gente joven para que los que han creado todo esto y los que ponen todo esto en marcha se hagan con el poder o en el caso de que lo tengan, lo retengan, que es de lo que se trata.
P.- ¿Si te digo la palabra identidad…?
R.- La identidad existe. El problema de la identidad, o la ventaja de la identidad, es que es individual. Tú tienes una, yo tengo otra, Yo tengo la identidad de Fernando Díaz Villanueva, tú la de Carlos Padilla. Yo tengo una identidad que me ha ido creando mi biografía, empezando por mi lugar de nacimiento, mis padres, los viajes que he hecho, los estudios que he tenido, la gente que he conocido, mis experiencias vitales, mis lecturas, mis gustos personales… Eso conforma mi identidad. No existe nada parecido a una identidad única. Mi identidad no la no la conforma el hecho de que yo haya nacido hombre, en absoluto. Mi identidad no la conforma el hecho de que yo haya nacido español. En absoluto. Forman parte de mi identidad esas cosas, pero una parte, sin más ni más. Bien, esta gente lo que necesita es fijar las identidades desde arriba. Un español es esto.
P.- El buen español.
R.- El español. El resto no son españoles. Si es que esto lo hemos vivido ya. De nuevo, vamos a hacer analogía. Es que estos brotes identitarios, estas identidades asesinas, la misma luz, las hemos vivido ya. El español auténtico es el tipo que le gustan los toros, que le gustan tales canciones o tal música, que le gusta esta gastronomía, que hace tal cosa, que viste de esta manera… Y el que no entre en eso, no es español.
P.- Bueno, esto se decía y se ha dicho últimamente en la comparación que a veces se hacen cuando se dice, por ejemplo: «Hay que exigirle el conocimiento del idioma al que viene de afuera». Esto lo ha dicho gente de gente de Vox, que habido algunos analistas que han dicho bueno, básicamente esto es lo que pide gente como Silvia Orriols. Siempre el idioma como condición de la identidad catalana o de la identidad española.
R.- Pero si el idioma lo vas a aprender igual. Yo paso muchos meses al año en Inglaterra. Yo voy allí y evidentemente nadie me entiende en español, a no ser que sean mis amigos españoles de allí, algún mexicano o algún colombiano que me encuentro. Pero si no, me tengo que entender con la gente en inglés. Estoy, digamos, forzado por las circunstancias a aprender inglés. Pero es que si mañana me fuese a vivir a los Países Bajos, bueno, con el inglés me sería muy útil, pues es una lengua franca muy útil en los Países Bajos, pero si paso mucho tiempo tendré que aprender neerlandés. No me quedará más remedio. No hará falta ni siquiera que me obliguen.
Ahora bien, que para conseguir la nacionalidad, como tienen que fijar una serie de condiciones, pongan esta de la lengua. Pues vale, correcto, ya está. Tampoco me parece mal. Vamos, que alguien que quiera después de diez años conseguir la nacionalidad, pues les hagan un test de español. Pero a esas alturas cualquier inmigrante que no sea ya hispanohablante habla el español, aunque sea por el día a día. Si has venido a trabajar necesitas aprenderlo. Quizá al principio no lo sepas muy bien, pero como yo veo, por ejemplo los amigos que tengo en Cambridge, que algunos de ellos llegaron con lo puesto hace unos años y con un nivel de inglés muy bajo. Hoy lo hablan de manera muy fluida porque vieron que la manera de prosperar en aquella sociedad era hablar bien inglés. Nadie les tuvo que obligar. Se obligaron ellos mismos. A partir de ahí, como en todo, aprender un idioma. Si somos capaces de aprender el chino, ¿cómo no vamos a ser capaces de aprender el español? Estamos hablando de inmigrantes, qué se yo, que llegan de, en el caso de España, más que de España y de muchos sitios, pero el norte de África, por ejemplo. Los hispanos ni siquiera tienen que aprender español porque es su lengua madre. Así que ahí no tenemos tampoco el tema del idioma, y culturalmente hablando es que son muy parecidos. Yo he vivido en Hispanoamérica, sé lo que me digo. Son muy parecidos, son culturas muy similares a la nuestra, porque provienen de unos virreinatos españoles que hubo allí durante tres siglos. Entonces, por fuerza no es casual que la gran emigración española del siglo XIX y principios del XX se dirigiese hacia allá. Había comunidades españolas en Buenos Aires, pero no en Nueva York. No había una Little Spain en Nueva York. Porque, ¿para qué van a ir a Nueva York pudiendo ir a Buenos Aires, teniendo ya el mismo idioma? Y quien dice Buenos Aires dice Montevideo o La Habana, donde también había una comunidad de hispanohablantes que llegó curiosamente después de la independencia de la isla, ya a principios del siglo 20.
P.- ¿Crees que hay una, digamos, una derechita en España con un ramalazo de cierta xenofobia?
R.- Sí, claro que la hay. Yo pensaba que no la había. Es decir, ha sido una de las sorpresas de los últimos años. Yo pensaba que no la había.

P.- ¿Y qué te hizo ver la luz?
R.- Bueno, lo que me ha hecho ver las cosas. Yo procuro ver lo que tengo delante e interpretarlo de la manera más honrada posible. Yo pensaba que eso no existía en España, que era algo de cuatro, pero no son cuatro, son más. Y además viene alimentada esa xenofobia directamente desde un partido político con presencia en las Cortes. Entonces, claro, disponen de presupuesto, disponen de un activismo bien financiado, etcétera, en el que han utilizado, en este caso, la delincuencia como punto de apoyo para mover esa xenofobia, justificarla. Eso lo estamos viendo ahora.
P.- ¿El partido es Vox?
R.- El partido es Vox.
P.- Estos te han dado mucha caña en redes sociales.
R.- Bueno, me la dan de vez en cuando. Me tiene un poco harto porque no sé si son conscientes de que yo, si me vienen a atacar, respondo.
P.- Tú la otra mejilla no la pones.
R.- No la pongo. No, no, no, no la pongo en absoluto. Yo les ignoro, pero si me vienen a atacar, respondo. Con esto no estoy diciendo que todo el mundo en Vox sea así. Evidentemente, hay de todo, y conozco gente que vota a Vox y que y que incluso milita en aquel partido y es gente encantadora, y que incluso en ocasiones se duelen por cierta deriva que ha tomado el partido en los últimos tiempos. Pero me consta que se han organizado varias «cacerías» y me han tocado dos de cabeza. Una que está teniendo esta misma semana y la otra hace unos meses a raíz de una crítica que hice a Donald Trump por subir los aranceles. Lo tomaron como algo personal, porque es que, claro, Santiago Abascal se había hecho una foto, no sé si era con Elon Musk en Washington, y les pareció indignante. ¿Cómo puede ser que critiques a Donald Trump? Es criticar a nuestro Santi. Hasta ahí podíamos llegar.
P.- Lo que no entienden contigo es que a ti las campañas te afectan poco o nada, porque tú eres tu propio jefe.
R.- Claro, el tema es que aquí en España se ha acostumbrado o se acostumbra mucho a silenciar a los periodistas, porque es relativamente fácil hacerlo. Por varias razones. La primera es porque los periodistas, por regla general, trabajan para alguien, para un editor. Basta una llamada al editor para que a esa persona, a la calle. Todo el mundo teme perder su empleo. No es mi caso. El editor de la Contracrónica soy yo, y llevo una vida muy sencilla y muy tranquila. Soy yo solo. No tengo contratado a nadie. Soy un simple autónomo que todos los días de forma artesanal, hace un programa de radio y lo distribuye a través de iVoox y de YouTube. ¿Podría ir más lejos? Sí, pero con esto me basta y me sobra. Tengo mi comunidad, mis contraescuchas, a los que adoro y trabajo para ellos. Eso por un lado. Luego por otro, no te voy a decir que soy incorruptible, porque nadie es incorruptible del todo. Pero soy difícilmente corruptible. Es decir, a mí no espero que me den nada ni lo quiero. Yo quiero vivir de mi trabajo con la cabeza alta, nada más. No quiero que me den esto, que me den lo otro, que me den sobres. Sé que hay mucho periodista que se corrompe y que lo ha hecho siempre. De nuevo, esto viene desde que se inventó el periodismo. Son los famosos periodistas tarifados. Ni quiero un puesto en una tertulia, ni quiero nada de esto, ni que me den artículos aquí o allá. Yo con mi actividad que me da para vivir de la manera en la que me gusta a mí vivir, que es de forma sencilla. Vivo en una casa pequeñita, tengo una bicicleta y una vida tranquila, me dedico a leer y a mis cosas y a preparar mis programas y a bueno, pues algunas aficiones que tengo, como hacer fotografías o ver películas o tal. Ya está, no necesito más y no quiero que me coloquen en tal tertulia. Yo no voy a saraos, no me verás en ningún sitio.
P.- No voy a saraos, ja ja ja.
R.- Ni uno, cero. Yo como olisquee el sarao de lejos, no aparezco. Si me llaman para dar una conferencia, voy, evidentemente. Si me piden que participe en una mesa redonda, pues participo. Ya está. Algunas veces pues ya sabes, las conferencias se pagan y otras veces no, entonces pues ya tienes que ver si te compensa, no te compensa, sobre todo si la conferencia es muy lejos. Si es para estudiantes, por supuesto, a esos no les pido nada. Pero si te llama una empresa para dar una conferencia, pues obviamente sí que cobro, pero como cualquier conferenciante, pero que no es lo que me mueve. Obviamente el dinero a muchos periodistas les mueve, eso no es mi caso. Voy en pantalón corto del 15 de abril al 15 de octubre. Tan a gusto. No tengo necesidad de tal. No me interesa conocer a ningún político, ni entrevistarle, ni comer con él, ni nada de eso.
«Por ‘La contracrónica’ solo pasa el político que ha dejado la política»
P.- ¿Tú no tienes amigos en política?
R.- No, no tengo.
P.- ¿Ni uno?
R.- Tuve en el pasado alguno, un alcalde en concreto. Pero hace ya muchos años de esto. ¿Alguno conocido? Sí, claro. Al final, yo hasta que me pude poner por mi cuenta, tenías que estar en relación con políticos. No te queda otro remedio. Te lo mandaba el jefe y te decía «Tienes que entrevistar a fulano». Pues entrevistabas a fulano. A una rueda de prensa de mengano, ibas a la rueda de prensa de mengano. Lo que nunca he hecho es mamonear con ellos. Jamás. Nunca en la vida, ni me he dejado ver en su compañía, ni la busco. De hecho, la rechazo. Por La Contracrónica solo pasa el que ha dejado la política. Nunca, jamás en la contracrónica he entrevistado a un político –a no ser que lo haya dejado–. A Begoña Villacís, que es, por lo demás una gran persona, vino, pero cuando ya no estaba en política. Juan Carlos Girauta Lo entrevisté justo en ese periodo en el que…
P.- Estaba ahí de partido a partido.
R.- Todavía no había entrado en el otro. Recuerdo en ese programa que me dijo: «No, no, la he dejado para siempre». Unos meses más tarde creo que había entrado en Vox. Así que nada. Pero eso es todo lo que todo lo que hay. Tampoco políticos extranjeros. Simplemente no lo hago. Puedo permitírmelo pues porque tengo una vida sencilla. No lo sé. Si quisiese tener un Lamborghini, pues igual necesitaba más. Pero no lo quiero tener. Así que pueden organizarme las campañas que quieran. Estoy a bien con Dios y con los hombres –y con Hacienda, que es lo más importante–. Nada más. No, no van a encontrarme tampoco historietas raras, ni golferías ni nada de esto, porque no soy yo golfo. Vamos, entiendo que los haya, pero no es mi caso. Así que no me pueden presionar por ahí. Esa es la razón por la cual cuando vienen a atacarme, me defiendo. Simplemente.
P.- Haces bien en defenderte y responder.
R.- Hay que ser valiente en esta vida, ¿no?
P.- Totalmente. Este Contra el pesimismo también me ha gustado porque es una celebración de Occidente. Como hemos dicho al principio de la entrevista, estoy ciertamente cansado de que se vayan repitiendo constantemente estos títulos de «la caída de Occidente», «el desastre de Occidente», «el hundimiento de Occidente»… A mí me gustó aquello que dijo Borrell, no sé si lo recordarás, que después le cayeron un poco de hostias por aquello, esto de que Europa era como un césped y fuera estaba la jungla, o algo por el estilo. A ver, no quiero que nos tomemos todo al pie de la letra, pero… Pero yo entendía lo que quería decir Borrell, y posiblemente a mucha gente le moleste el taponcito de la botella cuando va a beberlo y tal y cual. Pero aún así deberíamos ser conscientes de que vivimos posiblemente en el mejor de los lugares de este planeta.
R.- Vivimos en el mejor mundo posible, y dentro de ese mejor mundo posible, vivimos en el mejor lugar, que es el Occidente de nuestra época, del primer cuarto del siglo XXI. No sé cómo será el último cuarto del siglo XXI, pero hoy por hoy, por calidad de vida, esperanza de vida… En fin, infinidad de cosas. Es que cualquier parámetro que tomemos, lo que nos vamos a encontrar es que somos extraordinariamente privilegiados. Esa es la realidad. Otra cosa es que haya gente que confunda su destino personal, es decir, yo estoy amargado y entonces, como yo estoy amargado, todo es malo. Es decir, que se acabe tu mundo no significa que se acaba el mundo. Simplemente. Haz el favor de sacar la cabeza de tu trasero y empezar a mirar lo que te rodea. Ya sé que a ti te van las cosas mal, pero eso no significa que le vayan a todo el mundo mal. Y eso es muy común en esto de que el mundo se acaba, Europa está perdida, tal cual. Otra cosa es que vivas tú con la angustia, pero esa angustia no la traspases a los demás. A mí, por ejemplo, la música esta de reguetón no me gusta. Vale, pero entiendo que haya gente que la baile. A mí me gusta la música clásica.
P.- ¿No te gusta Bad Bunny?
R.- No mucho, la verdad. Me parece un poco ruido, pero está bien que la gente la baile y esas cosas. A mí me gusta la música clásica desde que era niño. No es un gusto que haya adquirido de mayor. Bueno, mi padre es aficionado y esa afición la pillé, digamos casi por ósmosis, estando en casa. Y me gustan los compositores del siglo XVIII, algo del XIX, y es la música que esencialmente escucho cuando venía acá. Ahora camino en el metro, pues venía obviamente escuchando música, unos conciertos, tal, y es lo normal. Yo no quiero que todo el mundo escuche lo que escucho yo. Para mí me vale. Ni pienso que la música haya entrado en decadencia porque no se escucha a Johann Sebastian Bach como se debería. No, es mi gusto, yo no confundo, yo sé separar. Soy mayorcito como para separar el yo de los demás. Lo que es bueno para mí es bueno para mí, pero no tiene por qué ser bueno para los demás. Esa es parte del problema. Como yo tengo estas costumbres y estos hábitos… Y esto lo vemos tanto en el identitario de izquierdas como en el identitario de derechas.
El identitario de izquierdas, como él dice que va en bici, que luego la verdad es que no va, pero bueno, dice que va en bici, pues todo el mundo tiene que ir en bici. No. Yo voy en bicicleta por Madrid, pero porque me gusta, porque me encanta pedalear, porque me gusta, me da mucha libertad, puedo llegar a cualquier sitio, etcétera. Pero no quiero obligar a todo el mundo a ir en eso. O como fulanito de tal es vegetariano, considera que todos tenemos que ser vegetarianos. No, hombre, no. Eso está bien para ti. Correcto. Adelante. Sé vegetariano. Come solo lechuga y tofu y estas cosas. Magnífico. Me quito el sombrero. Hasta incluso, quién sabe, alguna vez te pida una receta. Pero no intentes obligarnos a todos. En el identitario de derechas lo que vemos es que su estilo de vida se lo quiere imponer a los demás, porque considera que es el único estilo de vida posible. El resto están todos equivocados. Ese es el problema. Hay una sociedad, una sociedad abierta. Es una sociedad en la que todos cabemos, es una sociedad plural, diversa. Yo creo que el gran éxito de Occidente, uno de los grandes éxitos, por lo menos a título individual, es vivir en sociedades diversas en las que nadie te está preguntando de quién eres, ni de dónde vienes, ni ni que gustos tienes. La base del orden liberal es esa. Una ley para todos, pero que cada uno luego hace con su vida lo que le viene en gana.
P.- Esto creo que lo dijo Latorre en un momento, y después la frase se ha hecho más famosa. No referido a Europa, pero referido a Madrid. Concretamente decía que a Madrid uno viene a que le dejen en paz.
R.- A Madrid, uno viene a que le dejen en paz. Por eso los identitarios de ambos lados aborrecen tanto Madrid, si te fijas.
P.- Dos cosas que me han gustado, especialmente del libro, aparte del libro en general, que me lo he pasado muy bien leyendo.
R.- He procurado que fuese ameno.
P.- Se tratan muchos temas pero no hace falta ser doctor para conocer el tema, sino que se picotean yo creo que con la profundidad suficiente para entenderlo, para comprenderlo y para no ser un aburrido, un coñazo, que es lo peor que se puede ser la vida, un coñazo. Es lo peor. Hay dos temas que me han interesado. Uno es esto de la de la excepción de España, el excepcionalismo de España, la España a garrotazos. Somos los únicos en donde hay dos Españas, el país que tuvo un destino trágico, la España que se equivocó de no sé, de rey, de religión y de futuro. Esto es un fake.
R.- Es que es mentira.
P.- Es un bulo.
R.- No es que sea un bulo, es que es mentira abiertamente. España no es ninguna excepción, y le dedico el último capítulo y explico, hago cronología. La cronología, digamos, es como la estructura de cualquier historia. Vamos a los hechos y a colocarlos en su línea temporal, nada más. Pero los hechos, los hechos documentados. No hay nada en la historia de España que la haga excepcional. Na-da. Ni en la historia contemporánea, ni en la historia moderna, ni en la historia medieval, ni en la historia antigua. No, nada. No somos únicos. Nuestro país es un país europeo, del occidente europeo medio, sin más. «Pero nuestra historia es fascinante». Lo es, pero también lo es la historia de Francia. También lo es la historia de Italia o la de la historia de Gran Bretaña. La historia de los grandes países europeos son historias muy ricas, muy interesantes, llenas de momentos, digamos, estelares. Sí, claro, porque les tocó jugar, sobre todo a partir del siglo XVI, pues jugar, digamos, en las primeras ligas de la política mundial. Y eso hizo, pues que lo que son hoy países como España, Portugal o Francia o el Reino Unido, tuviesen un papel importantísimo en la historia universal. Pero no hay ni un solo acontecimiento. «España descubrió América». Bueno, sí, importantísimo. Pero también fue muy importante la Revolución Francesa o la Revolución Industrial. Tan importante como el descubrimiento de América.
P.- Es que hay dos facetas. Está la historia negra de España. Somos un destino trágico. Nos equivocamos de religión. Los reyes…
R.- Todo ha sido un error, sí.
P.- Error sin error. Y tal cual. Y después de la historia rosa, que viene a ser un poco. España es el gran país del mundo.
R.- Es lo mejor del mundo, sí.
P.- No nos hemos equivocado nunca. No hemos cometido ningún error como país. El pasado, todo es un aprendizaje continuo y tal y cual. Y no ha habido ninguna cosa de la que… No digo que haya que pedir perdón, pero hay que entender que igual no todo fue bonito, ni bello, ni bueno.
R.- Esto empieza en la propia definición de uno mismo. Alguna vez me han preguntado: «¿te sientes orgulloso de ser español?» No. «¿Te sientes avergonzado?» Tampoco. Ni orgullo ni vergüenza. Soy lo que soy por unas circunstancias de puro azar. Nací en España porque mis padres españoles y soy hijo suyo. Y nací en Madrid y me crié aquí. Ya está. Me gusta, evidentemente, la historia de mi país. Me gusta mi país. Considero que España es mi país y ya está. Pero sé que no es el mejor país del mundo, pero tampoco el peor. Este tipo de extremos, de excesos por un lado y por el otro –podríamos llamarlo «leyenda rosa», «leyenda negra»– se utilizan para incidir en ese pesimismo. El «está mal». Unos dicen: «Todo ha estado mal y por eso deberemos estar tristes». Nos equivocamos. Como bien has dicho, de religión debimos hacer la reforma, no hicimos la revolución y nos pusimos a guillotinar aquí a mansalva cuando tocaba, llegamos a América y todo lo que hicieron nuestros antepasados fue matanzas y masacres… Claro, cómo no sentirse mal, cómo no sentir vergüenza por ser español. Eso lo tenemos en la izquierda.
Y luego por el otro lado es: «No, no, todo se hizo estupendamente y lo que nos ha salido mal no es por culpa nuestra, es por culpa, qué sé yo de los judíos, de los anglos, de alguien que nos ha mirado mal. Y esos han provocado que, ya ves, nosotros que somos perfectos o nuestros antepasados que fueron perfectos se fuesen por el mal camino. En todo caso, algunos malos españoles que que trabajaron en contra de la patria». Claro, ambas historias son de una simpleza, de una impostura tal que yo no entiendo como siguen teniendo escuela a no ser que lo veamos a través del prisma político. Que tengamos a una izquierda y a una derecha, ambas ferozmente identitarias, tratando de apuntalar ese relato histórico, siempre con la misma idea. «Cuando nosotros lleguemos al poder, esto se va a solucionar. Empezará una nueva era». Vemos a unos diciendo: «Cuando lleguemos al poder, pues se va a acabar la vergüenza de ser español, porque vamos a crear una España nueva, va a ser progresista, resiliente, feminista y no sé cuántas cosas más». Y los otros: «Cuando nosotros lleguemos al poder, vamos a hacer una España verdaderamente genuina, orgullosa de sí misma, patriótica, bla, bla, bla». Vamos, lo de Franco, más o menos una cosa así, porque en esencia todo se ha hecho o se ha intentado hacer en alguna ocasión. Bien, ambas ideas, ambas versiones, ambos excepcionalismos, como ves, tienen origen y finalidad política. En el fondo, Carlos, la política, que es el mal personificado, siempre está detrás de todo. Y tratan de utilizar a la gente para eso.
«Cualquier identitarismo es muy dialéctico, necesita opresores y oprimidos»
P.- Y después de esta, antes de irnos ya al test final y ya nos vamos, el asunto de los oprimidos. Los oprimidos también liga mucho con el victimismo, que es una cosa que también está muy en boga últimamente. Ya vemos hasta hasta gobiernos que se proclaman víctimas o presidentes del Gobierno. Yo sé que lo fácil es decir que el poder está en el BOE, perdón, en las empresas en el Ibex, las empresas del Ibex y Florentino Pérez. Y esta cosa que queda muy bien para unos vídeos. Y no digo yo que no tengan poder, pero hombre, que presente o que no tiene un poder es una cosa bastante innegable. Ver a un presidente del Gobierno presentarse como víctima, o ver a un gran presentador de televisión pública presentarse como víctima de no sé qué ataques… Esta cosa de victimistas con poder es una cosa un poco… Y después está el tema de los oprimidos, que yo creo también rima mucho con con la victimización. Hay como diferentes grados de opresión y de oprimidos. Y hay oprimidos premium y otros que son como medio nivel.
R.- Aquí hay varios temas, Carlos. Por un lado tenemos a Pedro Sánchez, que esencialmente es un caradura. Él utiliza la victimización con la idea de dar pena, o provocar conmiseración entre sus apoyos, entre la gente que le vota o que pretende votarle. ¿Por qué utiliza la victimización? Porque vivimos en una sociedad de víctimas. Las sociedades contemporáneas son sociedades en las que, si te declaras víctima, automáticamente tienes un extra de credibilidad. Basta con que alguien se declare víctima. Nada más. De cualquier cosa. De las cosas más insospechadas, basta con declararse víctima. Y luego, por otro lado está el tema de los oprimidos. Cualquier identitarismo es muy dialéctico, necesita opresores y oprimidos.
P.- Lo enemigo.
R.- En el caso de eso que han dado en llamar pensamiento woke. Bueno, pues ya sabes quiénes son los opresores. Esencialmente los hombres blancos, heterosexuales y de mediana edad, porque están en un punto de su vida en el que no pueden ni decir estoy oprimido por ser joven, ni estoy oprimido por ser mayor. Y en el entre los oprimidos están el resto, es decir, todos los que no son hombres blancos, heterosexuales, de mediana edad. Eso sería, digamos, la base central de ese pensamiento woke, aunque creo que decir que es un pensamiento es ser muy generoso. Pero bueno, es como la broma esa que se decía del pensamiento navarro. Si es una cosa, no puede ser la otra.
Curioso, porque realmente Navarra luego es una región donde hay unas librerías magníficas y los navarros que yo he conocido por lo menos es gente inteligentísima y muy reflexiva. Pero bueno, la cuestión es que en la derecha se ha reproducido un esquema similar. Es: somos víctimas, el identitarismo de los años 30, por ejemplo, de los nazis o el de los fascistas, Adolf Hitler jugó con ese victimismo con los alemanes. Somos los oprimidos de las potencias occidentales que nos dieron un muy mal trato en la paz de Versalles. Y somos somos sobre todo los oprimidos de la judería internacional. Luego tenemos que tomarnos cumplida venganza para equilibrarla. Hay que dar la vuelta a la tortilla, vamos. Hoy están con los inmigrantes.
Las causas de todos los problemas que hay, la delincuencia, que el metro de Madrid esté lleno, etcétera, etcétera, son de los inmigrantes. Pero siempre vamos a encontrar el mismo esquema: opresor, oprimido; opresor, oprimido. Yo cuando veo a los inmigrantes de mi barrio, que yo vivo en un barrio básicamente de inmigrantes del centro de Madrid, veo que están todo el día en afanes, de aquí para allá haciendo cosas, digo: «No sé, estos de oprimidos, mucho no tienen, o nos lo parecen, nada más». Pero bueno, están con esa idea, eso es lo que han apuntalado y para eso necesitan hacer identificaciones. Las feministas radicales, por ejemplo, han identificado a todos los hombres con violadores, lo cual es un disparate. Tú y yo somos hombres, y no es que nunca hayamos violado a una mujer, es que ni se nos ha pasado por la cabeza. Y de hecho, seguramente es un delito que te subleva especialmente, como creo que nos sucede a casi cualquier hombre.
P.- Casi cualquier persona humana.
R.- Pero para ellas todos somos, si no somos violadores en ejercicio, somos violadores en potencia. Lo justifican en el hecho de que todas las violaciones o casi todas las perpetran hombres. «No podéis negar la estadística. El 99% de las violaciones las perpetran hombres, luego algo hay. Eso significa que todos los hombres sois violadores en ejercicio o en potencia». El identitarismo de derechas nacionalista, lo que hace es identificar a todos los inmigrantes con delincuentes, y luego te vuelven a sacar la estadística. Dicen: «¿Veis? El 60, el 70% de los presos en las cárceles son inmigrantes. Luego significa que –para ellos, claro; hacen ahí un silogismo un tanto extraño– todos los inmigrantes son delincuentes y el que no lo es lo puede ser en cualquier momento, luego hay que expulsarlos porque alteran la convivencia de la comunidad nacional, cuyos elementos y parámetros yo he definido previamente. La comunidad nacional es esto y nada más. Y todo lo que salga de o entre de fuera es un elemento extraño que hay que mantener alejado. Y en el caso de que se quiera quedar aquí, pues hay que limpiarlo». Si te fijas, son los dos mismos elementos que juegan con lo mismo, con el victimismo y con la idea de la opresión, que es una idea poderosa porque a la gente la puedes enfadar de verdad. Es que la culpa de que, no lo sé, no tengas trabajo es de esto. La culpa. Recuerda en la crisis. La culpa de que tengas problemas para encontrar empleo es de los bancos, nada menos. Se han conjurado y del capitalismo internacional se ha conjurado… Los de Podemos era pura dialéctica. Los de arriba y los de abajo, tic tac, tic tac…

P.- Sí, la casta…
R.- Siempre lo mismo. La casta, son ellos, son pocos, el 1%, recuérdalo. El momento en que al 1% le cortemos el cuello se acabarán nuestros problemas. Bueno, es la filosofía del chivo expiatorio. Yo ya tengo el chivo expiatorio.
P.- Bueno, en el caso justamente de que lo dices de Podemos, es bastante paradigmático, porque además se han ido convirtiendo en todo lo que… Al menos el máximo representante del partido.
R.- En todo lo que denunciaba.
P.- En todo lo que denunciaba. Porque el el problema de Podemos ya no es que naciera como partido político diciendo esto también, y después su dirigente haya ido cumpliendo todo lo que su partido decía que estaba mal, sino que empezaron como una acción moralista. O sea, lo bueno, lo malo. Lo bueno es ver esta serie, lo malo es ver esta otra. Lo bueno es tener un piso en Vallecas y lo malo es chalé en la Moraleja…
R.- Todo se moralizó. La política española se hipermoralizó en esa época.
P.- Que ni siquiera es vamos a hacer esto, vamos a hacer esto otro, criticamos que haya centrales nucleares… No, no, no. No es que critiquemos, es que es malo per se. Como tú dices, es acción moralizante, y cuando metes eso ya destrozas una sociedad, o pretendes destrozarla. Porque claro, ya es que nos dejamos de hablar el uno al otro porque tú tienes un chalé, yo no.
R.- Un elemento que es realmente curioso, a mí me llama la atención porque es que el objeto en sí es muy inocente y hasta hasta gozoso, que es la bicicleta. Se me ocurre que puede ser un un aparato para hacer deporte, el juguete un niño puede ser un medio de transporte, pero una simple bicicleta. Un invento del año 1885, al menos la tal y como la entendemos, la bicicleta de seguridad, que a muchos nos gusta montar en ella, y son millones de personas. Hay gente que no le interesa y asunto resuelto. Le gustaba de niño cuando iba al Retiro, a la Casa de Campo, montar en ella y ya está. Pero bueno, es una bicicleta, se ha politizado y se ha moralizado. Vemos como la izquierda identitaria la ha convertido en el transporte y la bicicleta es bien absoluto. O vas en bicicleta o eres malvado, vas contaminando, pudriendo el aire, etcétera. Ellos luego no importa que no vayan en bicicleta, eso es lo de menos. Pero bueno, al menos dicen que van. Y luego en el otro lado, seguramente como reacción, se ha convertido la bicicleta en una especie de enemigo público. La bicicleta es mala, las bicicletas, cualquier cosa, hacen un carril bici para que vayan los ciclistas con un poquito más de seguridad, y es como si no hubiera espacio ni siquiera para ellos. Y si vas en bicicleta, automáticamente eres… Yo tengo que aguantar insultos continuamente. Por algo tan inocente como ir en bicicleta. Pues ahí lo ves. Ahí ves como un elemento de lo más tonto, un objeto de lo más tonto. Lo han politizado, lo han moralizado. Para unos es el bien y para otros es el mal, nada más. Y a partir de ahí ya pueden hacer política. En el fondo, la culpa del pesimismo la tiene la política, sus activistas, y que la política tenga demasiado dinero. Y tiene demasiado dinero porque los quita demasiado al año y demasiado poder. Si metiésemos un buen recorte aquí y el Estado no pudiese disponer de más del 15% de la riqueza nacional, se acababan todos estos vividores que están a sueldo del contribuyente.
P.- Tengo para cerrar un test final y ya nos nos vamos y te dejamos libre y en bicicleta.
R.- No, porque he venido en metro.
P.- Ah, no has traído la bici.
R.- No, porque ando fatal del hombro.
P.- ¿Pero te caíste o algo?
R.- No, esto es lo que se llama tendinitis, o algo así. Lo tenemos muchos. Es una de las enfermedades laborales de los periodistas. Te pasas demasiadas horas delante del ordenador, y me ha dicho el fisioterapeuta que no ande cargando mucho peso. No es que esté manco, pero me ha dicho que no ande cargando mucho peso y claro, yo la bicicleta me la tengo que bajar por la escalera. Y hombre, sus 18 kilos pesa. Me dijo: «Refrénate de la bicicleta durante el próximo mes, mes y medio, no vayas a empeorar». Pero si no, por supuesto, la tendría ahí pegadita y tan a gusto. Y le echaría miraditas de deseo.
P.- Y ya para cerrar un test final. Si puedes dar respuestas cortas, yo te lo agradezco. ¿Un lugar en el mundo que te guste?
R.- Madrid, claro.
P.- ¿Tienes palabrota o insulto más usado?
R.- No lo sé. Quizá «cretino», porque tiene esa carga negativa y peyorativa, pero sin llegar a ser un taco de los duros.
P.- A mí me hace gracia cuando dices lo de caballerete. Pero eso no es insulto. Es como para llamar la atención.
R.- No, caballero, caballero.
P.- Pero caballerete es cuando estás cabreado.
R.- Insulto, cuando a alguien le voy a insultar en público, al menos, me gusta decir «necio», me gusta decir «cretino», que tienen ese elemento peyorativo, pero sin llegar a a ser de muy mal gusto.
P.- ¿Un político?
R.- ¿Un político? Ninguno. Cero. Y cada vez menos.
P.- ¿No votas?
R.- No.
P.- ¿Una película que siempre recomiendes?
R.- El padrino.
P.- ¿Solo la uno?
R.- No, El padrino es una obra.
P.- Ah, las tres a la vez.
R.- Justo. A ser posible a las dos primeras. De la tercera podrías llegar a prescindir. No está mal, pero las dos primeras forman una unidad.
P.- ¿Has visto la última de Paul Thomas Anderson?
R.- No.
P.- Ah. Me gustó esa película. ¿Cuál es tu idea de éxito?
R.- Bueno, vivir como vivo ahora. Independiente, pudiendo mantenerme y…
P.- Ser dueño de tu tiempo.
R.- Ser dueño de mi tiempo. Ser dueño de mi conciencia. Poder decir lo que tengo que decir, cuando lo tengo que decir y como tengo que decirlo, sin miedo a que un politicastro me deje sin empleo.
P.- ¿Un hecho que te hubiera gustado presenciar?
R.- Oh, muchos. Hay tantos…
P.- El último que te has acordado.
R.- No sé, muchísimos. La Revolución Francesa, que ya sabes que hice un libro sobre ese tema, pues no me hubiera importado. Lo malo es que fue larga. Me hubiera obligado a estar en Francia 25 años y eso puede llegar a ser una tortura. Imagínate, 25 años de revolución. ¡Y en Francia!
P.- ¿La cualidad que menos te gusta de ti es…?
R.- ¿La cualidad que menos me gusta de mí? Pues no lo sé. Unas cuantas. Pero no te podría decir cuál en concreto. Que soy un despistado, probablemente, y eso me supone un coste a veces, porque se me olvidan las cosas.
P.- ¿Cocinas o te cocinan?
R.- No, no, no. Cocino yo. Cosas sencillas.
P.- No muy elaborado.
R.- No. Bueno, pero para eso se encarga la industria. Si quiero una tortilla de patatas, la compro hecha.
P.- No me hables de tortilla que esta semana intenté hacer una y fue un estropicio…
R.- Para qué claro, si hay alguien que la hace por ti.
P.- Pues para saber hacerla.
R.- Bueno, pero para que te salga luego un churro de tortilla, mejor se la compras a los expertos.
P.- Me salió un auténtico churro, pero quiero tener la satisfacción de saber hacerla.
R.- Ah, bueno. Si es un propósito personal, fantástico.
P.- A mí la cocina no me gusta, yo la odio, pero es un propósito personal que tengo yo.
R.- Está bien, es una afición como cualquier otra que yo nunca he tenido.
P.- ¿Un deporte para verlo, para practicarlo que te guste, aparte de la bicicleta?
R.- A mí me gusta ir en bicicleta. Ver deportes, ninguno. Me gusta practicarlos, en todo caso.
P.- ¿Para ti España es…?
R.- España es mi país, claro.
P.- ¿Y THE OBJECTIVE, este periódico, qué opinión te merece?
R.- Pues una buena opinión. De hecho, lo comento mucho en mis directos. O sea, si ves mis directos, en La contra en directo sale muy a menudo. Además, tengo aquí algunas redactoras que trabajaron ya conmigo, como Ketty Garat, a la que si ya admiraba hace 15 años, pues ahora, después de todo lo que ha caído, la admiro todavía más.
P.- Gran periodista y gran mujer.
R.- Sí que lo es. Y gran mujer.
P.- También está aquí Luca.
R.- También está Luca Costantini, por supuesto, que es amigo. Pero lo de Ketty es mujer de rompe y rasga. Pero escucha, yo a Ketty la conozco hace mil años. Y lo es desde que era jovencísima.
P.- Siempre ha sido así. La gente después le montan campañitas y no saben con quién han dado.
R.- No saben con quién han dado, claro, claro. No tienen ni idea. Como la que le han montado a Lupe, igual. Chicos, no sabéis con quién habéis dado.
P.- ¿No sabéis que Lupe tiene la libertad de que ella se ha currado su vida? Lupe no depende de que le tengan que dar una tertulia…
R.- Lupe está en una posición similar a la mía, pero como abogada. Eso que Nassim Taleb llama la posición fuck off, es decir, «jódete». Simplemente, que estás que te ganas la vida por tu cuenta, que no le debes nada a nadie y que bueno, pues si me vienes a tocar las narices todo lo más que te voy a decir es jódete.
P.- Fernando Díaz Villanueva, no se jodan, pueden leer este libro y comprarlo. Contra el pesimismo. Yo si tienen algún familiar amigo que esté últimamente muy hundido con esto del hundimiento de Occidente yo de verdad recomiendo que se lo regalen.
R.- Un chico joven, yo quiero que lo lean los jóvenes. Que esté atontado con el ecologismo y con el fin del mundo ecologista, es decir, que esté pensando que realmente Greta Thumberg tiene razón; o alguno que le haya dado por el nacionalismo y ande todo el día paseando banderas, no le va a venir mal. Porque si esos males no los curas a los 20 años, ya luego tienen una cura difícil. Por cierto, el audiolibro lo he grabado yo, que cada vez son más populares los audiolibros, ¿sabes? Fui al estudio, estuve dos días grabándolo con mi propia voz.
P.- Con el coñazo que es hacer el audiolibro…
R.- Es un rollo, macho. Una pesadez, pero bueno, mereció la pena.
P.- Fernando nos volveremos a ver dentro de tres años. Gracias por venir.
R.- Gracias a ti, Carlos.
P.- Quede con Dios o con quien sea. Gracias.
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