The Objective
El buzón secreto

Guerra sucia contra ETA: Felipe González, Francia y Manuel Cerdán

Muchos políticos han manchado sus manos con el terrorismo de Estado: se equivocaron

Guerra sucia contra ETA: Felipe González, Francia y Manuel Cerdán

El expresidente del Gobierno Felipe González. | Carmen Suárez

Hace unos años, charlaba con Mikel Lejarza, El Lobo. Me contó que durante su infiltración en ETA, en 1975, le convocaron a una reunión de la cúpula de la banda, pues en ese momento era jefe de infraestructuras. Informó a su oficial de caso, y a alguien, que no sabía quién, no se le ocurrió otra cosa que mandar a un teniente de la Guardia Civil para ponerles una bomba. Por suerte, el explosivo era de escasa calidad, él salió indemne y los demás también. Tras esa historia, no me esperaba su diatriba contra la guerra sucia: nunca la entendió, fue un retroceso en la lucha antiterrorista y el Estado nunca debió entrar en esos temas. Aún más, me dijo que el servicio secreto conocía su postura y se lo quitaron de en medio a principios de los 80 y lo mandaron a México.

Me he acordado de esta opinión mientras leía el libro Guerra sucia. Mercenarios contra ETA: de Franco a los GAL, que ha escrito Manuel Cerdán, uno de los más acreditados periodistas de investigación de este país, que hizo escuela en una época especialmente dura, en medios como El Mundo e Interviú, cuando se la jugó por querer sacar a la luz lo que gente muy peligrosa había ocultado para que nadie se enterara.

Es complicado entender lo que suponía poner trabas a la labor que mercenarios, policías, guardias civiles y espías llevaban a cabo, con el amparo de los gobiernos. El presidente Suárez se negó a respaldar el terrorismo de Estado y se lo dijo clarito a la plana mayor del servicio secreto, pero Felipe González actuó de otra forma. Cerdán conoce a la perfección esa etapa de guerra sucia en el felipismo, sufrió críticas de todo tipo, desprecio y persecución. Sí, persecución por parte de esos que estaban metidos en los atentados y no querían que los periodistas los airearan. 

Etarras en bares de copas

A principios de los años 80, se vivía una etapa muy dolorosa a causa de los continuos asesinatos de ETA. Había impotencia, los terroristas venían a España a matar y, cuando se cansaban o los podían pillar, se iban al sur de Francia a descansar y esconderse, aunque acudían con cierta libertad a bares a tomarse copas. El presidente galo François Mitterrand, que creó una célula de espionaje en el Elíseo para que espiara a sus oponentes políticos y personales e impidieran que se supera que vivía al mismo tiempo con una segunda mujer, con la que tenía una hija, pasaba de la democracia española. A su colega socialista González no le hacía caso y tampoco se lo hizo al rey Juan Carlos. De ahí partió el GAL que con tanto detalle y destreza retrata Cerdán en su recomendable libro, en el que intenta «recuperar la verdad para que se sepa lo que ocurrió en España y cómo a un gobierno democrático se le ocurrió crear escuadrones de la muerte para usar las mismas armas de ETA».

«Hombres limpios, trabajos sucios»

En el libro aparecen testimonios como el del comisario Amedo, quien fue uno de los implicados en esa guerra sucia, que si se hubiera organizado en países más acostumbrados a estas lindezas salvajes e ilegales, jamás le habrían elegido, por estar muy lejos del lema que en esos años me decía un espía: «Los hombres más limpios, para los trabajos más sucios».

Los que no han querido hablar son los responsables políticos que acabaron con sus huesos en la cárcel, el entonces ministro José Barrionuevo y el secretario de Estado, Rafael Vera. Los dos pagaron por sus actos, aunque en lo alto del organigrama de los GAL había una «X» por encima de ellos. En el libro sobre la guerra sucia de Cerdán, queda claro que considera que es Felipe González, a pesar de sus habituales desmentidos. Yo, como él, no creo que miembros del gobierno montaran el GAL sin contar con su autorización.

Un apunte final. Muchos somos los que criticamos y nos opusimos a los GAL porque nadie tiene el derecho de quitar la vida a nadie, aunque sea un terrorista. Pero no olvido, y tengo muy presente, que ETA mató a 853 personas, muchos niños, y que hay 300 casos sin resolver. Un verdadero espanto.

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