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Andalucía

Marruecos quiere exportar carne de jabalí y desata un debate por su dimensión religiosa

La iniciativa de un diputado plantea aprovechar económicamente la sobrepoblación de jabalíes que afecta a agricultores

Marruecos quiere exportar carne de jabalí y desata un debate por su dimensión religiosa

Un jabalí se desplaza entre la vegetación. | Magnus Martinsson (Zuma Press)

La propuesta de estudiar la exportación de carne de jabalí ha abierto un debate de gran alcance en Marruecos, donde la presencia creciente de este animal preocupa desde hace años a agricultores y responsables locales. El planteamiento se produjo durante una intervención del parlamentario Mohamed Hichami, del grupo Haraki, en la Comisión de Sectores Productivos de la Cámara de Representantes. El diputado pidió que se evaluara si la venta al extranjero podría convertirse en un mecanismo económico que ayudara a compensar las pérdidas que sufren los cultivos, especialmente en determinadas regiones.

Hichami expuso que la expansión del jabalí ha provocado daños significativos en explotaciones agrícolas y que el país se enfrenta a la necesidad de encontrar soluciones equilibradas. Por un lado, es necesario proteger la producción y la seguridad de los agricultores; por otro, aprovechar recursos que, en lugar de desecharse, podrían ofrecer un retorno económico si se gestionan bajo controles estrictos. El parlamentario recordó además que la carne de jabalí alcanza precios elevados en varios mercados internacionales, lo que abre la puerta a una posible vía de ingresos para el Estado y para las comunidades locales afectadas.

El planteamiento no se limita al aspecto económico. Hichami insistió en la necesidad de elaborar una estrategia integral que aborde la proliferación del jabalí, un animal cuya presencia se ha intensificado en zonas montañosas y agrícolas y que se ha convertido en motivo de preocupación por los daños que causa y por su impacto en el equilibrio ecológico. Esta estrategia, según señaló, tendría que incorporar también la dimensión religiosa y social, dado que el tratamiento de un animal considerado prohibido para el consumo en el Islam no es un asunto menor.

El conflicto religioso

La intervención del diputado corrió rápidamente por las redes sociales y generó reacciones de todo tipo. En los comentarios, se mezclaban posiciones de apoyo a una solución práctica con críticas que señalaban un conflicto directo con las normas religiosas. Algunos usuarios acusaron a la propuesta de ir contra los valores del país, con mensajes como «en este caso traicionan la integridad del pueblo». Otros, en cambio, defendían que debía valorarse una alternativa económica ante la magnitud del problema agrícola, llegando a calificarla de «una buena idea para ser honesto». También aparecieron voces que insistieron en la necesidad de separar lo permitido de lo prohibido en materia alimentaria, con opiniones que recordaban que el jabalí pertenece a la misma familia que el cerdo y que su consumo está sujeto a restricciones religiosas.

En Marruecos apenas existen puntos de venta de carne de cerdo o jabalí, y su clientela se limita básicamente a turistas, expatriados y una minoría de marroquíes no practicantes. La extracción de valor económico de este animal, por tanto, no estaría dirigida al consumo interno. Esa distinción es clave para parte de quienes ven la propuesta con buenos ojos: sostienen que la exportación permitiría aprovechar un recurso sobrante sin contradecir las prácticas alimentarias del país. Sin embargo, la cuestión religiosa sigue marcando el tono del debate público.

El impacto real del jabalí

Al margen de la polémica, los agricultores y asociaciones locales llevan tiempo reclamando medidas contundentes para frenar los daños. En regiones como Uarzazate se han denunciado situaciones en las que el jabalí invade a diario campos y granjas, hasta el punto de que algunos residentes evitan acceder a sus propias tierras por temor a ataques. Varias cooperativas han pedido la intervención urgente de las autoridades y han alertado de un perjuicio que no solo afecta a la producción agrícola, sino también a la seguridad de los vecinos.

El país ya tiene en marcha campañas anuales de control y caza, organizadas por la Agencia Nacional de Agua y Bosques. Para la temporada 2025-2026 están previstas más de 1.500 operaciones en 362 zonas catalogadas como problemáticas. El programa se distribuye durante todo el año y busca regular la reproducción y el movimiento del jabalí, un animal con una capacidad de expansión notable. Las autoridades subrayan que el objetivo no es su eliminación, sino mantener su presencia dentro de límites que no pongan en riesgo ni a la población ni a sus actividades económicas.

Aun así, los desafíos persisten. Hay regiones de difícil acceso donde la caza resulta complicada y, en ocasiones, no se alcanza el número mínimo de cazadores voluntarios para llevar a cabo las operaciones. Las asociaciones implicadas lamentan que los esfuerzos actuales no sean suficientes para frenar el avance del animal y defienden la necesidad de adaptar las intervenciones al ritmo de reproducción y dispersión de la especie.

Más allá de Marruecos

El fenómeno tampoco es exclusivo de Marruecos. En otros países de mayoría musulmana, como Irak, la sequía y la degradación de zonas pantanosas han favorecido la expansión del jabalí. Allí, agricultores y expertos describen un problema similar: daños en cultivos, ataques a animales domésticos y la dificultad de controlar a un animal fuerte, resistente e inteligente. La presión sobre las comunidades rurales es comparable, lo que refuerza la idea de que la gestión de esta especie se ha convertido en un desafío compartido en distintos puntos del mundo árabe.

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