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Comunidad Valenciana

El dueño de El Ventorro confirma ante la juez la hora de salida que Mazón siempre ha defendido

Un interrogatorio insólito con preguntas sobre el vino, el jersey de Mazón y el baño del reservado del restaurante

El dueño de El Ventorro confirma ante la juez la hora de salida que Mazón siempre ha defendido

El dueño del Ventorro, Alfredo Romero. | Jorge Gil (Europa Press)

El propietario del restaurante valenciano El Ventorro, Alfredo Romero, ha confirmado este viernes ante la juez de Catarroja la hora de salida que Carlos Mazón siempre ha defendido públicamente sobre su estancia en el local el 29 de octubre, día de la dana. Romero, citado como testigo, ha ratificado que el presidente valenciano en funciones abandonó el restaurante entre las 18.30 horas y las 19, en plena polémica por las dudas sembradas por la izquierda política y mediática sobre el horario que el propio Mazón había sostenido en comparecencias parlamentarias y entrevistas, donde dijo que se abandonó el restaurante sobre las 18.45 horas.

Romero, citado a las 9.30 horas, ha llegado acompañado de su mujer a las 9.15 horas, evitando declaraciones pese a la expectación mediática generada tras semanas de polémica en torno a los horarios del presidente en funciones de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón.

Su testimonio se consideraba esencial para aclarar el tramo horario en el que Mazón permaneció en el restaurante junto a la periodista Maribel Vilaplana, con quien comió aquel 29 de octubre. Aunque Mazón no ha comparecido ante la juez —solo ha hablado en comisiones parlamentarias y entrevistas—, sí ha defendido en sus intervenciones públicas que abandonó El Ventorro alrededor de las 18:45 horas, antes de dirigirse al Palau de la Generalitat y, posteriormente, al Cecopi, donde fue grabado entrando a las 20:28 horas. Ese margen temporal ha sido objeto de intensas críticas por parte de la izquierda política y mediática, que cuestionaba la fiabilidad del relato del todavía presidente.

La secuencia del 29 de octubre

La controversia se amplificó después de que el periódico El País revelara que el registro del párquing donde Vilaplana dejó su coche fijaba la salida del vehículo a las 19.47, una hora que la periodista habría comunicado en su declaración a la magistrada. El ticket original ya no se conservaba, pero la empresa gestora del aparcamiento facilitó el listado de movimientos. Como Mazón acompañó a Vilaplana hasta su coche tras la comida, socialistas y nacionalistas interpretaron que ese horario desmontaba su versión.

En este contexto, la declaración del dueño de El Ventorro introduce un elemento clave. Romero ha asegurado ante la juez que Mazón y Vilaplana abandonaron el restaurante «entre las 18.30 y las 19 horas», nunca después, confirmando el marco horario que el presidente había sostenido en público. Si bien no pudo concretar con absoluta precisión la hora exacta, sí subrayó que no superaron las 19 horas.

Romero ha explicado que recuerda especialmente ese intervalo porque dos de sus trabajadores, procedentes de zonas afectadas por la dana, se marcharon alrededor de las 18 y él mismo les recomendó irse «por si llovía». Además, sus hijos llegaron al local sobre las 17.30, cuando Mazón y Vilaplana aún estaban allí. Con estos elementos, el hostelero situó la salida de ambos dentro de la horquilla temporal mencionada: «18.30-19, más tarde no».

Durante su declaración, Romero ha reconstruido paso a paso la presencia de ambos comensales. Ha señalado que Mazón llegó primero, entre las 14.15 y las 14.30 horas, entrando solo, sin escoltas visibles ni personal de seguridad. Subió directamente a la planta superior, donde se ubican los reservados. Unos diez o quince minutos después llegó Vilaplana, que fue acompañada por una empleada hasta la misma sala.

«No le vi al teléfono»

El propietario ha contado que les atendió personalmente entre siete y ocho veces durante el servicio y la sobremesa, y que la comida terminó sobre las 16.45 horas, aunque continuaron conversando en la misma sala hasta su marcha. Ha descrito el reservado como un espacio no muy grande, con un ventanal a la calle Bonaire de Valencia y una mesa para unas cinco personas.

Uno de los aspectos en disputa era si Mazón habló por teléfono en algún momento, dado que la exconsejera Pradas registró algunas llamadas infructuosas a su superior. Romero ha afirmado que no le vio hablar por teléfono en ninguna de las veces que entró en la sala, ni tampoco levantarse para apartarse al ventanal, contradiciendo en parte lo declarado por Vilaplana. Sobre la cobertura móvil en el local, ha señalado que Movistar funciona bien, mientras que Orange y Vodafone sí tienen problemas.

Romero ha confirmado también que, durante la sobremesa, un enviado de la Generalitat le entregó un sobre con documentación para Mazón. Él mismo lo llevó a la mesa, se retiró y regresó unos minutos después para devolverlo al mensajero ya firmado, aunque afirmó no haber presenciado la revisión o firma del contenido.

A preguntas del fiscal, Romero ha precisado además que aquel día no estaba siguiendo las noticias, pues el restaurante no tiene ni televisión ni hilo musical. Tampoco era consciente de la alerta roja: «No, yo no. Sabíamos que iba a llover, incluso mi hijo fue al colegio». La información que manejaba era mínima: «La gente decía: “tanto que iba a caer y no ha caído una gota”». Ha declarado también que, al tener empleados que viven fuera, sí se preocupó por ellos cuando empezaron a recibir avisos de problemas en la zona de la Torre: «Cuando llegó a casa me dijo que tenían el agua por la rodilla y subimos material». Esa llamada, ha señalado, fue mucho después de que Mazón se marchara del restaurante.

Factura al PP

En el turno de los abogados, el exportavoz parlamentario socialista Manuel Mata ha tratado de profundizar en el origen de la reserva y en el método de pago. Romero ha explicado que las reservas vinculadas a la Generalitat o partidos suelen llegar a uno de los varios teléfonos que tiene guardados: «Sé distinguir si me llaman del PP o de la Generalitat». Indicó que en este caso le dijeron que debía facturar al Partido Popular, como es habitual cuando no paga la Administración.

Mata también ha cuestionado la disposición del local y el recorrido de entrada, confrontando la versión de Vilaplana. Romero ha sido categórico: la periodista tuvo que atravesar el comedor para llegar al reservado, pues no existe otra entrada para clientes.

Finalmente, el abogado socialista ha preguntado por la factura de la comida, intentando determinar si podía utilizarse para fijar la hora exacta. Romero ha aclarado que la factura no incluye hora, solo la fecha, y que fue emitida uno o dos días después porque iba «desbordado» aquellos días. Ha recordado, además, que sus facturas nunca llevan hora, pues es un documento diferente al ticket de caja.

El interrogatorio ha llegado incluso a extremos insólitos. Los abogados representantes de los grupos de la izquierda, especialmente minuciosos en su intento de encontrar fisuras temporales, han llegado a preguntar al hostelero con qué prenda exacta abandonó Mazón el restaurante. Querían saber si el presidente se quitó la americana, si se puso el jersey allí —el mismo con el que luego accedió al Cecopi— o si había utilizado algún reservado «para cambiarse». Romero, sorprendido por la deriva de las preguntas, ha replicado que recordaba a Mazón con una americana y una mochila, y que en El Ventorro no existe ningún reservado habilitado para cambiarse ropa, salvo el baño del propio privado donde comieron, como en cualquier restaurante.

La ironía ha flotado en la sala cuando, con toda naturalidad, el hostelero ha aclarado que él estaba abajo trabajando mientras los comensales terminaban la sobremesa, por lo que difícilmente podría certificar si el presidente se arremangó, se ajustó el jersey o se recolocó la americana. La insistencia ha llevado incluso a revisar la factura: algunos abogados han querido saber si reflejaba la hora del servicio, pese a que —como había explicado anteriormente Romero— ninguna factura incluye hora, solo fecha, porque el documento horario es el ticket de caja, no la factura posterior. También se han interesado por la comanda, para saber si el restaurante la conservaba y qué detalle ofrecía del consumo. Romero ha respondido que probablemente la tendría, aunque no lo sabía seguro, y ha confirmado confirmado que no figura en la factura el detalle de cada plato, solo el total. Sobre si se consumieron bebidas alcohólicas, ha respondido con normalidad: «Una botella de vino».

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