THE OBJECTIVE

Gonzalo Núñez, cuentos de amor y humor

El periodista publica el libro de relatos ‘Los búlgaros’, en el que aborda el desamor, la soledad y lo fantástico

Gonzalo Núñez, cuentos de amor y humor

Un juego de hojas en el tomo del libro. | Pixabay

El periodista y escritor Gonzalo Núñez (Sevilla, 1983) publica Los búlgaros, unos cuentos escritos entre 2016 y 2017 durante su estancia en Madrid y editados ahora por la editorial Sr. Scott. ¿Cuál es el origen del título? El primer cuento se llama «Los búlgaros» y trata de un señor que pasa el verano caluroso en su piso pequeño, en la capital española, aburrido, mientras espera –inspirado en las noticias de los telediarios– que una banda de búlgaros asalte su casa, y así cambiar el rumbo de su cotidianidad. Sin embargo, el relato desemboca en una historia esperpéntica cuando una vecina francesa le cuenta desesperada que ha estallado la Revolución Francesa en su país y el protagonista se embarca en la defensa de su ciudad por amor. No se revelarán más detalles aquí del desarrollo, pues Núñez es un maestro de los finales.

Seguimos sin saber el porqué del título, pero Núñez cuenta a THE OBJECTIVE que «en 2016-2017 había bandas de búlgaros que salían en los telediarios y de hecho yo digo en el cuento primero que se trata de reportajes alarmistas. Lógicamente no doy por hecho que todos los búlgaros sean así». Se inspiró en esta realidad para la construcción del primer relato y ya después decidió añadir un «guiño búlgaro» en los demás cuentos. «Seguramente, si lo hubiera escrito hoy en día, hubiera salido probablemente una banda albano-kosovar. Fue totalmente circunstancial. Quiero dejar claro que evidentemente es una cosa del contexto y sin mayor repercusión. No sale mal parado ni herido ningún búlgaro en el proceso de escritura», asegura. 

Le gustó el nombre de ese primer relato, «Los búlgaros». Le parecía sonoro y enigmático, sobre todo cuando está ligado a unos cuentos de amor. «Me acordé de que Berlanga, en todas sus películas, hace referencia al imperio austrohúngaro, sin venir a cuento o viniendo a cuento. Me parecía una idea original». El periodista, que colabora en medios como THE OBJECTIVE, Abc, El Español, El Confidencial o El Debate, entre otros, cuenta que nunca ha estado en Bulgaria. Con mucho humor, como el que se respira en sus relatos, dice que ojalá pueda invertir el dinero que gane del libro en un viaje al país del Este. «Me apetece mucho visitar Bulgaria y ya de paso intentar expiar mi pecado de haber puesto unos búlgaros ladrones».

Portada de Los búlgaros

Rutina y fantasía

El libro se divide en siete cuentos. Todos ellos tratan de las formas del amor y sobre todo del desamor, de la soledad de unos personajes woodyallenescos encerrados en la capital española, que muchas veces convierten su rutina en fantasías. «Es evidente que vivimos mucho más atomizados, más desgajados y ensimismados. La soledad que atraviesa estos cuentos es un tipo de soledad un poco impotente, que da pie a grandes fantasías, respecto a los otros y al mundo, y que hace a los personajes poco realistas y poco capaces de llevar una vida normal, o de acomodarse a la vida», explica. 

A sus personajes les pasa que además de vivir solos, no son capaces de crear vínculos emocionales y sociales con otras personas. De hecho, muchas de estas historias de amor, en el fondo, suceden solo en las expectativas del protagonista. «Son muchos cuentos que tratan sobre de la forja del amor, de esos primeros pasos, en los que, como digo, no se sabe hacia dónde va a tirar una relación, y en los que tú dominas todo el arco de las expectativas. El problema es que después viene la frustración de tener que lidiar con otra persona, que tiene una idea a lo mejor distinta de la tuya, como en el cuento de las cajas negras, que el personaje es un poco neurótico, e intenta sentar las bases de una relación a su manera, pero la otra persona tiene otro contexto distinto con el que choca». 

Con una exquisita y cuidada prosa, con mucho humor, Núñez dibuja las frustraciones y desilusiones de unos personajes que podrían ser cualquier ciudadano pues no tienen nombres propios. En «El cuaderno gris», por ejemplo, el protagonista vive casado con su mujer en Sanchinarro, acaban de tener un hijo, pero en su libreta desde siempre fantasea con otras vidas. Otras mujeres, otras historias que podía haber vivido, otros apartamentos que podía haber habitado. Hasta tal punto que llega a confundir realidad y fantasía. «Es verdad que hay un tono entre humorístico y tierno en muchos cuentos y entre melancólico y cruel a veces. Hay algunas películas de Woody Allen que también traspasan mucho el realismo para acceder a un mundo un poco fantasioso en el que la rutina se ve alterada, como La rosa púrpura de El Cairo».

El humor de Núñez no es ni solo negro, ni amable, ni melancólico. Es todo eso en uno. Desarrolla uno diferente en cada cuento. «Hay humor decididamente negro o cruel», le gusta «poner al personaje en un brete y que sufra un poco por sus actos o por las circunstancias de la vida». Pero también está el humor simpático y divertido. No se lo propone, le sale natural.

Gonzalo Núñez. | Cedida por el autor

Sin final feliz

«He sido un poco trágico en mi vida. Lo único es que con el tiempo seguí siendo trágico, pero dejé de ser dramático». Descubrió que incluso el humor puede potenciar la tragedia de las cosas. Sus relatos oscilan entre la melancolía, la tristeza, el humor, la crueldad. «Hay varios condimentos que van entrechocando y creo que eso es lo que hace que la experiencia sea más interesante de leerlos. Y el humor, efectivamente entronca un poco con Woody Allen porque él es un trágico de la vida, y un dramático. Pero lo bonito de su cine, por ejemplo, es que pueda aligerarlo con el humor».

Hay tantos matices y detalles en cada uno de estos cuentos, que todos ellos podrían ser novelas. «No me propongo el género a priori. No soy un gran lector de relatos, pero sí lo he sido de más joven. Y siempre es un género que te permite tantear un tema sin comprometerte. Entonces, vas picoteando y añadiendo pliegues sobre el tema en concreto que, en este caso, sobre todo, es de manera troncal, el amor». 

En esos cuentos hay algo de Chéjov, de Cortázar, de Borges, escritores que empezó a leer de joven. Y, sobre todo, de Robert Walser, quien le influyó mucho y a quien cita en una frase en las primeras páginas de este volumen. Para él fue un descubrimiento. «Leí El paseo, que editó Siruela y me quedé fascinado. Y después me leí El ayudante. Son cuentos raros, a veces esbozos, con tono juguetón, un poco fantasioso, ingenuo. Aquello probablemente fue el punto de partida para encontrar el tono de los míos».

Solo en uno de los cuentos se intuye un mínimo rayo de luz, un final feliz. Todos los demás terminan dramáticamente, en un desamor drástico o un amor buscado, pero directamente no encontrado. «Admito que el optimismo no es mi objetivo ni mi fuerte. La lógica de estos cuentos es que acaben mal porque son personajes que no están viviendo cosas tangibles muchas veces, sino la recreación que ellos se hacen de las cosas. Entonces, tiene sentido que acaben superados por sus propias expectativas». Es lógico que estos personajes avancen a un desenlace sin happy end; no es necesario. «A mí me apetecía que estos cuentos tuvieran algo que contar, un desarrollo, que se viera una historia. Y después que tuvieran un final que te golpeara de alguna manera». Y te golpea.

Los búlgaros
Gonzalo Núñez Comprar
Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D