Chats ocultos, espionajes y lágrimas: la exmano derecha de Errejón se sincera en un libro
El exsecretario de Organización, Sergio Pascual, publica un libro en el que relata los comienzos y el choque interno que acabó con el «ciclo» de Podemos
La historia de Podemos vivió una encrucijada en el mes de marzo de 2016. En la noche del día 15, los idus de marzo, el secretario general Pablo Iglesias convocó en su despacho al número tres del partido, Sergio Pascual. El secretario de Organización, tercer cargo del partido, entró por la puerta sabiendo que iba a ser despojado de su puesto orgánico. Unos días antes, había estallado públicamente el choque entre las corrientes errejonistas y pablista, a pesar de que, como recuerda Pascual en su nuevo libro, titulado Un cadáver en el Congreso. Del sí se puede al no se quiere (Ed. Altamarea), el enfrentamiento venía de antes. Pascual sabía cuál iba a ser su futuro, lo que ignoraba era que lo que había detrás: el trabajo oculto de un «topo» que por un banal error había tenido acceso a todos los chats confidenciales de la corriente.
La historia que describe Pascual tiene un doble objetivo: por un lado, le sirve para asumir que a nivel estratégico Iglesias tenía más visión de futuro que Íñigo Errejón, y por el otro que todo lo que hasta ahora se ha contado de la presunta conjura del «jaque pastor» responde más a una construcción a posteriori del sector pablista que a la realidad de los hechos. Pero vamos por partes.
En su libro, Pascual recuerda los días feroces y rápidos de 2016. Podemos acababa de entrar en el Congreso tras irrumpir con 68 diputados. Había ganado la batalla, pero no la guerra. El PSOE había resistido por un puñado de votos al sorpasso de los morados; pocos votos, pero suficientes para salvar los muebles y tener unos veinte escaños más que los de Iglesias. Después de la renuncia de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez intentaba lograr una investidura a través de un difícil equilibrio geométrico con Ciudadanos y Podemos, cuando el partido morado estalló en dos bloques.
La división entre aperturistas a un diálogo con el PSOE, con Errejón a la cabeza, y un bando liderado por Iglesias que seguía apostando por la guerra relámpago contra Sánchez, fracturó en dos el partido. Entre otras cosas porque los dos contendientes dejaron rápidamente de hablar de enfoques estratégicos y políticos, y se centraron cada vez más en la batalla interna.
El chat Dinamización
Los errejonistas se comunicaban a través de tres chats y canales de emails confidenciales. Se llamaban: «Dinamización», «Cáceres45» y «Patria». El primero se había quedado como el más activo. Tanto Pascual como otros miembros destacados de la corriente errejonista, entre los cuales estaban Errejón y Rita Maestre, comentaban lo que veían en la prensa, sus reflexiones sobre el partido y su opinión sobre los movimientos del sector pablista, con Irene Montero, Juanma Del Olmo y Rafa Mayoral al mando.
Podemos vivía una encrucijada orgánica entre facciones que derivaba de un debate interno sobre la estrategia del partido que, de alguna manera, jamás se celebraría. Algo paradójico puesto que Podemos surgió con el afán asambleísta, pero que como otras formaciones políticas rápidamente acabó en la espiral de la oligarquía de Michels. Sea como fuere, en esos chats los errejonistas llegaban a lamentar lo que veían en la organización madrileña, donde Luis Alegre y Tanía Sánchez, dos lugaretenientes de Iglesias, estaban intentando captar más fondos a costa del grupo parlamentario.
«El mamoneo lo descubrí cuando empezó a haber pasta», le confesaría Emilio Delgado, el secretario de Organización de Podemos Madrid, cuya dimisión desembocará en el cese de Pascual el 15 de marzo de 2016. Tras la salida de Delgado, en el chat errejonista se multiplicaron los comentarios críticos con Iglesias. Sus autores, entre ellos Pascual, estaban convencidos que la confidencialidad les protegía.
«Deriva estalinista»
Hubo frases como «la deriva estalinista del equipo de Pablo» o el plan de «construir un enemigo» para esquivar los ataques que consideraban estaban recibiendo del grupo de Irene Montero. Eran mensajes que antes también habían cuestionado la labor de Montero en una tertulia en La Sexta Noche: «Madre de Dios, la insulsa del PSOE la está dejando a la altura del Betún». Según Pascual pudieron canalizar la «munición emocional» que empujaría a Iglesias a aplastar la minoría errejonista.
Mientras el partido empezaba a dividirse y entraba en la paranoia de las filtraciones, los errejonistas seguían su plan de intentar convencer a Iglesias para que volviera a la «transversalidad». Iglesias, sin embargo, ya había entendido que Podemos no podía huir de la dicotomía entre izquierda y derecha, y que era inútil tras la entrada en el Congreso volver al papel de outsider. El debate político, sin embargo, quedaba aplastado por los intereses de parte y el deseo de hacerse con la organización.
Los pablistas estaban decididos en eliminar a sus contrincantes. Y tenían un arma que los errejonistas desconocían. La tesis hasta ahora más conocida atañe a que los errejonistas urgieron un plan para derrocar a Iglesias y que ese se pudo conocer fortuitamente porque por olvido un miembro del partido dejó abierta una sesión de Telegram. Esa conjura se llamó la del Jaque Pastor. Esta versión es, sin embargo, sustancialmente falsa, sostiene Pascual, aunque tenga aislados elementos de veracidad.
Jaque Pastor y el topo
El exdirigente morado, que no ha podido hablar con THE OBJECTIVE por razones de agenda, sostiene en su libro que es cierto que en Podemos Madrid se redactara un informe llamado Mate Pastor que aspiraba a debilitar al segmento de Tania Sánchez para vehicular más fondos hacía el grupo parlamentario, pero que en ningún momento formaba parte de un proyecto destinado a derrocar a Iglesias.
La clave de toda esa historia no fue ese informe de Podemos Madrid, sino la instrumentalización que hicieron de ello los pablistas tras acceder, siempre de forma fortuita, a todas las conversaciones internas y confidenciales de la facción adversaria. Pascual señala a dos miembros del partido, Miguel Vila y Pedro del Palacio. Los dos se consideraban errejonistas, pero según Pascual actuaron como «topo» tras tener acceso al chat de Emilio Delgado cuando éste se dejó una sesión abierta en un ordenador que no era el suyo.
Todo empezó con ese simple error de Delgado, que en la era digital permitió, según el autor, a ellos u otros compañeros filtrar todo ese material a Iglesias, hasta que el secretario general entendió que se habían empleado términos inaceptables hacia él y otros de los suyos, y se decantó por cesar a Pascual como venganza hacia toda la corriente errejonista.
Cese y «conmoción»
Según Pascual, Iglesias le comunicó su decisión la noche de un 15 de marzo muy emotivo en el Congreso. Le dijo que tenía pruebas de unas conversaciones inaceptables, con «comentarios hirientes (…) muy dolorosos para él y su entorno». Pascual recuerda que se esperaba de Iglesias un ataque feroz como el que había sufrido pocos días antes en una sala del Congreso, donde se habían reunido con Errejón y Carolina Bescansa. Esta vez fue diferente: «Iglesias me trasladó la decisión claramente conmovido».
Pascual recuerda también que se sentía blindado porque Errejón le había prometido que existía una «línea roja». Es decir, que dimitiría del partido si Iglesias se atrevía a echar al número tres. Pero Pascual sostiene que Iglesias siempre supo que Errejón no daría semejante paso. Lo que hizo Errejón, de hecho, fue irse, pero no del partido, sino a Inglaterra. Dos semanas más tarde regresó, y antes las cámaras manifestó su disconformidad hacia el cese de Pascual. Pero afirmó: «Iglesias sigue siendo mi secretario general».
El episodio del espionaje interno en los chats confidenciales errejonistas fue el detonante del comienzo del fin de Podemos, asegura Pascual. Pero según él nunca existió un plan llamado Jaque Pastor para derrocar a Iglesias. Es más, para Pascual su cese fue el punto de inflexión en la historia de Podemos. A partir de aquel momento, Iglesias se percibiría como un líder «autoritario» y el partido destacaría por ser un lugar sin libertad. Todo acabaría otro 15 de marzo, en 2021, cuando Iglesias salió del gobierno de Sánchez para enfrentarse a los comicios de Madrid. «Se cerraba con este 15 de marzo un ciclo para Podemos, un ciclo de declive que, ahora estoy seguro, se hizo explícito cuando fui cesado».