Partidos ocultos, doble documentación y espías: los secretos del pacto Sumar-Podemos
El núcleo duro de Sumar dejó claro cuál era su vocación: excluir a Irene Montero de la lista de Madrid, la más prestigiosa de la coalición
Algo parecido a una semana trágica. La más trágica en la historia de Podemos, sin duda. Desde enero de 2019, el partido morado no sufría una sacudida de tal envergadura. Entonces fue el golpe de Íñigo Errejón y Manuela Carmena, ahora la plataforma de Yolanda Díaz. El plazo de tan solo diez días fijados para registrar una coalición tras la convocatoria de un adelanto electoral ha embarrado el plan de Pablo Iglesias de construir una alternativa independiente a Sumar y hacerle pagar a Díaz su traición.
Díaz llevaba meses construyendo Sumar. Faltaba registrar el partido, pero resolvió el asunto en tiempo récord, nada más realizarse el anuncio de Sánchez. «La habían avisado antes», sostienen en Podemos, donde creen que el adelanto electoral ha favorecido el planteamiento de la dirigente gallega. A partir de ese momento, la lideresa de Sumar solo tenía que ratificar una batería de acuerdos de los que existían los borradores: Compromís, Izquierda Unida, Más Madrid, los Comunes catalanes y otras siglas locales. Solo faltaba por escribir la historia con Podemos.
Dos días después del registro del partido Movimiento Sumar, Alberto Garzón le echó un cable a Yolanda Díaz. Anunció su salida de las listas en nombre de la «renovación». Garzón en realidad, según afirman en IU, tiene un plan b. Pero en los diez días necesarios para torcer el pulso a Podemos su gesto era suficiente, pues todas las miradas se centraron en Irene Montero. El núcleo duro de Sumar dejó claro cuál era su vocación: excluir a Irene Montero de la lista de Madrid, la más prestigiosa de la coalición, tal y como desveló en exclusiva este diario. En un primer momento, se habló de ofrecerle un puesto en una provincia limítrofe. Tras su rechazo, cristalizó la idea del veto definitivo.
Iglesias y los vetos
La presión fue in crescendo. Las voces que pedían su rendición se multiplicaron. Incluso de dirigentes y referentes del espacio mediático afín a Podemos, que hasta aquel momento habían defendido a la número dos del partido. El fin de semana debía servir de punto de inflexión. Dos tuits, uno de Ione Belarra y otro de Irene Montero, parecían decantar la balanza por la defensa de las posiciones y el orgullo. El lunes, Pablo Iglesias criticó el «veto» a Podemos de Compromís, Más Madrid y los de Colau. Los aludidos reaccionaron de manera feroz, hasta acusarle de «mentir». Subía la tensión en un espacio político que lleva viviendo años de guerras internas y heridas sangrientas.
Yolanda Díaz dio la orden de cerrar la negociación, con un sí o con un no de Podemos, el miércoles o como muy tarde el jueves. Fue entonces cuando Podemos intentó un contraataque. Los negociadores Josep Vendrell y Lilith Verstrynge hablaron durante la mañana del pasado jueves. Y toda apunta a que el vicario de Díaz puso sobre la mesa ese ultimátum. La negociación se enfrió. Y acto seguido, Podemos lanzó una consulta interna para estirar la hoja de ruta de Díaz.
Ganó una pequeña batalla, pero la sensación que empezó a difundirse internamente era que los vaivenes de la dirección morada respondían a un hecho muy sencillo: hasta el pasado jueves por la noche, y tal vez el viernes por la mañana, Iglesias y Montero no tenían todavía una decisión tomada. La incertidumbre y la tesis de una cúpula morada muy confundida, «histérica» según algunas fuentes, alimentó las sospechas en Sumar.
Sospechas de espionajes
El partido de Yolanda Díaz empezó así a preparar una documentación doble necesaria para llegar al registro el viernes con todos los papeles listos: con el visto bueno de Podemos o sin él. Los de Díaz no querían que el asunto acabara con el caos de la candidatura andaluza de las autonómicas. Y sobre todo que unos errores técnicos pudieran invalidar la candidatura.
Las sospechas fueron de tan calibre en los últimos días que el cese repentino de un dirigente de Más Madrid muy cercano a Íñigo Errejón, Pablo Perpinyà, disparó los rumores sobre infiltraciones y espías en el delicado proceso de confluencia. Perpinyà es un hombre de confianza de Errejón, a quien la lideresa de Más Madrid, Mónica García, apartó para limitar la corriente errejonista en la Asamblea de Madrid.
Tras ser alejado en el Senado, en Más Madrid sostienen que nunca se dejaron de analizar sus movimientos, hasta que algunos sospecharon de algo parecido a un doble juego. «Fue pareja de Isa Serra y mantiene buenas relaciones con ella, siguen hablando», afirman las fuentes que sostienen esta tesis para explicar el repentino cese. «Le pasó lo mismo que a Clara Serra, que pensaron que estaba filtrando informaciones a Podemos», añaden. Esta versión, que se escapa a la oficialidad, es defendida por diferentes fuentes tanto en Podemos con en Sumar.
Después estalló el caso del partido registrado el pasado jueves, a 24 horas del cierre del plazo para registrar la coalición, por un miembro de la Ejecutiva de Podemos y con sede legal en la misma dirección del partido morado. Juntas sí se puede, fue el nombre elegido, aunque después de la información publicada por THE OBJECTIVE el partido morado sostuvo que se trató de un «error» y que se iba a pedir la anulación de ese registro. Esta versión es muy difícil de creer, pues para registrar un partido se necesita toda la documentación necesaria para hacerlo, y al coincidir la sede con el partido morado, se piden actas notariales y firmas de los apoderados de Podemos para que se haga efectivo.
Sobre la creación de dicho partido circulan en Unidas Podemos todo tipo de teorías. Una de ellas apunta a la creación de un partido alternativo capaz de albergar en sus listas a dirigentes del partido morado en el caso de no llegar a un acuerdo con Sumar. Más allá de las especulaciones, en diferentes sectores de Sumar se interpretó la creación de esa nueva marca como una prueba de la mala fe de los morados. Así como el anuncio contradictorio de Ione Belarra del viernes alimentó la desesperación entre los colaboradores de Sumar. Algunos se mostraron «sorprendidos».