El PSOE espera «un tsunami» con 100 escaños y la dimisión «a medias» de Pedro Sánchez
El clima depresivo del partido choca con el barómetro del CIS, que es calificado de «broma» por los socialistas
Hay un consenso demoscópico y político: nadie se cree ya las estimaciones del CIS de José Félix Tezanos. La victoria socialista que pronostica el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas no sólo no es objeto de las tradicionales convocatorias de los partidos para valorar los resultados, sino que estos apenas ocupan un hueco en las conversaciones que los socialistas tienen en privado, salvo para reconocer que son «de broma». Más allá de los titulares de periódicos y tertulias televisivas o radiofónicas, el barómetro del CIS no ocupa ya espacio en las conversaciones internas de los partidos políticos. Menos aún en el PSOE, donde el clima depresivo ha inundado a la organización, inmersa en una «campaña fúnebre» sin mítines ni militantes. La realidad que atisban múltiples dirigentes del partido consultados por THE OBJECTIVE es bien distinta: «Vamos a tener 100 escaños raspaos. Viene un tsunami».
Nadie contempla una victoria. Todos cuantifican la magnitud de la derrota y la opinión mayoritaria es que no se salvarán los muebles. La barrera psicológica de los 110 escaños que sacó Alfredo Pérez Rubalcaba en el 2011, en el ocaso del zapaterismo queda lejos del umbral aceptable para que el partido «no se abra en canal». La inmensa mayoría de los dirigentes, de distintos territorios y familias políticas, críticos con el sanchismo, partidarios y veteranos, coinciden en que si el PSOE no pasa del centenar de parlamentarios y el PP se corona por encima de 150, ésta vez no hay parapeto posible. Es más, la sospecha/temor/augurio ampliamente compartido es que «Feijóo no va a necesitar la abstención de Vox. Si saca 155-160, Pedro se tiene que ir la noche del 23-J».
Pero es aquí donde se desdoblan los caminos en función de la afinidad con el todavía líder del partido. Los partidarios de Sánchez aceptan que s esto se cumple, el líder del PSOE no podrá recoger el escaño en el Congreso. «¿Tú le ves sentado en la oposición viendo cómo Feijóo se sienta en su sillón azul?». Otra cosa distinta es que lo que ocurra en el partido y lo que auguran los sanchistas ‘pata negra’ es que Ferraz volverá a ser una trinchera, como en octubre del 2016, cuando fue derrocado por el Comité federal del PSOE un famoso 1 de octubre. «Pedro no se va a ir». Como adelantaron fuentes socialistas a este periódico, «se va a atrincherar» en la secretaría general del partido, con la excusa de hacer un proceso tranquilo, sereno, dando tiempo a que se articulen los liderazgos y, sobre todo, manejando los tiempos y al aparato para garantizarse el control del partido y, en función de las circunstancias, incluso su permanencia.
Aviso a los barones
La gran paradoja se encuentra en su tabla de salvación: la debilidad actual de los barones tras el 28-M. Quienes podrían garantizar la permanencia de Pedro Sánchez podrían ser los presidentes autonómicos que han dejado de serlo, y cuya supervivencia política está únicamente sujeta al hilo de la secretaría general. Con la única excepción de Emiliano García-Page, los barones autonómicos empiezan a temer por sus territorios, donde el ruido interno de sus federaciones constatan los movimientos preparatorios de una eventual dimisión de Sánchez. Algo que conllevaría la constitución de una comisión gestora y la convocatoria de un congreso extraordinario que, según los estatutos del partido, abriría paso a los congresillos territoriales para renovar todos los liderazgos.
En Aragón, el partido está «completamente partido», y Javier Lambán «ya no controla la federación» tras haber perdido todo en Huesca y haber dimitido sus candidatos por la imposición de Ferraz en las listas; en Valencia, la salida de Ximo Puig es altamente probable por la amenaza del tándem entre los secretarios provinciales de Valencia y Alicante, Carlos Mislata y Alejandro Soler, que «forzarán un congreso extraordinario y lo tienen ganado con el apoyo de una amplia mayoría de alcaldes; en Extremadura, «Guillermo Fernández Vara está fuera, deseando ejercer de médico forense y abandonar la política, en la que sólo sigue por la petición expresa de Pedro»; en Madrid, muchos opinan que el liderazgo de Juan Lobato «está consolidado» pero no sobre suelo firme, ya que el corte de entrada en el Congreso por Madrid puede limitarse a 7 escaños -justo el puesto que ocupa en la lista el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Óscar López-, dejando fuera a los simanquistas (Rafael Simancas va de número 9 y su pupila, Mercedes González, de 10), lo cual anticipa una dura batalla en un congreso regional con Félix Bolaños recién salido de Moncloa, sin más puesto que el de diputado raso y con aspiraciones aún de controlar Madrid.
Con la pérdida de su feudo en Canarias, ahora en manos de CC y el PP, y Andalucía «a punto de saltar por los aires» para derrocar a Juan Espadas, serán clave las posiciones que fijen los barones afines que todavía lo seguirán siendo: el asturiano, Adrián Barbón, y la navarra, María Chivite, pero ambos contemplan la permanencia de Pedro Sánchez, aun siendo desterrado de la presidencia del Gobierno. Y en su caso, ambos le apoyarían. Es destacable en este sentido la recientemente recuperada actividad de la cabeza de lista por Asturias y ex vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra. Fue de las pocas que se apresuró el martes a defender «la solvencia» de Sánchez tras el debate del lunes con un «Feijóo mutado en una máquina de mentir», frente al silencio de otros muchos.
«Los Estatutos le permiten perpetuarse»
Según fuentes socialistas, «ya no hay barones». Y el único liderazgo incontestable que queda, el de Page en Castilla-La Mancha, necesitará aliados para la revolución antisanchista. Una aspiración quizá demasiado alta con las armas disponibles porque «los estatutos están redactados para que él se perpetúe», tras los cambios efectuados por el propio Sánchez en el 39º Congreso del PSOE, después de su reconquista del PSOE en 2017. Los detractores de Sánchez vislumbran las maniobras y advierten de que, si los pronósticos se cumplen, «no se puede dimitir en diferido y Pedro tendrá que asumir su responsabilidad de una vez por todas». Y más después de una «campaña personalista en la que él lo ha centralizado todo». Pero vuelven los bandos y los más fervorosos pedristas dan señales de estar preparados para una nueva batalla, para volver a contar votos en un Comité Federal y para resistir la embestida de los críticos.
Vuelven a sonar los tambores de guerra y afloran las evidencias de que «tendría que haber una profunda remodelación en el partido». Y las amenazas veladas: «Pedro llamará el 23 a los barones para preguntarles: ‘¿Cómo lo hacemos?’». Pero esa pregunta no va en son de paz ni pretende hacerles partícipes del proceso que sólo el jefe quiere tutelar. Lo que persigue es mandar un aviso a navegantes. Si caigo yo, caemos todos. Porque si se constituye la gestora y se convoca un congreso, caerá Pedro Sánchez y, con él, todos los antisanchistas derrotados en las urnas a los que ya les están moviendo la silla.