Elecciones 23-J: esto es lo que ocurre con los votos en blanco
En España no es obligatorio acudir a las urnas, pero existen otras formas de mostrar la disconformidad con las candidaturas
Hay algunos países en los que votar es obligatorio. Sin embargo, en España esto es un derecho, lo que significa que cada ciudadano puede decidir libremente si vota o no. En el segundo caso, para no dar el apoyo a una candidatura o partido, existen tres opciones: abstención (no ir a las urnas), voto en blanco y voto nulo. Aunque tienen un mismo objetivo, cada una de estas posibilidades representa algo distinto y, además, pueden perjudicar o beneficiar.
En concreto, es el voto en blanco la única opción que puede, de alguna forma, perjudicar o beneficiar a alguno. Tanto la abstención como el voto nulo supone que no cuenten como votos emitidos válidos. Por ejemplo, en las elecciones generales de 2019, según recoge La Sexta, hubo un total de 217.227 votos en blanco, lo que supone un 0,8%. Además, en las municipales de aquel año el dato fue parecido, según el Ministerio del Interior, con un 0,94% del voto en blanco. Pero, ¿qué es y que supone votar en blanco?
El voto en blanco: qué es y cómo votar así
La definición de voto en blanco casi que cae por sí sola. Es una forma de participar en el proceso electoral pero depositando en el sobre una papeleta vacía, sin marcar o que, aunque se siga considerando válido, no aporte información sobre a qué partido o lista está votando. Por tanto, para votar en blanco es posible depositar en el sobre la papeleta vacía (que sería la opción para las elecciones al Senado) o simplemente dejar el sobre vacío al meterlo en la urna.
¿A quién favorece?
A diferencia de los nulos, los votos en blanco sí entran en el cómputo de los votos válidos. Por ello, sí que tienen efecto en el resultado de unas elecciones. Para entender esto es necesario, primero, comprender cómo funciona la Ley d’Hont, que es la que determina el número de escaños de cada partido. Consiste en un sistema de reparto proporcional para distribuir los votos de unas elecciones. Además de España, también hay otros países que lo usan.
De esta forma, para repartir los votos y convertirlos en escaños, tanto para el Congreso de los Diputados como para un Ayuntamiento, por ejemplo, lo primero que hay que hacer es ordenar los resultados de mayor a menor. Tras esto, hay que calcular el porcentaje de cada uno sobre el total de votos válidos. Estos son tanto los votos emitidos a un partido concreto como los votos en blanco, pero no las abstenciones ni los votos nulos.
En España quedan descartadas todas las candidaturas que no lleguen al porcentaje del 3%, que es el mínimo exigido para obtener representación en unas generales, o al 5% en el caso de las locales y autonómicas. El objetivo de esto es «evitar una excesiva fragmentación de la cámara o la corporación», según explica el Ministerio del Interior.
Es en esta parte en la que entra en juego el voto en blanco. Como entra en el cómputo de los votos válidos, este tipo de papeletas lo que provocan es, según explica el investigador de Ciencias Políticas del CSIC Pepe Fernández Albertos a Más Vale Tarde, «hacer más difícil entrar» a los partidos pequeños, mientras que favorece de forma marginal a los grandes. Aunque este voto no vaya sumado a ningún partido, hace que el porcentaje sea mayor, por lo que cada candidatura necesitará más apoyos para conseguir un escaño.
Tras haber hecho los porcentajes, la Ley d’Hont explica también el reparto de los escaños. Los datos se recogen en una tabla con tantas columnas como número de escaños o concejales a distribuir. Hay que completar cada columna con el número de votos de cada candidatura dividido entre uno, dos, tres… hasta completarla. La asignación de escaños o concejales es en orden decreciente, empezando por los coeficientes más altos.