Vox se apartó de la cabecera de la protesta en la sede del PSOE para desmarcarse de los ultras
El partido de Santiago Abascal se abona a la teoría de que los exaltados son «infiltrados» del Ministerio del Interior
Decenas de manifestantes con banderas se enfrentan a la Policía, durante una concentración en contra de la amnistía, frente a la sede del PSOE en la calle Ferraz, el 7 de noviembre de 2023, en Madrid. | EP
Vox ha estado presente en las concentraciones que hasta el momento se han llevado a cabo en los alrededores de la sede nacional del PSOE, ubicada en la madrileña calle de Ferraz. Pero no ha liderado todas. Este pasado martes, la jornada más tensa, los de Santiago Abascal estuvieron presentes, pero a mucha distancia de la cabecera de la concentración, monopolizada por grupúsculos ultra como Hacer Nación, Democracia Nacional o Ultras Sur.
Los representantes de la formación conservadora retrocedieron muchos metros con respecto a la concentración del lunes, cuando Manuel Mariscal, Rocío de Meer, Juan García-Gallardo o Víctor González se encontraban en primera línea de batalla. Cuando la Policía Nacional comenzó a cargar, de hecho, Juan E. Pflüger, jefe de prensa del partido, pidió contención a los agentes. El vicepresidente de Castilla y León, además, sufrió fuertes mareos como consecuencia del gas lacrimógeno.
Pero la dureza de las cargas no fue lo que disuadió a los miembros de Vox de acompañar la cabecera la siguiente jornada, sino la presencia de «gente rara» con la que los diputados no querían exponerse a ser fotografiados. Es por eso que Pepa Millán, Hermann Tertsch, Jacobo Robatto o Isabel Pérez Moñino, entre otros, se colocaron junto a la parroquia del Inmaculado Corazón de María, a cien metros del cordón policial. Abascal y García-Gallardo no repitieron por motivos de agenda.
Perfiles radicales
La primera fila de la manifestación contra la amnistía acabó así monopolizada por radicales violentos que hacían el saludo romano y que cantaban consignas como «Justicia, patria, revolución» o «aquí están los nacionalistas [españoles]».
Estos eran reprendidos por la mayoría de los manifestantes cuando proferían esos cánticos o cuando encendían bengalas. La falangista Isabel Medina Peralta, por ejemplo, recibió gritos de «fuera, fuera» y fue abucheada cuando se subió a un quiosco a realizar el saludo fascista. La cercanía de miembros de Vox a estos personajes hubiese resultado nefasta en términos de comunicación política. Máxime, teniendo en cuenta que fueron estos los que terminaron enfrentándose a los agentes.
Ni siquiera los chavales de Revuelta, entre los cuales la mayoría son militantes del partido, y que son más beligerantes que sus mayores, quisieron tener nada que ver y reivindicaron haber estado «manifestándose pacíficamente».
Vox apunta a «infiltrados»
Vox ha condenado la violencia en estas manifestaciones, aunque se ha abonado a la teoría de que algunos de los exaltados son «infiltrados» por el Ministerio del Interior para justificar las cargas contra los manifestantes. Fernando Grande-Marlaska, en el argumentario pergeñado por Bambú, habría recurrido a las «cloacas del Estado» para producir unas imágenes pseudobélicas que victimicen al PSOE.
El pasado martes fue la jornada más tensa de todas las registradas durante esta última semana en los alrededores de la sede nacional del PSOE. Grupúsculos ultras, reprendidos con abucheos por la mayoría de los manifestantes, se enfrentaron a la Policía Nacional, lo que derivó en una batalla campal que se saldó con siete detenidos y 39 heridos (de ellos, la mayoría agentes). Según fuentes policiales consultadas por THE OBJECTIVE, ninguno de los exaltados era militante de Vox. Los agentes señalan que detrás de los disturbios había grupos ultra «de carácter marginal pero con experiencia en este tipo de trifulcas»: Ultras Sur, Frente Atlético, Democracia Nacional, España 2000, Hacer Nación y Falange.
