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Viento nuevo

Pedro Sánchez: frenada y amor en vilo

«Begoña Gómez metió la pata, pero hay mucha leña en la chimenea, lista para el fuego, seca y vegetal»

Pedro Sánchez: frenada y amor en vilo

Pedro Sánchez junto a su mujer, Begoña Gómez. | Europa Press

El hazmerreír es completo en medio mundo. New York Times: «El líder español dice que está considerando dimitir mientras su esposa enfrenta una investigación». Financial Times: «El primer ministro español considera dimitir mientras su esposa enfrenta una investigación por corrupción». The Guardian: «El primer ministro español considera dimitir y culpa al acoso político mientras su esposa se enfrenta a una investigación». Le Monde: «El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, dice que está considerando dimitir tras la apertura de una investigación por corrupción contra su esposa». El presidente, al que llaman primer ministro, frena y otros muchos se pasan de frenada. Ese «igual lo dejo», realmente, debilita y va rompiendo su imagen, por trozos, frente al espejo íntimo y de cuerpo entero, donde llora como un niño lo que no sabe defender como hombre.

Colocamos el oído sobre la vía del tren, oímos acercarse a la máquina de furia y fuego, pero nadie conoce la carga lujosa en los vagones asustados. La asociación que puso la denuncia –me niego a nombrarla- y el personaje que la dirige, es todo pimpampum de feria o barraca. Un anciano con un dossier de recortes de prensa y el señor juez que llamará a declarar a un par de periódicos de los recortes. El lío, sospechamos, no viene por ahí. El juzgado de los recortes, por mucho rédito político inmediato al exprimir el limón, aseguran, tiene corto recorrido judicial. El lío no viene por ahí. La equis de Aldama y el rescate de los cuatrocientos millones de la compañía aérea, sí, hacen daño, mucho, pero los viejos brujos del lugar dicen, sigo, que el lío no viene por ahí. Repasemos las huellas sobre la nieve. Antes de la cartita de Pedro Sánchez sobre su retirada hasta el lunes hubo dos entregas en sus redes y, curiosamente, ambas refieren a Marruecos. Yo empecé la semana con un artículo en este amable rincón sobre Marruecos y Sánchez la acaba con un par de poemas en prosa sobre ese particular, sin aclarar nada, con el que cierra la semana y empieza el encierro en el convento de todas las dudas, junto a los rosales, lejos del hueco enrejado que da al pozo y donde amenaza con tirarse de cabeza. ¿Qué pasa con Marruecos? El interrogante supura sangre. 

En segundo lugar, Francia remite al caballo Pegasus a España, un hackeo o robo integral del teléfono móvil del señor presidente, con toda clase de datos y conversaciones, llamadas y letra muy jugosa y apretada. ¿Qué es lo que hay ahí? ¿Qué puede haber ahí? Tampoco lo sabemos. Ese teléfono móvil es el cofre de todas las monedas de oro y chocolate caliente. Información reservada. Información privilegiada. Secretos húmedos. Cata de aire acorralado que corre peligro al ventilarse. Begoña Gómez, lo sabemos, nunca tuvo que hacer gestiones de nada: no las hizo Carmen Romero (Felipe González), no las hizo Sonsoles Espinosa (Zapatero), no las hizo Elvira Fernández (Rajoy). La mayoría se apartaron, y esa amistad con Aldama, la gran equis de Koldo, es un tumor, aunque los más serios e incrédulos no apuesten por el lucro, la pasta al dente y al peso, pero también el sencillo y simple tráfico de influencias es delito. La Merkel, si nos ponemos, pidió a su marido que no diera clases en la universidad, porque sabía de lo que hablaba, el ojo del huracán estaba puesto en ellos y cualquier limosna que te pagasen por una conferencia sobre Rilke, ya estaba el lío armado. Begoña Gómez metió la pata, pero hay mucha leña en la chimenea, lista para el fuego, seca y vegetal. Preguntan las señoras y los hampones por los bares: ¿Y ahora cuando su señora tenga que ir al juzgado, pasada la instrucción, va a llevarla el coche de Moncloa y él mismo de la manita? La foto daría la vuelta al mundo. Apartarse es la salida.

Pedro Sánchez frena pero los demás aprietan. Sus socios no descansan: Puigdemont ha pedido veinte o veinte tres mil millones más para la buena Cataluña, y dice que si este encierro es un flotador, una estratagema para salir fortalecido del encierro de las mil celdas, se equivoca, porque ellos serán los primeros en pincharle el globito. Los vascos piden pasta, los gallegos piden pasta, los catalanes piden pasta, a ninguno le importa reventar la caja común del Estado y nuestro hombre herido, Pedro Sánchez, no puede más. Un trueno estalla cada vez que cierra los ojos. Un relámpago blanco sucede al abrirlos súbitamente en la madrugada vacía. Los amigos (socios) son los enemigos y la comedia no puede continuar. La frenada es otro aviso, ese que ellos desactivan diciendo hay que venir llorado y meado de casa, un temblor de miedo, la mayor incógnita sobre nuevos robos con más pasta. El castillo de naipes se viene abajo. Así no se puede.

La vida personal es el único patrimonio serio, oasis feliz, al llegar a casa magullado y zarandeado, por tanto, hambriento. Todo un proceso judicial hasta el mismo Supremo, de audiencia en audiencia, de juzgado en juzgado, acabe en lo que acabe, impide cualquier desenvoltura mínima a nivel internacional. ¿Qué decir cuando le pregunten e instiguen en los vinos fríos de Bruselas, París, Berlín y Londres? Dejarlo es ser libre, volver a serlo, tras hundir el partido. Lo dijeron los históricos de la casa: «El partido no puede ser personalista. El sanchismo se come al socialismo. Si le pasa cualquier día algo, cerramos la tienda». La frenada laboral y el amor aureolado de indecisión, inquietud e intranquilidad, en puro vilo, es el peor infierno junto al mar de todas las pirañas con la boca abierta y los ojos cerrados. Cerrar los ojos para verte, Begoña, eso será todo.   

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