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Elecciones catalanas

ERC se desploma a su peor resultado desde 2010 pero tendrá la llave en Cataluña

Los republicanos pierden 13 escaños y debaten si facilitar la investidura del socialista Salvador Illa

ERC se desploma a su peor resultado desde 2010 pero tendrá la llave en Cataluña

Pere Aragonès comparece tras conocer los resultados de las elecciones en Cataluña. | David Zorrakino (Europa Press)

El tren de ERC descarrila. Los de Pere Aragonès han conseguido este domingo 20 escaños, 13 menos que en las anteriores autonómicas. La histórica formación de centro-izquierda queda relegada a tercera fuerza política en Cataluña, segunda del espectro nacionalista. A pesar del desplome a su peor resultado desde 2010 tendrá la llave de la Generalitat. El escenario abre un debate interno sobre la idoneidad de facilitar la investidura de Salvador Illa, aunque manteniéndose al margen del Gobierno. La empresa del socialista también necesita del concurso de los Comunes. El PSC ya fue la lista más votada hace cuatro años, pero la suma de la CUP y Junts permitió a los republicanos alcanzar el Palau.

Aragonès defendía este 12 de mayo la presidencia de la Generalitat por primera vez en ocho décadas. En una jornada electoral marcada por las incidencias en el servicio de Cercanías, ERC ha perdido el tren del soberanismo. Y eso, a pesar de que en noviembre cerró un acuerdo para traspasar Rodiales como contrapartida por la investidura de Pedro Sánchez. Los republicanos tienen línea directa con los socialistas, a los que apoyan en Madrid, y esa buena relación podría ampliarse en Cataluña, aunque en Ferraz crece el pesimismo: apuntan al bloqueo y a un regreso a las urnas.

Los resultados abren un debate en el seno de la formación, en la que cohabitan dos almas. PSC, ERC y los Comunes suman 68 escaños, número que determina la mayoría absoluta. Ese resultado facilitaría la investidura de Illa. Los republicanos se lo piensan, aunque lo que parece claro es que no entrarán en un futuro Gobierno. Esa opción recuperaría la figura del tripartito, que ya llevó a otros dos socialistas, Pasqual Maragall y José Montilla, al Palau de la Generalitat. La formación que lidera Aragonès tiene en su mano la llave pese al descalabro, aunque ahora debe calibrar el coste que supondría darle el poder al PSC.

La «oposición» de ERC

«Hemos tenido unos malos resultados. Unos muy malos resultados. Hemos seguido la tendencia de municipales y generales y no hemos sabido revertirlo», ha afirmado un cariacontecido Aragonés pasadas las 22.45 horas. Los republicanos se han dejado 185.000 votos por el camino respecto a los anteriores comicios y lo han achacado a «la polarización». El presidente de la Generalitat en funciones ha subrayado que sus iniciativas políticas «no han sido suficientemente valoradas por la ciudadanía» y que ahora le toca liderar este nuevo tiempo a PSC y Junts mientras ellos asumen el mandato popular de «estar en la oposición».

Toda una declaración de intenciones. Los socialistas confían en que ERC apoye la formación de un gobierno progresista porque unas nuevas elecciones supondría un castigo mayor. La portavoz republicana, Raquel Sans, ha sido de las primeras en pronunciarse. Lo ha hecho con claridad, asegurando que los resultados obligan a hacer una reflexión. Su formación obtiene el 13% de los votos, siete puntos menos que en las anteriores autonómicas. Los mejores datos los consigue en la provincia de Barcelona, 12 representantes. En Tarragona y Lérida se hace con tres y en Gerona, con dos.

La noche ha sido aciaga para el independentismo, que obtiene 61 escaños. Se queda por primera vez sin sumar mayoría absoluta, exceptuando los 57 asientos de 1980. Junts recupera la hegemonía en una campaña que ha centrado en Argelès (Francia) para permitir que Puigdemont, huido de la justicia desde octubre de 2017, pudiera participar. El expresidente catalán echó el resto al amenazar con dejar la política activa si no era investido. A pesar del crecimiento, no opta a la reelección porque la suma con ERC y el resto de fuerzas soberanistas no es suficiente.

La cuestión ahora es si ERC está dispuesta a investir a Illa y cerrar definitivamente el procés, a la espera de lo que suceda con la ley de amnistía. Eso no significa que rechace la vía independentista, ya que su intención es celebrar un referéndum de autodeterminación pactado con el Gobierno central. Los republicanos no han sabido rentabilizar su gestión al frente de la Generalitat. Una cuestión a la que se ha referido el propio Aragonès durante la resaca electoral mientras Oriol Junqueras, a su lado, le cedía todo el foco.

Nueva etapa en Cataluña

ERC proponía una financiación singular, un referéndum pactado y apostaba por crear una consejería específica para la lengua catalana. No ha sido suficiente porque Junts ha sabido interpretar mejor la nueva etapa que vive Cataluña. Ha modulado su discurso apelando al voto más sentimental, pero también recuperando sus orígenes con propuestas sobre inmigración y fiscalidad. Puigdemont consigue la remontada en las urnas a costa de ERC, cuyos votantes potenciales han apostado en esta ocasión por Illa.

Aragonès anunció a mediados de marzo la disolución del Parlament tras no conseguir que se aprobaran los presupuestos. El presidente de la Generalitat, ahora en funciones, asumió la responsabilidad del «bloqueo». A pesar de que su grupo contaba con el apoyo del PSC y de una diputada del Grupo Mixto, le faltaba un voto para sacar adelante las cuentas públicas. La decisión ha supuesto un estrepitoso fracaso para la formación de Lluís Companys y Josep Tarradellas, al que ha quemado el poder. De hecho, ERC ha lamentado que la fuga de votos se ha concentrado en territorios históricamente nacionalistas.

«Las líneas rojas y los bloqueos de unos a otros han llevado a que los Presupuestos con más recursos de la historia hayan sido rechazados», se lamentó Aragonès en una declaración institucional en el Palau de la Generalitat. Detrás de ese fiasco se esconde la construcción de un megacomplejo turístico con casino y salas de apuesta que Hard Rock planea construir en Salou (Tarragona). Los socialistas vincularon su apoyo a las cuentas con la tramitación del proyecto, mientras que los Comunes supeditaron su voto a que se frenara la iniciativa.

ERC ya defendió el proyecto en 2017, cuando el entonces vicepresidente de la Generalitat y consejero de Economía Oriol Junqueras aseguró que era sostenible y económicamente realista. Tres años más tarde el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) emitió una sentencia que anulaba parcialmente el plan urbanístico de los terrenos donde debía desarrollarse por el riesgo que supone su proximidad a un polígono petroquímico. El nuevo plan de desarrollo continúa en punto muerto.

El fantasma de los recortes

Durante la campaña, Junts y ERC han apuntado al candidato socialista y a la posibilidad de ser gobernados desde Madrid, como si se tratara de una franquicia. Ambas formaciones también se reprocharon las turbulencias del último Govern, que acabó con el portazo de los de Puigdemont tras el aval de la militancia en octubre de 2022. Siete consejeros y 250 altos cargos y asesores dieron un paso al lado después de que se impusiera la línea rupturista, que defendía una oposición dura para reivindicarse como único partido genuinamente soberanista.

Puigdemont también empujó desde Bélgica a favor de la ruptura. Laura Borràs, que fue suspendida como presidenta del Parlamento catalán en julio de 2022, apuntaló su autoridad en detrimento del secretario general, Jordi Turull, partidario de continuar en el Gobierno autonómico. Al final todos se avinieron a la decisión tomada por la mayoría.

Aragonès ha recuperado en la campaña el fantasma de los recortes asegurando que regresarían a Cataluña de la mano de Junts. No todo ha sido un tira y afloja. Ambas formaciones se han puesto de acuerdo en solicitar un cambio de financiación a Sánchez y en defender un referéndum acordado con el Gobierno central una vez que sea aprobada la ley de amnistía. Una fórmula que aplaudió el candidato de los republicanos, que ha reprochado a los de Puigdemont haberse subido a la vía dialogada tras su rechazo inicial.

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