Robles fija con Navantia un nuevo calendario de entrega de submarinos S-80 tras las demoras
La entrega de los tres sumergibles que quedan de la clase S-80 se retrasa un año cada uno
El Ministerio de Defensa ha actualizado con los astilleros públicos de Navantia un nuevo calendario de entrega de los submarinos de la clase S-80, tras las demoras que han llevado a un retraso en el cronograma previsto y a cierta desesperación en las plantas nobles del departamento que dirige Margarita Robles. La ministra acudió en abril y septiembre al arsenal de Cartagena para comprobar la situación de primera mano y apremiar a la constructora con los plazos.
El programa S-80 ha tenido una dura travesía, fruto de una serie de premisas y necesidades para las que la industria nacional no estaba preparada cuando comenzó esta carrera en 2003. Primero fueron los problemas técnicos y de personal. Era un buen proyecto, ambicioso, pero difícil de asumir con los mimbres existentes. La Armada ya cuenta desde noviembre del año pasado con el S-81 Isaac Peral y espera los otros tres sumergibles de su misma clase de aquí a finales de la década. Eso sí, con un año de retraso por regla general al último cronograma fijado por Navantia.
Así, el S-82 Narciso Monturiol fija su puesta a flote a mediados de 2025, por lo que la entrega no será el próximo año, como se preveía hasta ahora, sino en 2026. En cuanto al S-83 Cosme García, la empresa pública ha finalizado la pasada semana el embarque del sistema de propulsión independiente del aire (AIP, en sus siglas en inglés), algo que no tienen sus hermanos gemelos de la clase S-80.
Este sistema AIP permitirá al S-83 permanecer hasta tres semanas bajo el agua. Los submarinos convencionales —no nucleares— han de salir a la superficie a recargar baterías y eso reduce su furtividad. Así que se trata de un salto cualitativo para el arma submarina española que puede abrir las puertas a los ansiados contratos con India —de 5.800 millones de euros— y Canadá. Este desarrollo tecnológico será instalado en el S-81 y S-82 cuando hagan su primera gran parada en los astilleros para actualizarse. Eso ocurrirá cuando se acabe la cuarta unidad.
Para la entrega del Cosme García habrá que esperar a finales de 2028, en vez de 2027 como marcaba el calendario hasta ahora. En cuanto al S-84 Mateo García de los Reyes, el último de los sumergibles solicitados por Defensa, su entrega pasa ahora a principios de 2030, más de un año después de lo previsto inicialmente.
La Armada hizo este miércoles una presentación de sus planes de aquí a 2050 sin desvelar cuáles son sus ambiciones, si bien entre los almirantes y contralmirantes ya se habla de adquirir más submarinos —entre dos y cuatro suplementarios— que sirvan de «disuasión» para potenciales enemigos. Con la clase S-70 hubo cuatro sumergibles en total, así que la apuesta es intentar duplicar dicha cifra en los próximos 25 años.
Ello dotará al arma submarina de España de un grado de sigilo pocas veces antes visto, una utilidad superior y una serie de capacidades inéditas. Pequeño, rápido, muy maniobrable, con muy baja detección, con posibilidad de lanzar torpedos y misiles a tierra, transportar equipos de operaciones especiales hasta cerca de costas enemigas y con una tripulación muy reducida gracias a sus múltiples automatismos y computarización de procesos.
La inversión inicial de 2.000 millones de euros hubo que doblarla prácticamente hasta unos 3.900, que se amortizarán mejor cuanto mayor sea la cantidad de submarinos construidos. El retraso en un proyecto pensado para ser acabado en diez años hizo perder muchos trenes, como el contrato de Países Bajos, pero el acierto en otras decisiones ha despertado el interés de varios países como potenciales clientes para Navantia.
Al final, el S-80 ha sido producto de la perseverancia. La ingeniería española, con alguna ayuda como la de la compañía estadounidense Electric Boat, ha acabado triunfando. Navantia tenía mucha experiencia en construir barcos de superficie, pero hacía más de un siglo que no se producía un submarino de diseño español en nuestro país, a pesar de haber sido históricos pioneros en la materia. El gobierno español fue valiente al desechar otras opciones, como los Scorpene franceses, y prefirió apostar por la autonomía industrial y tecnológica. El primer S-80 pesaba demasiado, se tuvo que alargar para compensar el superior tonelaje, se echó mano de ayuda externa, y al final fue precisamente esa prolongación lo que permitió dotarlo de soluciones mucho mejores.
El inicial desastre acabó siendo todo un acierto, no con parches, sino con soluciones inteligentes que reflejan la calidad de la ingeniería naval española, y su ejecución en los astilleros está teniendo reflejo en el exterior. Países como Noruega, Australia y Turquía alaban las cualidades de los barcos de Navantia en un escenario en el que hay 42 países que operan submarinos, pero solo 11 son capaces de fabricarlos. España es uno de ellos.
Con la entrega del primer S-80 se ha abierto una nueva etapa en la construcción naval de una compañía cuya historia se remonta al siglo XIII. Dicen que el español reacciona bien, pero tarde. Puede que el dicho case con la realidad en su segunda parte, pero si en Cartagena se han tomado su tiempo, parece que han acertado de pleno. De lo primero, lo de hacerlo bien, sin duda hay pruebas, por encima y por debajo del agua.