Siria: el final de una tragedia que se remonta a 1919
La inestabilidad que viven Siria e Irak no son más que los rescoldos del fuego provocado por la colonización europea

Imagen de una protesta. | Cedida
El origen de Siria
Para entender la fragmentación a la que se enfrenta Siria, debemos retrotraernos al momento en el que se configuró como Estado. La Primera Guerra Mundial dio lugar a la creación de un tipo de comunidades políticas que estaban a caballo entre las colonias y los protectorados. Me estoy refiriendo a los mandatos. En teoría, se trataba de una figura implantada por la Sociedad de Naciones para crear Estados partiendo de territorios que habían pertenecido al Imperio Otomano. Aunque la idea no era mala, se acabó pervirtiendo y sirviendo a los intereses de las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial. En el caso de Irak, el Reino Unido unió a varias comunidades (kurdos, turcomanos, árabes chiitas y sunitas, etc.) con el único objetivo de conformar un Estado en torno a un territorio rico en petróleo. Siria no fue algo muy diferente, ya que Francia unió a diferentes comunidades (alauitas, kurdos, drusos, ismaelitas, etc.) en un territorio –Le Grand Liban– sin base histórica, pero de gran interés para París. De hecho, la creación de estos dos Estados responde a un acuerdo, el Sykes Picott, entre París y Londres, que no fue sino una traición a la promesa hecha por McMahon al Sharif de la Meca de establecer un Estado árabe sobre las cenizas de las provincias del Imperio Otomano. Por ello, cuando en 2016 Abu Bakr al-Baghdadi se erigió como el califa Ibrahim, lo primero que hizo fue declarar que el Acuerdo Sykes-Picott quedaba abolido uniendo de esta forma Siria con Irak.
La inestabilidad que viven los territorios de Siria e Irak no son más que los rescoldos del fuego provocado por la colonización europea tras el colapso del Imperio Otomano.
La creación de Irak y Siria responde al acuerdo Sykes Picott, entre París y Londres, que no fue sino una traición a la promesa hecha por McMahon al Sharif de la Meca de establecer un Estado árabe sobre las cenizas de las provincias del Imperio Otomano
Su relación con Rusia
Tras la independencia de Siria, el país árabe vivió un periodo de inestabilidad que acabó con la llegada del Baazismo en general y de la familia Al-Ásad en particular. Su visión panarabista y socialista trajo el elemento que más ha influido en la historia reciente de Siria: su relación con Rusia.
En el año 1963 triunfó en Damasco una revolución de corte socialista que llevó al poder a Háfez al-Ásad. Su acercamiento a Moscú fue cada vez mayor hasta la firma en 1980 del Tratado de Amistad y Cooperación Sirio-Soviético que permitió el establecimiento de dos bases militares rusas en Siria. Aunque la Unión Soviética cayó en 1991, la relación entre Siria y Rusia se mantuvo, perviviendo incluso tras la muerte de Háfez al-Ásad y las primaveras árabes.
En 2015 la Federación Rusa tomó partido por Bashar al-Ásad desplegando fuerzas sobre el terreno. Además de estas fuerzas, Al-Ásad contó con el apoyo de Irán, quien desplazó soldados que se unieron a los efectivos de Hezbolá ya presentes en Siria
La primavera árabe
El año 2010 será recordado como el año que convulsionó el mundo árabe. Lo que surgió como un acto de desesperación en el Túnez de Ben Alí, corrió como la pólvora por los países árabes usando como combustible la injusticia ejercida por las tiranías. Aunque Siria parecía ajena a este movimiento, la torpeza de Al-Ásad provocó no solo la explosión de protestas generalizadas, sino una guerra civil que se ha extendido hasta la caída del baazismo.
Todo comenzó en 2011 cuando Muawiya, un joven de 15 años, hizo un grafiti en un muro de la ciudad de Daraa donde se podía leer: «Libertad y abajo el régimen. Es tu turno doctor». Al-Ásad entendió esa pintada como una afrenta personal y ordenó la detención de los culpables. La población se rebeló contra el gobierno, y las fuerzas de seguridad –junto con la temida «Shabiha»– iniciaron una campaña de represión en todo el país que pronto se transformó en la guerra civil que ha asolado Siria en los últimos trece años.
En los primeros años de guerra civil, la situación estuvo bastante igualada y los rebeldes tomaron importantes enclaves que hicieron pensar que podían incluso alcanzar la victoria. Sin embargo, en el año 2015 sucedió un hecho que hizo cambiar el curso de la guerra: la intervención rusa. La Federación Rusa tomó partido por Bashar al-Ásad desplegando fuerzas sobre el terreno. Además de las fuerzas federales rusas, Al-Ásad contó con el apoyo de Irán, quien también desplazó soldados que se unieron a los efectivos de Hezbolá presentes en Siria desde hacía años.
El 30 de septiembre de 2015, el presidente Vladimir Putin comunicaba que Rusia iniciaba un despliegue de tropas en el territorio sirio como respuesta a una petición expresa del presidente Al-Ásad. La petición respondía a una necesidad de apoyo exterior habida cuenta que otros grupos estaban siendo apoyados por potencias extranjeras. Concretamente, Al-Ásad se refería al apoyo americano a los kurdos, al saudí al Ejército de la Victoria y al que Qatar estaba brindando al Frente Al-Nusra. Como elemento legitimador de ello estaba el Estado Islámico, un grupo que estaba ganando fuerza en el país; de hecho, debido al caos generalizado el Dáesh fijó su capital en Al Raqa.
Rusia estableció en Bagdad un mando común de inteligencia compartido con Irak, Irán y la Siria de Al-Ásad, desde donde se marcaba la estrategia. Entre el 30 de septiembre y el 1 de diciembre de 2015 Moscú centró sus operaciones en acciones de castigo desde el aire y desde el mar, con el objetivo de facilitar el avance de las fuerzas de Al-Ásad. A partir de diciembre comenzó la ofensiva terrestre. En total, Rusia desplegó unos 63.000 soldados que llevaron a cabo misiones por un periodo de cuatro meses. En marzo de 2016 anunciaron su retirada, aunque mantuvieron la base naval de Tartús y la aérea en Jmeimim. Nunca se llegó a comunicar el número de soldados desplegados en estas dos instalaciones.
Gracias a la ayuda rusa, las fuerzas de Al-Ásad se hicieron con el control de un 70% del país dejando a los rebeldes las zonas limítrofes con Turquía (esencialmente Idlib y parte de Alepo) y a los kurdos la parte de las provincias de Deir er Zor, Hasaka y Al Aqsa.
La autorización de Biden a Ucrania para utilizar misiles de largo alcance en territorio ruso, demandada desde hacía meses, provocó que Rusia replegara buena parte de sus efectivos desplazados en Siria al frente ucraniano, dejando indefenso a su aliado Al-Ásad

La caída de Al-Asad
El pasado 25 de noviembre asistimos a una serie de cambios en la realidad siria. Los rebeldes, desde su fortín de Idlib, comenzaron a avanzar hacia el sur con una facilidad inusitada. Los pueblos y las ciudades iban cayendo en sus manos como si de un castillo de naipes se tratara. El domingo 8 de diciembre llegaron a la capital, Damasco, provocando la salida del presidente Al-Ásad y el desvanecimiento de un régimen patrimonialista que se estableció en la década de los 70. Para muchos, la caída de Al-Ásad fue toda una sorpresa, y quizás por ello las causas de semejante cambio no debemos buscarlas solamente en Siria, sino que debemos apuntar a
otros lugares en los que se está disputando esta segunda Guerra Fría.
Uno de los elementos que más ha influido en la caída de Al-Ásad ha sido la situación en Ucrania. Con la derrota de Kamala Harris en las elecciones presidenciales norteamericanas, el todavía presidente Joe Biden ha tomado una serie de decisiones que han condicionado la propia supervivencia de Al-Ásad. Concretamente, me estoy refiriendo a la autorización de Biden a Ucrania para utilizar misiles de largo alcance en territorio ruso. Esta decisión, demandada por Ucrania desde hacía meses, provocó que Rusia se viera obligada a replegar buena parte de sus efectivos desplazados en Siria al frente ucraniano, dejando indefenso a su aliado Al-Ásad. Además, la valiente decisión del saliente presidente norteamericano ha hecho que otros Estados –como Alemania, Francia y el Reino Unido– tomaran decisiones similares, haciendo aún más necesaria la maniobra rusa de concentración de fuerzas y recursos en el frente ucraniano.
El segundo de los elementos que debemos destacar es el efecto 7 de octubre. El brutal ataque llevado a cabo por Hamás contra Israel provocó que Jerusalén iniciara una campaña de castigo contra Hezbolá, y también contra Irán, dos de los aliados fundamentales del régimen de al-Ásad. En esta misma línea, Israel también ha eliminado a importantes líderes de la Guardia Revolucionaria iraní en Siria, así como a dirigentes de Hezbolá, lo que se ha traducido en una vulnerabilidad absoluta de las Fuerzas Armadas sirias frente a unos rebeldes que cada vez encontraban mayor apoyo exterior.
De hecho, no podemos dejar de destacar que los rebeldes recibieran armamento y probablemente adiestramiento procedente de Turquía, Ucrania y Estados Unidos. En la campaña iniciada el pasado noviembre y que ha supuesto la salida del poder de Al-Ásad, los rebeldes contaron con apoyo aéreo norteamericano (aviones A10) que facilitó el avance de las tropas de infantería. También hay que destacar que en los últimos meses los rebeldes mejoraron significativamente su equipamiento, incluyendo drones con los que hacer frente a las tropas de Al-Ásad sin poner en riesgo sus propias vidas.
Así pues, debemos destacar que la caída de Al-Ásad y el consiguiente cambio de régimen se ha visto posibilitado por una conjunción de circunstancias que pueden resumirse en un cambio de paradigma en el exterior. La salida del presidente Biden, la llegada del presidente Trump (y el más que probable giro en política exterior) y la inestimable ayuda del Ejército de Israel han servido para que el régimen baazista de la familia Al-Ásad cayera en tan solo diez días, un hecho que nadie podía anticipar hace algunos meses.
El brutal ataque llevado a cabo por Hamás contra Israel provocó que Jerusalén iniciara una campaña de castigo contra Hezbolá, y también contra Irán, dos de los aliados fundamentales del régimen de Al-Ásad

¿Quiénes son los rebeldes?
Desde el inicio de la guerra civil en Siria, son muchos los grupos que se han creado y no menos los que se han transformado (Frente Al-Nusra) o incluso los que se han disuelto (el Ejército de la Victoria). Por simplificar, podemos hacer una fotografía más reciente para hacernos una idea de cuáles han sido los grupos que han estado implicados de una manera o de otra en la ofensiva que ha acabado con el régimen de Bashar al-Ásad. Así, podemos destacar al menos cuatro grupos: Hayat Tahir al-Sham, el Ejército Nacional de Siria, las Fuerzas Democráticas de Siria y los grupos de Daraa o Sala de Operaciones del Sur.
Hayat Tahir al-Sham o la Organización de Liberación del Levante es un grupo creado en 2017 con la fusión de varios grupos yihadistas1 bajo el liderazgo de Abu Jaber Shaykh, quien se autoproclamó emir de Ahrar al- Sham. El proceso de concentración se llevó a cabo mediante lo que se conoció como «yihad popular», un programa pragmático que podía resumirse en los siguientes objetivos: 1) derrocamiento del baazismo y de Al-Ásad; 2) expulsión de Irán y de Hezbolá; y 3) instauración de un gobierno islámico.
Durante la primera mitad del mes de 2017, Hayat Tahir al-Sham logró hacerse con la región de Idlib incluyendo su capital y la frontera con Turquía. Gracias al alto el fuego que apadrinaron Turquía y Rusia (2020), el grupo fue creciendo en la zona que controlaba hasta alcanzar la fortaleza necesaria para liderar la ofensiva que ha acabado con Al-Ásad. Desde el año 2020, el líder de Hayat Tahir Al Sham ha concentrado sus esfuerzos en la eliminación de los grupos vinculados a Al Qaeda, organización con la que rompió en 2016, lo que le valió la reprobación de Aymán az Zawahirí. Aunque la ruptura tuvo un efecto des-radicalizador, algunos autores apuntan a que esta estrategia de confrontación con Al Qaeda se explicaría más por un deseo de eliminar a grupos que pudieran hacerle sombra que a una verdadera moderación.
Si bien es cierto que el grupo no ha renunciado de forma definitiva a sus postulados islamistas, el proceso de moderación ha tenido efectos directos en las minorías cristianas y drusas que habitaban el territorio que controlaban en el norte del país. Como muestra de este hecho, los cristianos que vivían en Idlib podían celebrar misa los domingos, aunque tenían prohibido tocar las campanas o mostrar cruces en el exterior de sus templos.
En lo que se refiere a la ayuda exterior, dos han sido los Estados que han apoyado a este grupo, Turquía y en menor medida Ucrania, quien ha enviado un número significativo de drones a la organización. Mención especial merece su líder, Abu Mohamed al-Golani, quien atesora una amplia hoja de servicio en los principales grupos yihadistas de Oriente Medio. Al-Golani nació en Arabia Saudí y ha pertenecido a Al Qaeda en Irak, al Estado Islámico en Irak y al Frente Al-Nusra, con quien acabó rompiendo en 2016. Tras la toma de Damasco, al-Golani parece haber dado un paso al lado en favor de Mohamed al-Bashir, un ingeniero que ejerció de primer ministro de Idlib durante los años de gobierno de Hayat Tahir al-Sham.
El segundo de los grupos que ha participado en la liberación de Siria es el denominado Ejército Nacional de Siria o Ejército Libre de Siria. Se trata de un grupo apadrinado por Turquía que está compuesto por desertores (kurdos) de las Fuerzas Libres de Siria. Se dieron a conocer en 2017 en la ciudad de Azaz y su principal razón de ser es proteger la zona segura que Ankara ha establecido entre el territorio que controla Hayat Tahir al-Sham y los territorios que ocupan las fuerzas turcas. Aunque comparten su oposición a Al-Ásad, el Ejército Nacional de Siria mantienen una enemistad con los kurdos de las Fuerzas Democráticas de Siria por las conexiones de estos con los independentistas del PKK.
El tercero de los grupos es las Fuerzas Democráticas de Siria, una milicia kurda que controla el nordeste del país, incluyendo los pasos fronterizos de la provincia de Deir ez-Zor y la ciudad de Abu Kamal. Estos enclaves son decisivos para el aprovisionamiento de armas y de combustible. Durante la guerra civil, los kurdos no se alinearon con ninguna de las partes y se mantuvieron firmes frente al Estado Islámico. En 2017 lograron conquistar la capital del califato, Al Raqa, un hecho que provocó que algunos árabes se unieran a sus filas. Debido a su carácter laico y a sus éxitos obtenidos frente al Estado Islámico lograron el apoyo de Estados Unidos, quien
colabora activamente con ellos desde la base que Washington tiene en Al-Tanf.
Hay un cuarto grupo mucho más heterogéneo compuesto por jóvenes residentes en Damasco y en Daraa que lleva por nombre Sala de Operaciones del Sur. A pesar de su heterogeneidad y de su débil organización, su importancia en la caída de Al-Ásad ha sido mayúscula ya que ha evitado el repliegue del ejército de Al-Ásad al sur.
¿Cuáles han sido los grupos implicados en la ofensiva que ha acabado con el régimen de Al-Ásad? Destacan al menos cuatro grupos: Hayat Tahir al-Sham, el Ejército Nacional de Siria, las Fuerzas Democráticas de Siria y los grupos de Daraa o Sala de Operaciones del Sur
Operación «Disuasión de la agresión»
La ofensiva que acabó con el régimen de Al-Ásad se prolongó durante diez días, pero se preparó durante todo el año 2024. El inicio de la Operación Disuasión de la Agresión comenzó el 27 de noviembre con la captura de diez pequeños pueblos alrededor de Alepo3.
Poco a poco las tropas opositoras a Al-Ásad fueron avanzando en los diferentes frentes. El 28 de noviembre, Hayat Tahir al-Sham atacó la zona oriental de la provincia de Idlib conquistando las localidades de Dadikh, Kafr Battikh y Sheikh Ali. El verdadero objetivo de este ataque era la autovía M5, una vía de comunicación que vertebra el país de norte a sur, desde Alepo hasta Damasco, pasando por Hama y Homs. Esta autovía es la que ha sido usada por los rebeldes para llevar a cabo la ofensiva.
El 29 de noviembre los combates se trasladaron al interior de la ciudad de Alepo, donde los rebeldes combatieron cuerpo a cuerpo con las fuerzas de Hezbolá. Un día más tarde, el régimen sirio reconocía la caída de Alepo y la salida de sus fuerzas. Con la toma de Alepo y de la autovía M5 se allanaba el camino de los rebeldes hacia la capital. De hecho, el mismo día 30 las fuerzas opositoras se iniciaron su marcha hacia la ciudad de Hama, que finalmente sería conquista el 5 de diciembre. Más allá del valor estratégico de Hama, la ciudad tenía un valor simbólico ya que fue el lugar en el que Háfez al-Ásad eliminó a los hermanos musulmanes sirios en 1982.
En este punto es en el que las fuerzas rusas trataron de impedir el avance de los rebeldes, pero los esfuerzos fueron inútiles ya que las fuerzas opositoras avanzaban con bastante facilidad derrotando incluso a las tropas federales. El 3 de diciembre se reforzaron en los alrededores de Hama (Taybat al-Imam, Halfaya, Soran y Maardis) con el objetivo de conquistar Homs y posteriormente Damasco.
Abu Mohamed al-Golani atesora una amplia hoja de servicio en los principales grupos yihadistas de Oriente Medio. Al-Golani nació en Arabia Saudí y ha pertenecido a Al Qaeda en Irak, al Estado Islámico en Irak y al Frente Al-Nusra, con quien acabó rompiendo
en 2016
El 6 diciembre los kurdos comenzaron a lograr avances significativos conquistando enclaves icónicos como Deir ez-Zor y Palmira, ciudad que quedó destruida cuando estuvo bajo el yugo del Estado Islámico. Ciudadanos sirios publicaron en redes sociales que las fuerzas lea-les estaban abandonando sus puestos en Salamíe y Talbiseh para reforzar las defensas de Homs y de Damasco. Pero lejos de reforzar la defensa, las fuerzas rebeldes avanzaban sin oposición y, por ello, el 7 diciembre llegaron a Homs y a los barrios periféricos de Damasco. Este día liberaron a los presos de la prisión de Sednaya, un lugar conocido por los opositores como «el matadero humano».
El 8 de diciembre los opositores avanzaron desde el norte (Hayat Tahir al-Sham) y desde el sur (Sala de Operaciones del Sur) hasta hacerse con el control de la capital. Esa misma noche Bashar al-Ásad, sin comunicárselo a su propio gobierno, se refugiaba en la base rusa con el objetivo de salir del país. Y el mismo domingo la población celebraba la caída del baazismo y la llegada de un nuevo régimen que todavía está por definir. En todo caso, hay que destacar que en poco más de diez días caía un régimen de terror que se había perpetuado en siria en los últimos cincuenta años y que sumió a Siria en una cruel guerra civil.
Se han dado pasos positivos para la creación de un gobierno estable y cohesionado, se ha nombrado primer ministro a quien gestionó la región de Idlib –Mohammed al-Bashir– y se han disuelto las distintas milicias para crear un Ejército Nacional Sirio compuesto por todas las etnias y confesiones religiosas
Nuevo gobierno y escenarios de futuro
Desde la salida del Gobierno de Al-Ásad los acontecimientos se han ido precipitando. Por el momento, se han ido dando pasos positivos para la creación de un gobierno estable y cohesionado. No solamente se ha nombrado primer ministro a quien gestionó la región de Idlib –Mohammed al-Bashir–, sino que se han disuelto las distintas milicias para crear un Ejército Nacional Sirio compuesto por todas las etnias y confesiones religiosas. Ahora se abren al menos tres escenarios diferentes:
1. Balcanización y guerra civil. Si los diferentes esfuerzos llevados a cabo por el primer ministro sirio no alcanzan su objetivo, corremos el riesgo de que la fragmentación previa a la Operación Disuasión de la Agresión se perpetúe. La clave para evitar este escenario será la capacidad que tenga el nuevo gobierno sirio de incluir a todas las partes en el conflicto, contando también con los herederos de Al-Ásad. Si esto ocurriera, nos encontraríamos en una situación similar a la que han vivido anteriormente Irak y Libia. Para que este escenario no se dé, es importante que los actores externos no utilicen a los grupos involucrados para cumplir sus
intereses y que velen por la integridad de Siria.
2. Talibanización. Si el grupo dominante entre los rebeldes, Hayat Tahir al- Sham, impone sus visiones podríamos vernos ante una situación similar a la de Afganistán, en el que un grupo yihadista controla el país incumpliendo las promesas de moderación que hizo previamente a la toma del poder. Para evitarlo, la sociedad internacional deberá ser muy firme y fiscalizar el devenir de los acontecimientos, condicionando el reconocimiento y la ayuda a una acción de gobierno moderada y tolerante.
3. Normalización. Si se lograra un acuerdo entre todos los grupos implicados en la lucha contra Al-Asad y la integración de aquellos que colaboraron con el derrocado presidente, podríamos pensar en un escenario pacífico y estable. Una transición a la democracia pausada e integradora podría ser no solo beneficiosa para Siria y resolver muchos de los problemas que hay en Oriente Medio. El 8 de diciembre de 2024 será recordado como el día en que cayó uno de los mayores tiranos de la historia de la humanidad. Ahora depende de la sociedad internacional que Siria siga los pasos de Libia o se convierta en la Alemania de Oriente Medio.
Si se lograra un acuerdo entre los grupos implicados en la lucha contra Al- Ásad y con aquellos que colaboraron con él, podríamos pensar en un escenario pacífico. Una transición a la democracia integradora podría ser beneficiosa para Siria y resolver muchos problemas en Oriente Medio
Notas
1 Para formar Hayat TAhir Al Sham se unieron Jabhat Fateh al-Sham (antiguo Frente Al- Nusra), Frente Ansar Al-Din, Jaysh al-Sunna, Liwa al-Haqq y Nour al-Din al-Zenki.
2 Pabst, Stavroula (2024): “How Ukraine is helping the HTS militants who overthrew Assad” Responsible Statecraft, 12 de diciembre.
3 En las primeras horas se tomaron diez ciudades Urm al-Kubra, Anjara, Urm al-Sughra, Sheikh Aqil, Bala, Ajil, Awijil, al-Hawtah, Tal al-Dabaa, Hayr Darkal, Qubtan al-Jabal, al-Saloum, al-Qasimiyah, Kafr Bisin, Hawr, Aznaz y Basratoun.