El déspota en su laberinto: Pedro Sánchez frente a la policrisis
El regreso de Trump a la Casa Blanca marca el fin del orden internacional relativamente basado en normas

Un hombre autocoronándose.
Este artículo ha sido publicado originalmente en la revista Cuadernos FAES de pensamiento político. Si quiere leer otros textos parecidos o saber más sobre esa publicación, puede visitar su página web.
El autor recorre la policrisis, o distintas crisis superpuestas, que se manifiestan tanto en los instrumentos políticos e institucionales como en el déficit de gobernanza democrática y de previsión internacional para manejar los conflictos globales, y que parecen abocar nuestras sociedades al fracaso y a un populismo lindante con la autocracia. Y se fija especialmente en la figura de un Trump empeñado en dar fin al orden liberal, en el régimen autoritario de Putin en Rusia, en la fragilidad de la Unión Europea y en el comportamiento de un Sánchez entregado al despotismo del poder.
“Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue aquel primer Emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones –las quinientas o seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de la historia, es decir del pasado– procedieran de una persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó». Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones. 1960.
Vivimos en la acelerada revolución tecnológica cuya antepenúltima manifestación son los denominados Grandes Modelos Lingüísticos, basados en el aprendizaje computacional automático mediante redes neuronales, un tipo de programa de inteligencia artificial que puede reconocer y generar texto, entre otras tareas. Es uno de los últimos productos de la hiperconectividad digital, un hecho definitorio de nuestro tiempo, como ha destacado Brubaker1. Según él, estamos en el sueño dorado de Silicon Valley de la conexión universal –la visión de conectar a todos y todo con todos y todo lo demás, en todas partes y todo el tiempo, se está convirtiendo rápidamente en realidad–. Estamos conectados no sólo a (casi) todo el mundo y a un universo infinito de contenidos digitales, sino también a una red cada vez más densa de cosas materiales. No habitamos simplemente en la internet de las cosas, sino en la internet de todo.
La hiperconectividad afecta a la totalidad de las sociedades y sus instituciones en todo el globo, con mayor o menor intensidad. Ha colonizado el yo, reorganizando nuestra atención y remodelando nuestras formas de pensar, ver, sentir y disfrutar. Ha refundido las interacciones sociales, extendiéndolas en el espacio y el tiempo y canalizándolas hacia formas y formatos favorables a las plataformas y que mejoran la vigilancia. Ha convertido toda la cultura humana en un flujo incesante de contenidos digitales, servidos por algoritmos personalizados. Ha revolucionado la vida económica, dando lugar a gigantescos oligopolios con un poder sin precedentes sobre nuestro presente y nuestro futuro. Ha puesto patas arriba la política, fragmentando la esfera pública –y desarticulando el modelo de negocio de los medios impresos, los mercados de las ideas y la atención–, polarizando –y paralizando en cierto modo– a la ciudadanía, diluida por la inmigración, y reforzando los desafíos populistas a las instituciones democráticas liberales. Pero este escenario interconectado no está tampoco exento de problemas.
Una crisis es un suceso repentino o una serie de acontecimientos estrechamente conectados en un sistema –político, social, económico, ecológico, técnico…– que perjudica significativamente, en un periodo de tiempo relativamente corto, el bienestar de un gran número de personas. Hablamos de una crisis, entonces, cuando los responsables políticos experimentan una amenaza seria para las estructuras básicas o los valores y las normas fundamentales de un sistema, que bajo presión del tiempo y en circunstancias muy inciertas, hace necesario que se adopten decisiones vitales2. Puede denominarse policrisis al entrelazamiento de las distintas crisis, cuando una crisis parece provocar o empeorar otra que, a su vez, induce o agrava otra, y las diversas crisis al interactuar pueden producir efectos que son diferentes y peores que los daños que habría producido cada una individualmente3. Se trata de intentar comprender la dinámica de un mundo cada vez más desordenado e impredecible, caótico, porque los sistemas complejos son más proclives a los accidentes imprevistos e imprevisibles.
Puede denominarse policrisis al entrelazamiento de las distintas crisis, cuando una crisis parece provocar o empeorar otra que, a su vez, induce o agrava otra, y las diversas crisis al interactuar pueden producir efectos que son diferentes y peores
Tras la Gran Recesión, vino la pandemia, luego la invasión de Ucrania por Rusia, después la renovada agudización de los conflictos en Oriente Próximo –resultante del ataque perpetrado por los terroristas de Hamás, el más mortífero realizado contra judíos desde el Holocausto–, todo ello sobre el trasfondo de los flujos migratorios, el coste de la energía, la inflación… Como colofón, el regreso de Trump al poder parece haber reforzado, si cabe, la gravedad de la crisis del orden internacional que parece ya irreversible y trae consigo una corriente de inseguridad cada vez más tumultuosa y difícil de frenar. A continuación ensayo una interpretación sobre las dimensiones básicas del cambiante contexto internacional y la actuación del gobierno en minoría de Sánchez.
Como colofón, el regreso de Trump al poder parece haber reforzado, si cabe, la gravedad de la crisis del orden internacional que parece ya irreversible y trae consigo una corriente de inseguridad cada vez más tumultuosa y difícil de frenar.
La crísis del anárquico orden internacional
El retorno de la guerra significa el regreso generalizado de la preparación para la guerra, un conflicto bélico que ha diluido las distinciones clásicas del combate aéreo, terrestre y marítimo. En la actualidad se lucha también en dominios tanto reales –como el espacio exterior– como virtuales –el ciberespacio– y cognitivos –las mentes y los corazones de los individuos–. La combinación de la competición a escala global y la proliferación de conflictos abiertos a escala regional trastorna el equilibrio entre las dinámicas globales y las regionales, reabriendo los vasos comunicantes entre una región y otra, como ha sucedido en Oriente Próximo con la extensión de la guerra de Gaza, al Líbano y a Siria. El ascenso de China como superpotencia, la metástasis de movimientos islamistas globales, Estados poderosos dotados o no de armamento nuclear… Las amenazas son perceptibles por más que buena parte de las opiniones públicas europeas las ignoren en sus consecuencias potencialmente letales. Asistimos a una crisis cada vez más acentuada de los instrumentos políticos, institucionales y cognitivos para la gestión de los conflictos globales, presos de una incapacidad de previsión que parece condenar a todos los actores principales a fracasos sorprendentes y repetidos.
Tras la derrota en la Guerra Fría, no se impuso a Rusia ningún ominoso tratado de Versalles salvo el propio colapso y disgregación de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia en 1991. Aunque los presidentes George H. W. Bush y Boris Yeltsin hablaron de amistad y asociación al principio, los acontecimientos de las últimas tres décadas –la expansión de la OTAN, la intervención aliada en Kosovo, la guerra global contra el terrorismo, y las denominadas revoluciones de colores en los antiguos Estados soviéticos (Georgia en 2003, Ucrania en 2004, Kirguistán en 2005 y el Euromaidán en Ucrania en 2014)– cambiaron finalmente la relación bilateral hacia un camino diferente y mucho más conflictivo. El objetivo de democratizar Rusia e integrarla en la comunidad euroatlántica ha fracasado debido a ambiciones geopolíticas e ideológicas divergentes. Un elemento central de la identidad nacional de Rusia es que es una gran potencia, pero las administraciones estadounidenses de las últimas tres décadas se han guiado por la creencia de que Rusia es débil y, en última instancia, cederá ante las preferencias políticas de los Estados Unidos4.
Alexéi Navalni, varios meses antes de su muerte en prisión en febrero de 2024, el carismático líder de las fuerzas anti-Putin, criticó a los llamados líderes rusos democráticos, liberales y pro-occidentales de la década de 1990 por su cinismo, su traición hipócrita a los principios democráticos y su afán de poder. Esa élite, argumentó, corrompió el experimento democratizador y sentó las bases sobre las que Putin consolidó posteriormente un estricto régimen autocrático5, que ha dirigido con mano de hierro. Putin es el presidente ruso con más años en el cargo desde la desmembración de Rusia de la Unión Soviética. Un antiguo oficial de inteligencia que ha sido primer ministro de Rusia de 1999 a 2000 y nuevamente de 2008 a 2012, habiendo servido también como presidente de Rusia desde 2000 a 2008 y luego desde 2012.
La combinación de condiciones históricas que había creado un sólido consenso anticomunista en la mayor parte de Europa del Este no se había concretado en Rusia. La ausencia de una fusión entre la democratización y la liberación nacional en Rusia explica la falta de un claro consenso nacional a favor de la transformación política y económica en un contexto de fragmentación del Estado soviético, llegando al conflicto bélico en Moldavia, en la guerra de Transnistria en 1990-92, y después en el Cáucaso con las denominadas guerras chechenas desde 1994 a 2009. En agosto de 2008, Rusia invadió Georgia enviando miles de soldados a través de la frontera con el objetivo de apoyar a los rebeldes no sólo en Osetia del Sur sino también en Abjasia, otra región separatista dentro de Georgia. En 2014, se produce la anexión de la república autónoma ucraniana de Crimea por hombres armados cuyos uniformes carecían de insignias visibles y que tomaron el control de lugares clave. Su importancia estratégica proviene de ser sede del cuartel general de la de la Flota rusa del Mar Negro; la península de Crimea albergaba una población predominantemente rusa y el desplazamiento de tropas rusas a la región no encontró oposición. Poco después, a principios de abril de 2014, pistoleros prorrusos fuertemente armados ocuparon edificios gubernamentales en todo el sureste de Ucrania y proclamaron la independencia de las regiones del Donbás.
En diciembre de 2015, Rusia entró oficialmente en la guerra civil siria contra el Estado Islámico, a solicitud del entonces presidente sirio Bashar Al-Ásad para socorrer el esfuerzo bélico de su gobierno en el conflicto interno, puesto que diversos países, como EE. UU., Turquía y Arabia Saudí habían financiado a la mayoría de los restantes grupos armados allí presentes. Rusia tiene asimismo en el puerto sirio de Tartús la única base naval en Oriente Próximo, que le proporciona una posición estratégica en el mar Mediterráneo. La salida a aguas templadas es un histórico imperativo geopolítico estructural de Rusia por razones estratégicas, comerciales y de desarrollo económico general, de ahí su apetito por el paulatino deshielo del Ártico. Recuérdese además que, en 1994, Ucrania acordó transferir a Rusia todo el armamento nuclear soviético situado en su territorio para su desmantelamiento y se convirtió en parte del Tratado sobre No Proliferación de Armas Nucleares, a cambio de una compensación económica y garantías de Rusia, EE. UU. y el Reino Unido de respetar la independencia y la soberanía de Ucrania dentro de las fronteras existentes entonces.
En 1994, Ucrania acordó transferir a Rusia todo el armamento nuclear soviético situado en su territorio para su desmantelamiento y se convirtió en parte del Tratado sobre No Proliferación de Armas Nucleares, a cambio de una compensación económica y garantías de Rusia, EE. UU. y el Reino Unido de respetar su independencia y su soberanía

Para legitimar sus planes imperiales y restituir su espacio histórico de influencia, Rusia propuso en diciembre de 2021, tras haber suspendido relaciones diplomáticas con la OTAN en octubre, un borrador de acuerdo con EEUU y la OTAN para plantear un nuevo equilibrio de fuerzas, exigiendo la retirada de unidades y armamento nuclear estadounidenses de zonas colindantes con su territorio, pues se sentía agredida por la ampliación de la Unión Europea y la OTAN hacia el Este y exigía diversas compensaciones6. Ya en 2022, en la mañana del 24 de febrero, Putin pronunció un discurso televisado, anunciando el inicio de una “operación militar especial”, y en cuestión de minutos se llevaron a cabo ataques aéreos rusos contra ciudades de Ucrania, dando comienzo a la guerra entre Rusia y Ucrania.
Lo que está en juego entonces, en el plano europeo, es si el resultado de la contienda bélica será más próximo o lejano a la consecución por parte de Rusia de su objetivo más amplio de revertir los efectos estratégicos de la desintegración de la URSS en 1991 y recrear de nuevo un imperio ruso, limitando la soberanía de los Estados situados al este de la línea Oder-Neisse7. La caída del régimen sirio frente a la oposición islamista muestra que la invasión de Ucrania cuestiona la capacidad de proyección de fuerza de Rusia, su pretendido estatus de gran potencia. Lo que Rusia busca es debilitar el vínculo trasatlántico y la cohesión continental.
Moscú prevé un mundo fragmentado en esferas de influencia centradas en un puñado de “Estados civilizacionales” que encarnan culturas políticas e históricas distintas que no son necesariamente compatibles con el liberalismo y la democracia. Este programa atrae a otras potencias revisionistas, especialmente China e Irán, que apoyan la guerra de Rusia en Ucrania en gran medida por el deseo de reducir la influencia de EEUU y consolidar sus propias esferas de influencia regionales. Algunos de sus elementos también resultan atractivos en el Sur Global, que se ha convertido en un escenario clave de la competición por el futuro orden mundial8.
El equilibrio político que surgió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la posterior conclusión de la Guerra Fría se ha visto gravemente alterado. China y Rusia mantienen una asociación “sin límites” que se caracteriza por una cooperación económica, tecnológica y militar cada vez más cercana. Irán y Rusia mantienen una relación cada vez más estrecha que incluye el intercambio de armas, tecnología y conocimientos para eludir las sanciones occidentales. Corea del Norte y Rusia han sellado una alianza militar en toda regla y luchan juntas contra Ucrania9.
La mayoría de los expertos y responsables políticos se adhieren a la “hipótesis de la retirada”, que considera a los gobiernos populistas como la fuerza motriz de una “reacción” unilateralista contra la globalización y los enfrenta a los principales defensores del multilateralismo. La desvinculación de forma exhaustiva y sistemática de los líderes populistas de las instituciones internacionales presenta cuatro componentes complementarios: crítica, obstrucción, extorsión y salida, que van desde la desvinculación más retórica a la más tangible10. El regreso de Trump a la Casa Blanca marca el fin del orden internacional relativamente basado en normas liderado por EEUU, en el que reinaba el libre comercio y la libertad de mercado y se podía dar por sentada la garantía de seguridad estadounidense para Europa, ya no.
Durante su primera presidencia, Trump criticó ásperamente a la OTAN, sembró dudas sobre el futuro del compromiso defensivo de EEUU y recurrió a la extorsión hacia otros Estados miembros. Por ejemplo, en un hecho sin precedentes, Trump se negó a respaldar el artículo 5 sobre mecanismos de defensa colectiva en la reunión de líderes de la OTAN de 2017. La retórica de Trump de desvincularse radicalmente de la OTAN no se materializó en la práctica, ya que sus críticas y amenazas extorsivas parecían dirigidas principalmente a presionar a otros Estados miembros para que cumplieran sus obligaciones, en lugar de cambiar fundamentalmente o abandonar la Alianza.

Ahora, Trump ha dicho que EEUU debe anexionarse Groenlandia, fuera de la UE desde 1985, y convertir a Canadá en el estado número 51 para proyectarse sobre el Ártico, y reclamar el Canal de Panamá. Pero todavía es pronto para calibrar cuál es la profundidad real del giro estadounidense y si sus acerbas críticas escalarán hasta la desvinculación. Parece imaginar un mundo en el que los Estados poderosos y los gobernantes fuertes pueden hacer más o menos lo que quieran, la política de poder. Si los aliados de EEUU no pueden o no quieren alcanzar objetivos de gasto más elevados, quizá porque Trump profiere exigencias demasiado extremas, podría obtener finalmente su pretexto para traer las legiones a casa. Del mismo modo, si Trump se cansa de los esfuerzos de pacificación en Ucrania, podría simplemente abandonar el conflicto y dejar que los europeos se ocupen del desastre. Trump es más una bola de demolición que un arquitecto, como subraya Brands. Quizá se lleva tan bien con Putin y Xi porque quiere lo mismo11. El encadenamiento de crisis afecta a buena parte de las instituciones internacionales contemporáneas y en lo que más nos interesa a la propia Unión Europea.
La crisis política de los estados europeos y de su fragmentación
La política internacional ha vuelto a ser lo que era: un contexto pluralista ante todo, en el que cada actor se ve obligado, quiera o no, a tener en cuenta el poder, las percepciones y las políticas de los demás; y un entorno competitivo, en el que la incertidumbre sobre las intenciones (amistosas, hostiles o francamente agresivas) de los demás corre siempre el riesgo de hacer caer a los actores en la trampa de una espiral sin fin de desconfianza y prevención mutuas12. Ante este escenario la fragilidad de los divididos Estados europeos y de la Unión Europea es palmaria, pues en su inmensa mayoría carecen de un pensamiento estratégico digno de tal nombre y de capacidades militares y de inteligencia significativas, salvo el Reino Unido y Francia. No hay demos europeo, ni representación política y rendición de cuentas directa, lo que cuestiona la legitimidad de la UE13 ni se considera la defensa de Europa como bien público14.
La fragilidad de los divididos Estados europeos y de la Unión Europea es palmaria, pues en su inmensa mayoría carecen de un pensamiento estratégico digno de tal nombre y de capacidades militares y de inteligencia significativas, salvo el Reino Unido y Francia
Los casi dos últimos decenios han sido terroríficos para la UE, siguiendo quizá la famosa predicción de las memorias de Jean Monnet sobre que “Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones aplicadas en esas crisis”. Desde 2008, la UE se ha enfrentado a una serie de sacudidas sin precedentes: la Gran Recesión y sus dramáticas consecuencias sociales; las amenazas a la seguridad vinculadas al islamismo terrorista –con grandes ataques mortíferos como Madrid (2004), Londres (2005) y París (enero y noviembre de 2015), entre otros menores– y a los conflictos bélicos en África –el Magreb y el Sahel– y Oriente Próximo; la crisis de los refugiados (2015-16); el Brexit (2020) y la pandemia, también en 2020. Cada crisis ha dejado una huella profunda en los Estados de la Unión y en esta misma, entendida como ordenación política compuesta.
La Gran Recesión entretejió tres dimensiones: una crisis de competitividad, una crisis bancaria de falta de liquidez y de solvencia y una crisis de la deuda soberana. Su legado en términos políticos ha sido el proporcionar un terreno fértil para la cristalización de diversas manifestaciones del populismo, un fenómeno que estaba en progreso desde tiempo antes, por el mal funcionamiento de la democracia representativa, de los respectivos sistemas de partidos, intermediarios principales de vinculación con los ciudadanos para la adopción de las decisiones políticas. La función representativa se ha deteriorado por la tensión entre la responsabilidad como representantes de la ciudadanía y la receptividad ante sus demandas en un momento de incertidumbre acusada. Las consecuencias son conocidas, dependiendo claro de los distintos contextos nacionales: descenso de la afiliación y de la identificación con los partidos, desigual participación electoral, creciente volatilidad del voto y erosión del apoyo a los partidos de centro izquierda y derecha con el surgimiento de formaciones populistas extremistas a un lado y otro del espectro15. La crisis política ha adoptado formas específicas en cada país.
Se trata de una disfuncionalidad, ahora de carácter estructural, como subrayan Jones y Villafranca16, que es el resultado de un desajuste entre las instituciones políticas, las políticas públicas correspondientes y la participación democrática. En las democracias actuales, la sociedad siente que no tiene una representación adecuada y se queja de la ineficacia de las políticas elaboradas por los responsables políticos elegidos. El auge del populismo y del extremismo está estrechamente relacionado con esta desconexión, al igual que la volatilidad de las preferencias electorales, la fragmentación de los sistemas políticos y la fragilidad de las coaliciones de gobierno. Por ello, los líderes políticos de las democracias europeas son cada vez más sensibles a las cuestiones internas en detrimento de las instituciones europeas y de las relaciones transatlánticas. Los síntomas de esta disfuncionalidad son evidentes en todas partes, pero ahora se manifiestan de forma más alarmante en Alemania y Francia.
El reto de la crisis de los refugiados, originada por la renuncia de los Estados occidentales a una intervención sustantiva en la guerra civil siria en 2012-2016, se centró en la demarcación, es decir, en las fronteras interiores y exteriores de la UE, con importantes implicaciones para la vinculación y la unión. En la UE, la tensión dominante se ve exacerbada por el hecho de que el proceso de integración derriba las fronteras interiores sin prever, al mismo tiempo, controles conjuntos proporcionales de las fronteras exteriores. En consecuencia, la gobernación de la inmigración tiene actualmente dos componentes: la libre circulación interna y una política común de inmigración y asilo con respecto a los nacionales de terceros países.
En pocas palabras, la UE tiene un marco de fronteras abiertas internamente (el espacio Schengen), pero restricciones a la inmigración exterior. Al fin y al cabo, son los propios Estados miembros los que determinan el acceso a su territorio y si acatarán las normas internacionales y cómo lo harán, la cantidad de recursos que están dispuestos a invertir en la evaluación de las solicitudes de asilo, los esfuerzos policiales contra la inmigración irregular, los procedimientos de deportación y la integración de los solicitantes de asilo admitidos. Además, la capacidad de la UE para controlar sus fronteras exteriores sólo llega hasta dónde llega la capacidad de los Estados miembros en sus fronteras exteriores para cumplir esta tarea17. La presión recae por tanto en su flanco sur: España, Italia, Grecia.
Esta nueva crisis plantea cuestiones fundamentales de gobierno y pertenencia y se nutre de diversas fuentes de divisiones sobre la identidad nacional, la soberanía y la solidaridad, debido a la afluencia de inmigrantes de culturas y religiones diversas de las occidentales. Los conflictos en torno a la inmigración se han trasladado de la trastienda de la adopción de decisiones políticas opacas en Bruselas a las esferas públicas nacionales. Al mismo tiempo, este nuevo conflicto conduce a un renacimiento del nacionalismo y a la dilución de la solidaridad entre los Estados-nación y dentro de cada uno, junto con una politización de las fronteras nacionales políticas, económicas y culturales. En diciembre de 2023, tras intensas negociaciones, el Parlamento Europeo y el Consejo lograron un avance histórico con un acuerdo político sobre los expedientes clave del Pacto sobre Migración y Asilo, lo que permitió su adopción final y su entrada en vigor en junio de 2024. Pero su implantación será muy laboriosa.
La salida del Reino Unido ha supuesto también un debilitamiento de la UE, aunque solo sea por la influencia positiva de los altos funcionarios británicos en la contención de sus inmoderados afanes regulatorios y la calidad de su aportación a la técnica legislativa. La evaluación del papel de la UE respecto a la gestión de la covid-19 ha sido relativamente positiva, tras su lenta reacción en un primer momento, en su doble dimensión de salud pública y de parón económico. Pero como dejan en evidencia los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, la situación es muy preocupante desde una perspectiva europea. En primer lugar, las consecuencias electorales han sido desastrosas para el presidente Macron en Francia y la coalición gobernante en Berlín, lo que ya tiene repercusiones internas, pues se han celebrado elecciones adelantadas que han mostrado el ascenso del populismo de izquierdas (Mélenchon) y de derechas (Le Pen) en el hexágono, y en Alemania, el crecimiento de la extrema derecha de AfD –nacida en 2010 en contra del euro y ahora contra la inmigración– y el notable descenso de los socialdemócratas. El resultado más probable es que el motor franco-alemán de la UE no funcione en un futuro próximo, máxime por el hundimiento económico de Alemania, superada ya por Francia18. En segundo lugar, será aún más difícil construir mayorías, especialmente en lo que respecta a cuestiones polémicas. La naturaleza fragmentada de la UE importa más que nunca. Y, por último, las elecciones ponen de manifiesto el desafío al que se enfrenta la democracia: más populistas, más ciudadanos enfadados, más fragmentación, más polarización, más nativismo, el continuo declive de los principios y prácticas políticas liberales y, sobre todo, la falta de liderazgo.
Las elecciones ponen de manifiesto el desafío al que se enfrenta la democracia: más populistas, más ciudadanos enfadados, más fragmentación, más polarización, más nativismo, el continuo declive de los principios y prácticas políticas liberales y, sobre todo, la falta de liderazgo
Las reacciones de Trump y su troupe
Como fruto de sus mandatos previos (2018-2023), Sánchez ha constituido un partido personal, ha configurado un gobierno monocrático y ha desarticulado en buena medida el poder legislativo, todo basado en su liderazgo plebiscitario. Pese a su nuevo fracaso electoral en julio de 2023 ha sido capaz de obtener la investidura gracias a sus concesiones a los partidos nacionalistas y secesionistas semileales y antisistema. La alianza circunstancial que ha apoyado su investidura está íntimamente fracturada en oposiciones competitivas entre sí, lo que dificulta la viabilidad política de su gobernación: Sumar (también fragmentada internamente) frente a Podemos, Bildu frente al PNV, Junts frente a ERC. Este es el contradictorio apoyo parlamentario de un gobierno monocrático de coalición entre Sánchez y los comunistas de Sumar para afrontar la policrisis exterior19.
Como fruto de sus mandatos previos (2018-2023), Sánchez ha constituido un partido personal, ha configurado un gobierno monocrático y ha desarticulado en buena medida el poder legislativo, todo basado en su liderazgo plebiscitario
No es extraño entonces que el comportamiento gubernamental haya sido relativamente contradictorio e inestable debido al juego de oposiciones que rivalizan en pujar al alza en la extracción de concesiones de Sánchez. En ese conglomerado el eslabón crítico es la presencia de Sumar en el gobierno frente a Podemos como apoyo externo, pues, aunque dividido, el espacio de la extrema izquierda es una condición necesaria para cualquier mayoría de gobierno futura encabezada por él.

Las reacciones de Sánchez ante la policrisis han despertado los peores demonios familiares de nuestra cultura política. Ante la guerra en Gaza ha pulsado la cuerda del antisemitismo al normalizar entre nosotros el odio del islamismo radical contra los judíos con el pretexto del reconocimiento de un Estado palestino. Téngase en cuenta que ha nombrado ministros a un diplomático enragé y a una comunista de origen cisjordano, quienes fueron dos de los únicos 21 europarlamentarios, de 705, que votaron en contra de la condena del Europarlamento del sangriento pogromo de Hamás en Israel –en Estrasburgo el pasado 7 de octubre de 2023–, con más de 1.400 víctimas fallecidas tras sufrir violaciones, torturas y todo tipo de crueldades20.
Tras su retirada temporal, impropia de una persona madura, durante un fin de semana, provocada por el escándalo de las comisiones socialistas en la compra de mascarillas durante la pandemia y la investigación judicial a su cónyuge por tráfico de influencias y corrupción en los negocios, decidió unilateralmente el mencionado reconocimiento por parte de España del “Estado” palestino con las fronteras previas a la guerra de los Seis Días, en 1967, esto es, incluyendo los territorios ocupados por Israel tras este conflicto, rehuido únicamente por Junts21. Para la nueva judeofobia Israel carece de derecho de defensa.
En relación con la invasión de Ucrania, Sánchez ha combinado la imagen de las visitas y los abrazos a Zelenski22 con importantes compras directas de gas licuado de Rusia23. A excepción del PNV, más próximo a Ucrania, el resto de su amalgama de apoyo es favorable a Rusia. Destaca especialmente Junts, dada la documentada trama rusa de apoyo al procés y las maniobras del Kremlin para desestabilizar España aprovechando el movimiento independentista24. Antes de la guerra, la comunidad de inteligencia, los líderes políticos y muchos estudiosos del ejército ruso concluyeron que Rusia arrollaría militarmente a Ucrania con facilidad, que Kiev caería en pocos días y que la propia Ucrania podría ser conquistada en semanas. Hemos visto que no ha sido así, lo que hace que las recientes decisiones de la administración Trump sean especialmente miopes y trágicas.
Pero las reacciones más importantes políticamente dimanan del necesario programa de rearme de la UE, tras la aparición en escena de Trump y sus propuestas. Aquí Sánchez tiene que mantener un equilibrio muy delicado, pues el imprescindible aumento del gasto en defensa, tras años de descuido, pulsa la puja de sus aliados de extrema izquierda y su propia base electoral en favor del pseudopacifismo hemipléjico, asociado al antiatlantismo teórico traducido en antiamericanismo práctico. Recuérdese, además que en las hegemonías nacionalistas territoriales, Cataluña y el País Vasco, triunfó el ‘No’ en el referéndum sobre la permanencia en la Alianza Atlántica en 1986. Y el gobierno ya ha presentado la apariencia de una olla de grillos, pues cuatro ministros votaron en el Congreso a favor de salir de la OTAN… en 2025.
La legislatura comenzó con el acuerdo con Puigdemont, que consistió en un conjunto de concesiones discursivas y simbólicas que aceptan la narración del intento de secesión del separatismo catalán y la promulgación de una ley de amnistía, inconstitucional según la opinión de juristas solventes y que no puede alcanzar la malversación de caudales públicos como le ha recordado el Tribunal Supremo. No se entiende este comportamiento tan generoso con los golpistas catalanes, pues los atributos del Estado como cuerpo político son la soberanía y la integridad territorial y la traición es un acto que significa socavar gravemente estos dos atributos vinculados, como ha señalado Margalit25. Acomodo que se presentó, además como “una oportunidad histórica” para resolver un conflicto histórico y proporcionar estabilidad a la legislatura. Pero lo cierto es que para hacer hueco a los separatistas se excluye a las dos fuerzas políticas de la derecha, reduciendo al mínimo lo compartido por ambas esferas.
Tras ello, Sánchez ha proseguido su desarticulación de la división de poderes; tras el deterioro del legislativo, ha emprendido una ofensiva galopante contra el poder judicial
–que ha llegado a la negación del principio de presunción de inocencia por parte de su vicepresidenta del Gobierno y vicesecretaria general del PSOE– y contra la prensa libre o no suficientemente sumisa a sus dictados. Los populistas autoritarios tratan de debilitar significativamente las instituciones democráticas liberales y, al centrarse en el poder judicial independiente como principal objetivo, buscan debilitarlo mediante la erosión sistemática de la confianza pública –un recurso crucial para garantizar que sus decisiones se apliquen– para finalmente hacerlo ineficaz o verlo abolido. Los ataques retóricos contra los tribunales muestran cómo los populistas vinculan estratégicamente las críticas a las decisiones judiciales, a los jueces individuales y a las propias instituciones con narraciones deslegitimadoras sobre el fracaso del sistema y la necesidad de un cambio drástico. Sánchez ya nos anunció que gobernaría sin Parlamento, lo hace sin presupuestos, otra obligación constitucional incumplida, y ahora se añade sin la presunción de inocencia… hasta la fecha nadie le ha cortado el paso. Carthago delenda est.
NOTAS
1 Brubaker, Rogers (2023). Hyperconnectivity and Its Discontents. Cambridge: Polity Press.
2 Las notas características son amenaza, urgencia e incertidumbre, véase Boin, Arjen, et al. (2007). La política de la gestión de crisis. El liderazgo público bajo presión. Madrid: INAP (Traducción de J. A. Olmeda), 19.
3 Este término fue acuñado por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (2016), para referirse a la confluencia de múltiples retos a los que se enfrenta la UE y que se refuerzan mutuamente, desde “la peor crisis económica, financiera y social desde la Segunda Guerra Mundial” hasta “las amenazas a la seguridad en nuestro vecindario y en casa, la crisis de los refugiados y el referéndum del Reino Unido”, que “se alimentan mutuamente, creando una sensación de duda e incertidumbre en las mentes de nuestros ciudadanos”, véase Juncker, J.C. (2016) ‘Speech at the annual general meeting of the Hellenic federation of enterprises’, Atenas, 21 de Junio, disponible en https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/de/SPEECH_16_2293
4 Graham, Thomas (2023). Getting Russia Right. Nueva York: Polity.
5 Tras su muerte, los seguidores de Navalni redoblaron las críticas con un documental en tres partes, Traidores, que critica duramente el comportamiento indecoroso de una parte de la élite rusa que afirmaba estar orquestando la transición democrática. Yeltsin, el primer presidente de Rusia, y su séquito de líderes políticos y empresariales encabezan la lista. El documental en https://predateli.navalny.com/en
6 Pifer, Steven (2021). Russia’s Draft Agreements with NATO and the United States: Intended for Rejection?’, Brookings Institution, 21/12/2021; Russia’s draft agreements with NATO and the United States: Intended for rejection? Portero, Florentino (2024). ¿Hacia dónde va la relación trasatlántica?, Papeles FAES, 288, 4/12/2024. https://fundacionfaes. org/wp-content/uploads/2024/12/Papel-288.pdf
7 Heisbourg, François (2025). War or Peace in Ukraine: US Moves and European Choices, Survival, 67, 1: 7-22, DOI: 10.1080/00396338. 2025.2459009 https://www.iiss.org/online-analysis/survival-online/2025/02/war-or-peace-in-ukraine-us-moves-and-european-choices/
8 Mankoff, Jeffrey (2024). The War in Ukraine and Russia’s Quest to Reshape the World Order, Survival, 66, 5: 99-126, https://doi. org/10.1080/00396338.2024.2403219. Hay un aire premonitorio en el análisis de Huntington, Samuel P. (1996). The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order. Nueva York: Simon & Schuster.
9 Brands, Hal (2025). The Renegade Order. How Trump Wields American Power. Foreign Affairs, Marzo/Abril 2025. https://www.foreignaffairs.com/united-states/renegade-order-trump-hal-brands
10 Pacciardi, Agnese; Spandler, Kilian; Söderbaum, Fredrik (2024). Beyond exit: how populist governments disengage from international institutions. International Affairs, 100, 5: 2025–2045; doi: 10.1093/ia/iiae185
11 Brands, Hal (2025). The Renegade Order. How Trump Wields American Power. Foreign Affairs, Marzo/Abril 2025.
12 Colombo, Alessandro (2025). Il mondo in vilico. La crisi infinita dell’ordine internacionale. En Colombo, Alessandro; Magri, Paolo (comps.). L’ora della verità. Rapporto ISPI 2025. Milán: Ledizioni. DOI 1014672/560 03303
13 Schmidt, Vivien (2020). Europe’s Crisis of Legitimacy. Governing by Rules and Ruling by Numbers in the Eurozone. Oxford: Oxford University Press, evalúa la legitimidad de las actividades de gobierno de la UE, primero en términos de su calidad procedimental (“throughput”), trazando las diferentes vías de legitimación de los actores de la UE, y luego evalúa la efectividad de sus políticas públicas (“output”) y su capacidad de receptividad política (“input”).
14 Cansino, José Manuel (2025). Los desafíos financieros del gasto en defensa y la trampa de sacarlo del déficit. El debate, 19/03/2025. https://www.eldebate.com/economia/20250319/desafios-financieros-gasto-defensa-trampa-sacarlo-deficit_279606.html
15 Kriesi, Hanspeter; Pappas, Takis (2015). European populism in the shadow of the great recession. Colchester: ECPR Press. https://ecpr.eu/Shop/ShopProductInfo?productID=50
16 Jones, Erik; Villafranca, Antonio (2025). Instabilità política in Europa: l’ora della verità per Germania e Francia, en Colombo, Alessandro; Magri, Paolo (comps.). L’ora della verità. Rapporto ISPI 2025. Milán: Ledizioni 142-155. DOI 1014672/56003303
17 Kriesi, Hanspeter; Altiparmakis, Argyrios; Bojár, Ábel y Oană, Ioana-Elena (2024). Coming to Terms with the European Refugee Crisis. Cambridge: Cambridge University Press.
18 Münchau, Wolfgang (2024). Kaput: The End of the German Miracle. Londres: Swift Press. Sobre el adelanto francés a Alemania, véase Jones, Erik; Villafranca, Antonio (2025). Instabilità política in Europa: l’ora della verità per Germania e Francia, en Colombo, Alessandro; Magri, Paolo (comps.). L’ora della verità. Rapporto ISPI 2025. Milán: Ledizioni 142-155. DOI 1014672/56003303
19 A continuación se tratan sólo los aspectos relativos a las dimensiones exteriores de la policrisis sin entrar en los internos por limitaciones de espacio.
20 Véase el detallado informe 7 October Parliamentary Commission Report en
21 Fábregas, Laura (2024). Junts evita apoyar el reconocimiento de Palestina para mantener su alianza con Tel Aviv. 23/05/2024. https://theobjective.com/espana/politica/2024-05-23/junts-evita-apoyar-reconocimiento-palestina/
22 Las fechas fueron 21/04/22, 23/02/23, 01/07/23, 24/02/25.
23 Leal, Javier (2025). España ha pagado 8.900 millones de euros a Rusia por su gas desde que comenzó la guerra. 18/02/2025. https:// theobjective.com/economia/energia/2025-02-18/espana-compra-gas-rusia-guerra-ucrania/
24 Marginedas, Marc (2025). Rusia contra el mundo. Más de dos décadas de terrorismo de Estado, secuestros, mafia y propaganda. Barcelona: Península. Las referencias del libro de Marginedas incluyen duras críticas al embajador español en Moscú desde diciembre de 2018, Fernando Valderrama. También deja en evidencia la postura amable con la política del Kremlin o directamente propagandística que han mantenido personajes como el ministro de Asuntos Exteriores entre 2011 y 2016, José Manuel García Margallo; Arturo Pérez-Reverte; Pablo Iglesias; la periodista de Canal Red Inna Afinogenova; el coronel en la reserva Pedro Baños, el bloguero Rubén Gisbert o el espía ruso-español Pablo González.
25 Véase Margalit, Avishai (2017). On Betrayal. Cambridge: Harvard University Press, 185.

Este artículo ha sido publicado originalmente en la revista ‘Cuadernos FAES de pensamiento político’. Si quiere leer otros textos parecidos o saber más sobre esa publicación, puede visitar su página web.