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OBSERVATORIO ELECTORAL

El apagón rompe la tendencia en las encuestas: el PSOE empieza a resentirse

El PP equilibra con el apagón el efecto riada, pero su intención de voto sigue sin romper la barrera izquierda/derecha

El apagón rompe la tendencia en las encuestas: el PSOE empieza a resentirse

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la sesión de control de este miércoles. | Fernando Sánchez (Europa Press)

En seis meses se han producido dos sacudidas que acusan las intenciones de voto del PP y PSOE, la riada y el apagón. No es frecuente que acontecimientos puntuales tengan impactos tan directos, pero ambos fueron excepcionales. La riada en el sur del área metropolitana de Valencia causó un descenso de medio millón de votos para el PP; el PSOE también descendió, aunque menos, pero recuperó apoyos con los meses. El apagón ha provocado que el PP recupere casi medio millón de votos, aunque no los de Valencia, y que el PSOE descienda en unos 200.000.

El resultado es que el PP vuelve a abrir una distancia apreciable respecto al PSOE, algo más de un 5% en nuestra estimación de voto válido. Esto no quiere decir que el PP haya salido de problemas en la Comunidad Valenciana, ni que Mazón pueda salir del Palau de la Generalitat a pasear tranquilamente. Es un lastre para el PP y Feijóo.

Por lo que se refiere al PSOE, el paso de los meses y su agresivo discurso contra el PP parecieron sacarlo de las consecuencias de la riada, pero el apagón cortó su recuperación. El intento de Sánchez de desviar la responsabilidad del apagón a “las empresas privadas” no funcionó. Sus decisiones sobre política energética están en cuestión. Un apagón en nuestra sociedad es la paralización de todo, no es una simple molestia. Tiene que tener consecuencias: unas 700.000 personas cambiaron su intención de voto -porque naturalmente se sumó a otras razones-. El apagón es una sustancia pegajosa que se ha adherido al Gobierno. Si el PSOE hace la misma interpretación que nosotros, aguardan meses de más dureza en el debate político, lo que es mucho decir.  

En todo caso, la solidez del electorado del PSOE, sostenido por transferencias de Sumar y apoyos “estratégicos” de nacionalistas de izquierda, sorprende porque el vaivén de sus indicadores electorales desde 2023 indica un desgaste de los materiales que podría desencadenar una caída en cualquier momento. Ese perfil con altibajos que se observa en el gráfico suele terminar en bruscas caídas.

¿Qué ha cambiado de fondo? Que los whatsapps Sánchez-Ábalos y la delicada situación procesal de varios allegados a Sánchez han paralizado la capacidad de reacción de su Estado Mayor. Los argumentarios ya no desvían la atención y a sus portavoces se les nota desconfianza; alguno se escabulle en el burladero de la inmunidad parlamentaria[1]. El objetivo real, en la guerra y en la política, es la mente de los jefes adversarios, paralizar su capacidad de reacción, lo que parece que se está produciendo en el PSOE bajo el peso de sus errores. Queda tiempo para que cristalicen sus consecuencias.

Los demás partidos apenas varían, salvo un leve retroceso de Vox en dirección al PP, aunque su saldo sigue siendo positivo.

Traducido a escaños, habría una mayoría PP+Vox de 185-190 escaños, con el PP alrededor de 145 y Vox en 40. La debacle de la extrema izquierda lleva a que el PSOE pudiera conseguir algún escaño más que en 2023. Sumar y Podemos están en un equilibrio que garantiza su Destrucción Mutua Asegurada y, de paso, la de la “mayoría progresista”. Como lo de su Sumar y Podemos no tiene remedio, el PSOE ha decidido arrebatarles sus banderas, empezando por Gaza (Eurovisión, Cumbre de la Comunidad Política Europea, Liga Árabe o el Congreso).

Dos consideraciones metodológicas, siempre premiosas. El gráfico recoge nuestras estimaciones de voto sobre la base de los trabajos de campo del CIS-TRAGSATEC; las estimaciones del CIS no son consideradas. El trabajo de campo del barómetro de mayo se realizó entre el 5 y 8, es decir, en cuatro días para hacer 4.018 entrevistas. El CIS está en una aceleración productivista, su presidente enfatiza la capacidad de producción de TRAGSATEC[2], pero hacer tal cantidad de encuestas en cuatro días requiere forzar la máquina, hace falta tiempo para localizar y entrevistar a quien hay que entrevistar: a quienes trabajan, no a quienes tienen más tiempo, aunque cumplan las cuotas de sexo y edad. La lógica de las sustituciones no debería ser forzada, 1.000 entrevistas al día comprometen la calidad del trabajo de campo. Alguna inconsistencia se detecta en las tablas.

El crecimiento del PP es reactivo; el apagón colmó la paciencia de votantes de centro derecha que votaron PP y que estaban en la indecisión/abstención. Como muestra, la tabla, similar a la que se publicó en abril: la lealtad de voto al PP (votantes que lo votaron en 2023 y que lo volverían a votar o simpatizan con él) ha pasado del 73,5% al 80,5% en un mes. Sus transferencias hacia el PSOE y Vox se han reducido de 2,5% y 8,4%; a 1,9% y 4,1%, entre abril y mayo. No son cantidades importantes, aunque apuntalan la pequeña ventaja citada. Pero el PP no logra romper la barrera izquierda-derecha, lo que es imprescindible para consolidar una mayoría que le permita gobernar.

Es revelador de que el avance del PP es sólo reactivo el hecho de que se produzca sin que mejore la valoración de Feijóo. Baste el gráfico siguiente para mostrar que, en relación con octubre de 2023, su valoración se reduce en todos los espacios ideológicos, mientras mejora la de Díaz Ayuso, pero muy inclinada a la derecha en su caso. El gráfico se refiere a la preferencia como presidente del Gobierno entre dirigentes de centro derecha. Los demás datos van en la misma dirección. Abascal también desciende en este indicador.

Hemos comparado al presidente del PP con el oficial Groco de Buzzati y con el oficinista Bartleby de Melville, para subrayar su pasividad, tal vez pereza. Ha convocado un Congreso para julio, un paso en la buena dirección, pero depende de cómo se gestione y de sus resultados. No bastará una aclamación de las bases; de un congreso del partido que se preconiza como próximo gobierno se exige más. Elaborar un mensaje (análisis realista de la situación del país, visión de su futuro, un plan de reformas, discurso, posiciones políticas, actitudes, personal y correcta gestión de las campañas electorales) que acote el terreno de Vox y avance por el centro atrayendo antiguo voto del PSOE. Escenificar entusiasmo no será suficiente para resolver este desafío.

Tratemos de concretar. Cuando se habla de visión de futuro o “plan de reformas” quiere decir que se necesita un plan (una idea motriz) para invertir una inercia negativa: en 2007 la renta per cápita de España estaba en el 103% de la media de la UE, ahora está en el 86%. Casi veinte años de declive. Es una decadencia suave, sin dramas… aunque tras las dos “sacudidas” que enmarcan este artículo estén administraciones que funcionan mal y una política dirigida con niveles de competencia mejorables.

Decisivo para lo que vaya a ocurrir es la competición en el centro derecha. Los datos de la tabla anterior indican la fluidez de los apoyos en este espacio: casi 560.000 votantes del PP en 2023 lo harían ahora por Vox, mientras que 375.000 de Vox lo harían por el PP. En suma, casi un millón circulan entre ambos con desenvoltura. En esta nube, Vox obtiene ventaja de 180.000 votantes. El PP no consigue inyectar una corriente de voto útil en el electorado de Vox

La clave estriba en que no son dos electorados contiguos, sino superpuestos. El autoposicionamiento ideológico de los votantes de centro derecha, en la escala 1 a 10, de extrema izquierda a extrema derecha, lo muestra. Los votantes de Vox no están acantonados en la extrema derecha y los del PP en el centro derecha, están mezclados. Muchos no distinguen entre las propuestas de uno y otro, no ven mucha diferencia entre ellos, acaso un tema de talante y, en ese terreno, Vox gana por contundencia -real o supuesta-. Para el PP esto es un problema si quiere avanzar para ser mayoritario, y su congreso es una oportunidad en esta dirección. A Vox esta confusión le viene muy bien, sin duda; es el partido que menos esfuerzo gasta para conservar su espacio. Pero hay una diferencia que suele pasar inadvertida: en el PP el voto católico es mucho más importante que en Vox.   

Por una vez, el PP parece haber conseguido la iniciativa con su Congreso, pero debe administrarla y consolidar la ventaja que pueda obtener de ella y de lo que parece el comienzo de la parálisis del PSOE. Para empezar, en Valencia se está abriendo un debate sobre Mazón, propiciado por Camps y, lógicamente, por los cuadros y cargos públicos que ven en Mazón un peligro para su supervivencia (se hagan notar o no, ahí están). Entre los dirigentes se ha abierto otro sordo debate sobre las elecciones internas, que puede deslizarse a cómo elegir al sucesor de Feijóo. No puede ser que esto fuera lo previsto ni lo conveniente. Por otro lado, el PP debe dejar de ir al choque en todos los temas, lo que compacta los electorados adversarios, y abandonar su impaciencia: con este panorama, ningún presidente del Gobierno adelantará las elecciones, y menos para perderlas por la caída de sus “torpes y estultos” aliados, según los considera Sánchez. Tampoco ninguno de sus aliados de investidura va a propiciar que el PP vuelva a gobernar.

[1] Que el secretario general del PSOE de Extremadura dimita como presidente de la Diputación de Badajoz para ocupar un escaño en la Asamblea de Extremadura forzando la renuncia de un diputado autonómico y de otros cuatro candidatos que iban en la lista entes que él es una falta de respeto a las instituciones (y a sus compañeros de partido). Difícil imaginar qué creen de sí mismos los desplazados, tal vez que son “hombres y mujeres de partido”.

[2] Ver: Torres Albero, Cristobal (2023): IOP/CIS en la memoria de sus Directores y Presidentes, Madrid: CIS, Entrevista con J. F. Tezanos, pág. 340.

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