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Una encuesta revela que la mayoría de los españoles se sienten abandonados por su élite

Vox mantiene su crecimiento a costa de los enfrentamientos entre el PP y el PSOE en todos los ámbitos

Una encuesta revela que la mayoría de los españoles se sienten abandonados por su élite

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante su intervención en la sesión de control al Gobierno este miércoles en el Congreso. | Europa Press

En 1894 se publicó en Madrid el Manual del Baratero o arte de manejar la navaja. En la navidad de 1984-85, el presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, regaló a sus amigos y compromisos una preciosa edición facsímil en piel, de 150 ejemplares; tengo el 82. Acompañó una separata “a tan útil lectura” para los oficiantes de la política, con unos versos de Eric Fried: “Ocupado en combatir / a mi enemigo principal / me dio muerte / mi enemigo secundario”. Así se resume lo ocurrido desde que asaltaron el escenario Leire Díez, Santos Cerdán, los negocios de la familia de Sánchez y el largo etcétera que no hace falta repetir. Desde entonces, todo lo que sale a la opinión pública acaba en una pelea destemplada entre PP y PSOE. El arsenal se ha modernizado: ahora son redes sociales o tertulias, sobresaliendo la sesión continua de Vox en TVE a cargo de Intxaurrondo-Ruiz-Cintora. En septiembre se incorporan Gonzalo Miró y Pepa Bueno. La dirección de TVE tiene el encargo de convertir a Vox en protagonista. Es un bombardeo de saturación.

El resultado, como presagiaban Eric Fried y Joaquín Leguina, es que el enemigo secundario crece. Mitterrand hizo la tenaza al centro derecha con Le Pen: desde 2002, Francia elige entre la extrema derecha y otro. 

El CIS hace varios estudios al mes con las preguntas de intención de voto más simpatía; a uno lo llama “barómetro” y lo publica entre el 10 y el 15 de cada mes. En agosto no hizo ninguno. En julio hizo al menos dos. Uno con trabajo de campo del 1 al 7, y otro entre el 8 y el 16, publicado en su web a finales de julio pero desaparecido desde mitad de agosto (Estudio 3518-0). La frecuencia casi semanal permite seguir la carrera de caballos con detalle. El estudio de mediados de julio trajo novedades (según nuestras estimaciones de voto, no las del CIS):

  • Descenso del PP de un 2% en apenas dos semanas. Quizá es un sesgo de la muestra, o un indicio para el PP de que parte de sus apoyos pueden fugarse hacia Vox. El espacio entre ambos es fluido y fácil de traspasar. Casi un millón de sus votantes en 2023 mostraban intención de votar a Vox (un 12,3%), compensado en parte por un 9,6% de Vox que harían el camino inverso (300.000). Un saldo favorable al segundo de 700.000 votos. Problema al que el PP no encuentra solución, y el choque frontal no lo es. En este descenso no influyó el caso Montoro, que saltó justo un día después de acabar el trabajo de campo.
  • El PSOE detuvo su caída en la segunda/tercera semana de julio. Se salda con 1,2 millones de votos perdidos por la retahíla de temas desencadenados por Cerdán.
  • Vox mantiene su tónica de crecimiento, hasta situarse en el 18,3% sobre voto válido, en el horizonte de 60 escaños.
  • Se ha formado una bolsa de abstención con los votantes de izquierda en 2023. La doctrina del PSOE para estos casos es tensionar.

Todo conspira, digámoslo así, a favor de Vox. En los temas clave en la sociedad (inmigración) tiene un discurso claro, sin entrar en si es correcto o viable; la imagen de Europa (UE) como solución, en sentido orteguiano, se diluye por la presión de Trump (cumbre de la OTAN y 5% de inversión en defensa; marginación de la UE en los temas globales: Gaza o Ucrania; acuerdo de Tumberry, Escocia, para el desarme arancelario europeo y el rearme de Estados Unidos. En suma: “Trump desnuda a Europa“, El País, portada, 3 de agosto. Draghi lo sintetizó así: “Durante años la UE creyó que el peso económico de 450 millones de consumidores bastaba para traducirse en poder político. Este año será recordado como el de la evaporación de esa ilusión”. Rímini, 21 de agosto).

Se debilita la idea de Europa, el vacío deja paso a las identidades nacionales; ahí está Vox. Ante esto, la vanidosa idea de construir una imagen de Sánchez como némesis de Trump es fantasía, desemboca en su marginación entre los dirigentes europeos: El País lo sintetizó en editorial: “Pérdida de protagonismo exterior. España ve empequeñecido su papel en la UE y la OTAN, y es necesario recuperar terreno en Latinoamérica … el gobierno de Pedro Sánchez carece aliados ideológicos en la Unión para influir en la toma de decisiones” (28-08-2025). Hace meses, Laurence Debray lo clavó desde Francia: “España está muy ausente; España, que tanta ayuda económica ha recibido de Europa, no está cuando Europa la necesita” (El Mundo, 22-03-25).

Mientras la dinámica global atropella a Europa y a España, PP y PSOE se enzarzan en todos los temas. ¿Responde esto a estrategias? Es dudoso. Más bien, como en la fábula de la rana y el escorpión, se pican porque “está en su naturaleza”, por encima de cualquier cálculo. El PSOE lo ve operativo ya que refuerza su combate contra la ultraderecha y, entre el estrépito, avanza serpenteando su tema clave, la financiación “singular, federal y generalizable” (El País, portada, 14 de julio ¿Singular o generalizable?; el papel lo aguanta todo) de Cataluña, que rechaza la mitad de sus votantes.

Desde la posición del PP es menos comprensible. Moverse en los temas que erosionan la política o que domina Vox favorece a Vox. El caso de Jumilla, en agosto, mostró que el PP tiene que coordinarse: la alcaldesa debió comprender que aprobar sus presupuestos con el “añadido” impuesto por Vox desencadenaría un debate nacional. El coste no compensaba. Sus portavoces quedaron a la defensiva ante un tema inesperado en el que Vox llevaba la iniciativa. Los presidentes autonómicos de las comunidades afectadas por los incendios (400.000 Ha) no consiguieron canalizar la información sobre lo que ocurría; otra vez demostraron que no manejan la comunicación en situaciones de crisis. Que ocurra a dos meses de su Congreso indica que Tellado tiene mucho trabajo interno que hacer.

Las corrientes de fondo van en la misma dirección, retomando el informe Populismo 2025 de Ipsos del pasado mes de junio y los datos referidos a España:

  • El 78% piensa que la “principal división es entre los ciudadanos comunes y la élite política y económica”; a la vez, un 61% cree que se “necesita un líder fuerte para recuperar el país de los ricos y poderosos”. El espectro de la casta gravita y ahora opera en otra dirección.
  • El 58% cree que “los empleadores deberían priorizar la contratación de personas del país sobre los inmigrantes”, pero en este indicador España está muy por detrás de Francia o Suecia.
  • El 64% cree que la economía del país está manipulada para beneficiar a los ricos y poderosos, el 12% no lo comparte.
  • La disociación con los partidos es altísima. En este tema estamos entre los países con porcentajes más altos del mundo: el 72% cree que “a los partidos y políticos tradicionales no les importa la gente como yo”.
  • El 57% cree que España está en declive, un 18% que opina lo contrario. Esta idea ya es habitual en artículos de opinión con diferentes enfoques. El 11-M fue el punto de inflexión. Dos décadas de suave declinar, con sobresaltos episódicos, ahora es tangible.

Consecuencias de todo esto: tomando como base el citado estudio del CIS del 7 al 16 de julio, y corrigiendo sus datos de campo por nuestras estimaciones (ver gráfico anterior), se observa que hay movimientos de fondo en los apoyos a los partidos. Es inusual que los bloques generacionales, ideológicos y ocupacionales se alineen con tanta claridad (ver la tabla al final: se lee en horizontal, los números son el porcentaje de intención de votar a cada partido en cada segmento de población).

Alrededor del centro derecha se fragua una nueva mayoría, pero escindida por pulsiones distintas y competitivas. Sus bases sociales llevarán a caminos diferentes.

Al PP lo votarían algo más los hombres que las mujeres (23,6% y 20,9%, respectivamente); más equilibrado que hace unos meses. Recogería la cuarta parte de los apoyos (sobre censo) de los mayores de 35 años, pero desciende al 15/16% por debajo de esa edad. Es mayoritario entre las generaciones activas, sobre todo entre los ocupados más cualificados (directivos, técnicos y profesionales, obreros cualificados, militares y policías). Lo apoya casi la cuarta de los que tienen estudios por encima de secundarios.

Es el partido de quienes se consideran de clase alta o media alta y tiene más apoyos que el PSOE entre la clase media baja. Gran parte de sus votantes se cree perjudicada por el sistema fiscal, lógico ya que el discurso más claro del PP es el relativo a los impuestos. Clave en la ideología del votante popular es la fuerte presencia de católicos practicantes o no, son algo así como su fondo ideológico. Pero no se sabe a qué atiende hoy identificarse como católico, más allá de los cruzados morales que suelen arrastrar al PP a posiciones extremas y que lo hacen antipático a sectores que podrían estar cercanos.

Vox es un perfil distinto. Dos tercios de sus posibles votantes son hombres (14,3% de los hombres y 9,5% de las mujeres). Es el partido de los jóvenes. Apenas tiene apoyos por encima de los 54 años, lo que excluye que sea un electorado de nostálgicos, fundamentalmente sus votantes están por debajo de los 45. Lo votaría casi la cuarta parte de los comprendidos entre 18 y 25 años. Su formación y empleos están en niveles medios, lo que implica que tienen que hacer frente a un mercado de trabajo muy competitivo, como muestran sus profesiones principales: empleados de los servicios y vendedores, trabajadores de la agricultura y sector agroalimentario, oficiales y operarios industriales, parados. Trabajos con fuerte competencia de inmigrantes. Tiene amplios apoyos entre los estudiantes.

En suma, es el perfil de los partidos populistas basado en sectores sociales que han concluido que los partidos tradicionales no les protegen de la amenazante nueva economía y que ni siquiera entienden sus problemas, o se colocan frente a sus intereses. En mayor o menor medida, están furiosos. Es la base social de una pulsión iconoclasta, rupturista, en estado de fusión, que puede cristalizar en cualquier forma. Se Acabó La Fiesta, de Alvise, es lo mismo.

El PSOE se ha replegado a la izquierda. Casi lo han abandonado sus votantes de centro, el espacio “5” de autoubicación ideológica en el que ahora domina el PP. Su voto se ha simplificado: las mujeres lo siguen votando mayoritariamente (el 18,2% de ellas lo hace, pero mucho menos que antes de aflorar las conversaciones y actividades empresariales citadas). El 56% de sus votantes son mujeres. Su voto se concentra entre los mayores de 55 años, alcanzando el 30,9% entre los mayores de 75 (un segmento muy feminizado). Se ha convertido en un partido de jubilados o en el umbral de la jubilación, entre los que la preocupación por las pensiones es central (su revalorización y las condiciones de acceso a ellas). Es el partido dominante entre quienes no tienen estudios o sólo primarios. Sus bases más sólidas entre los ocupados están en el personal administrativo, empleados de los servicios y ocupados en el sector primario e industrias derivadas. También entre los parados. En lo que fue su base preferente, los obreros industriales cualificados y nuevas clases medias, ha sido superado por el PP y Vox.

En síntesis, el PSOE se sostiene sobre los mayores de 55 años, los beneficiarios del Estado del bienestar y los vínculos afectivos e ideológicos con la idea de socialismo o socialdemocracia (hace tiempo que el CIS no incluye la pregunta sobre la autoidentificación ideológica de los entrevistados, ni tampoco las de opiniones sobre la estructura territorial del Estado, que son reveladoras en esta clave).

Su base social actual muestra los efectos deletéreos (disolventes, venenosos) de fragmentar su discurso hacia minorías y dejarse llevar por los nacionalistas, apartando la redistribución de la riqueza en clave de clase social. Su concepto de igualdad mutó de socioeconómica (clases) a género (hombres y mujeres); el giro dejó huérfana a su base social preferente. José Luis Pardo (El Mundo, 24 de julio) hizo un excelente análisis de la demolición del feminismo y la deriva a la derecha de los jóvenes por los experimentos del “socialismo del siglo XXI”. El PSOE sigue la estela de otros partidos de izquierda y los demócratas norteamericanos.

Sumar y Podemos son similares, separados por su radicalismo verbal. Ideológicamente se declaran ecologistas, feministas y comunistas. Generacionalmente suman de 25 a 45 años y el electorado comunista y de IU (de 55 y más, que se mantienen leales a Sumar, vía IU-PCE), con fuerte presencia entre votantes con estudios superiores, que no se traduce en puestos directivos o gerenciales, sino técnicos o administrativos (Sumar). Lo que sugiere que entre ellos opera un poso de frustración. Es reveladora la escisión en su autoidentificación de clase: mientras en Sumar hay una inclinación a considerarse clase alta o media alta, en Podemos la hay a la ideologizada “clase obrera”. Los dos se basan en agnósticos, ateos o creyentes en otras religiones. 

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