Los votantes del PP quieren que haga oposición como si gobernara
Los ‘populares’ siguen arriba en los sondeos, pero baja algo la lealtad de voto entre los suyos y persiste la fuga hacia Vox

Alberto Núñez Feijoó. | Europa Press
En agosto la gente se va de vacaciones y procura dejar en suspenso las preocupaciones. En las encuestas suele haber continuidad entre julio y septiembre. Pero 2025 ha sido distinto. Los incendios alteraron este paréntesis. Como la riada en Valencia o el apagón del 28 de abril, tensaron las costuras de las Administraciones y las capacidades de los políticos a cargo.
Después de cincuenta años de inacabables debates sobre el Estado autonómico, los españoles son los ciudadanos que más saben de derecho administrativo del mundo. Pese a la confusión, solapamiento de competencias y debates para desorientar, la opinión pública capta quién tiene la responsabilidad. El gráfico refleja nuestra estimación de voto a partir de los estudios en que el CIS pregunta por intención de voto. Su regularidad ofrece una película que permite reconstruir lo sucedido. Dejamos al margen las estimaciones del propio CIS, a las que nos referimos al final. Quiero subrayar que aquí se trata de analizar, no de mostrar simpatías.

En la riada los ciudadanos repartieron la responsabilidad, y fragmentos de votantes del PP y del PSOE decidieron dejar de votarlos. En el apagón señalaron al PSOE, y su intención de voto descendió mientras creció la del PP. En esa posición debilitada, estalló el caso Cerdán & Ass. que hundió al PSOE, sobre todo entre las mujeres, y noqueó al Gabinete del presidente del Gobierno, que ha sustituido en la práctica al partido.
Los incendios forestales han pasado factura al PP. No se puede evadir la realidad de que los tres gobiernos autonómicos afectados son suyos, que la gestión los desbordó, que como fuentes de información sobre lo que estaba ocurriendo fueron manifiestamente mejorables y que el intercambio de golpes entre administraciones no transmitió eficacia. Las estimaciones de voto de los demás partidos se mantuvieron bajo “el efecto agosto”, sus bases sociales siguen estables:
El gráfico muestra varias cosas más:
- Las estimaciones de voto del PP y del PSOE están por debajo de sus resultados en 2023. Se ha creado una gran bolsa de abstención que puede bascular en cualquier dirección en los próximos meses, dependiendo de la política.
- Vox recogería un millón de votos más que en 2023. Creció entre mayo y julio a costa del PP y entre los menores de 25 o 30 años.
El PP alcanzó su techo en la primera semana de julio, para descender después. Más de un millón de votos se ha evaporado en mes y medio ¿Qué ha ocurrido?
Tras el apagón y que asaltaran el escenario los personajes relacionados con Cerdán y algunos negocios familiares, el PP apareció como un Gobierno a la espera. La opinión pública captó que la etapa de Gobierno del PSOE concluía, y sólo se prolonga por los resortes de estabilización gubernamental previstos en la Constitución, que Sánchez utilizará. Lo captaron los partidos que apoyaron la investidura que le hicieron perder votaciones en el Congreso; lo captó Sumar a su aire en el Gobierno, lo captó Sánchez, que en la entrevista en TVE el 1 de septiembre sólo ofreció seguir, aunque sea perdiendo votaciones en el Congreso y sin presupuestos. Como Dante Alligheri en las puertas del infierno, vino a decir “abandonad toda esperanza”. En realidad, sólo si el coro de encuestas situase al PSOE por debajo de 100 escaños la dirección del partido surgida en el Comité Federal del 5 de julio trataría de desestabilizar a Sánchez antes de cargar con un desastre. A comienzos de julio estuvo a punto de suceder.
Con su impaciencia característica, el PP creyó que podía demoler al Gobierno. Su congreso, hace apenas dos meses, eligió una primera línea que recuerda las primeras líneas de la melé de los equipos de rugby surafricanos. Basta ver el gráfico anterior para valorar los efectos de esta impaciencia.
¿Por qué no podía funcionar esta estrategia? Porque sólo Sánchez tiene la llave para convocar elecciones, y no las adelantará para perder. Porque los partidos que votaron la investidura de Sánchez están aún más distantes del PP que de lo que queda del PSOE, y eso no va a cambiar por mucho que la dirección del PP elucubre con Junts porque es de derechas y encima lo diga, lo que provoca urticaria en sus votantes: ningún partido está más distante hoy de los votantes del PP que Junts y los demás independentistas. Porque el PP tiene que gestionar sus gobiernos autonómicos, y en la gestión hay que esperar lo inesperado: dos veces en menos de un año cuatro de sus gobiernos autonómicos han sido asaltados por lo inesperado, y no han salido bien parados.
Pero lo decisivo es que el PP no parece haber asumido su situación de Gobierno a la espera. Cuando un partido queda como Gobierno a la espera atrae las miradas de sus votantes habituales o potenciales y de la parte fronteriza de los votantes del otro partido para ver si lo dejan gobernar (se abstienen o hasta lo votan). Debe comportarse como si gobernara y ofrecer salidas que estos sectores entiendan que serían válidas en el gobierno. Demostrar que sabe gobernar antes de gobernar. Por ejemplo, el barómetro del CIS de septiembre muestra que el 65,7% de los votantes del PP cree necesario “un gran Pacto de Estado, entre todas las fuerzas políticas, para hacer frente a las emergencias del cambio climático”. Aunque al meter “cambio climático” quien redactó el cuestionario parece haberlo “contaminado”, lo cierto es que el PP rechazó un acuerdo que dos tercios de sus votantes creen necesario. ¿Es eso lo que se espera de un Gobierno a la espera? Dudoso.
Menos de dos meses después de su congreso, hay cabos sueltos. El PP ha entrado en estas semanas en temas que no le favorecen. Ha especulado con el apoyo de Junts, provocando reacciones negativas en parte de sus votantes. Se ha centrado en la inmigración, pero en un tema que domina Vox (con tremendismo), ¿es lo más conveniente entrar en ese jardín? Los cuatro gobiernos afectados por emergencias han mostrado déficits de coordinación que apuntan a los gabinetes de sus presidentes y a su gestión de la comunicación. Visto en la distancia, se diría que estos temas serían prioritarios para el nuevo secretario general.
En Valencia, el general Gan Pampols se va. ¿Es razonable que siga Mazón? ¿Resistirá a lo que va desvelando la instrucción judicial? ¿Es sensata la implicación de la dirección nacional en su apoyo? Nada es fácil en esta vida, ni siquiera el camino a la santidad que se supone empedrado de bondades, pero quien tiene experiencia en ese camino sabe lo duro que es: “Lo que hay que hacer se hace, sin vacilar, sin miramientos”, “huyamos de la rutina como del mismo demonio” (Escrivá de Balaguer, Camino, 11 y 551).
Volviendo a la opinión pública, el PP sabe que una emergencia puede ocurrir en cualquier momento y que las Administraciones deben funcionar, aunque no esté el presidente (para eso están). Si no funcionan, hay un problema. ¿Es razonable que tras estos episodios en cuatro comunidades nadie haya cesado (sólo la exconsejera Pradas)? Queda al margen el tema Montoro, pero viendo la evolución del PP a finales de julio no se puede descartar que haya influido. Los cabos están desatados y golpean al PP en el peor momento, como siempre pasa. Hay multitud de asuntos en los que el PP podría desenvolverse con comodidad acosando al Gobierno y mostrando capacidad de alternativa, aunque la sesión continua Intxurrondo-Ruiz-Cintora-Miró seguirá trayendo a Vox al centro del escenario. Y parece que se busca otro crack para los fines de semana. El encargo es no dar descanso. Pero el PP debería rodear esa trampa, no tratar de demolerla.
La tabla siguiente muestra las transferencias de voto en septiembre de la que se deduce lo que la opinión pública metaboliza:

Centrándonos en el PP. Su lealtad de voto ha caído al 71,8% de sus votantes en 2023. La fuga hacia Vox crece hasta el 13,2% de estos votantes, más de un millón. La transferencia desde Vox al PP se ha reducido a 120.000 votos. Un interrogante flota: ¿conocía la dirección del PP este dato y está tratando de taponar estas fugas ocupando el espacio de Vox, o las está provocando por su impaciencia? Sea lo que fuere, el resultado está ahí. El choque con Vox e invadir sus temas no funciona. Es habitual en el PP ir al choque, pero eso compacta a -los electorados de- los adversarios. Las aproximaciones indirectas son más eficaces. Además, el 12,6% de sus votantes en 2023 está ahora en posiciones abstencionistas. Y sólo un 3,1% de los votantes del PSOE en 2023 tienen intención de votar al PP, es decir, apenas 200.000. Hace dos meses duplicaban esta cifra.
Pese a lo anterior, el PP sigue siendo el partido plausiblemente más votado, aunque la conversión de este panorama en escaños lo dejaría con muy poco margen de maniobra en relación con Vox. Su apoyo será imprescindible: no podría contar con una abstención obligada de Vox, ya que los demás partidos sumarían más escaños que el PP.
La conclusión, que puede ser rebatida, es que el PP debe comportarse más como Gobierno. Es lo que espera de él la parte de la opinión pública que estaba dispuesta a votarlo a comienzos de julio. Es lo que toca por ser Gobierno a la espera. Se sabe que el que espera desespera, por la desazón de aguardar un objetivo incierto.

El profesor Lázaro Carreter, en su El dardo de la palabra (1998), señaló que «los hablantes mudan el valor o la vigencia de las palabras y de las expresiones». No consideró que algunos destruyen su significado. Prevalece lo borroso, estilo Humpty Dumpty: «Cuando yo empleo una palabra… significa lo que quiero que signifique. Ni más ni menos» (Lewis Carroll, Alicia a través del espejo). Palabras, imágenes y datos tienen un valor instantáneo:
- Yolanda Díaz acusó a Junts de defender los intereses de la patronal española (naturalmente) más reaccionaria. Pero, quien se entrevistó con Puigdemont fue Sánchez Llibre, presidente de Foment. Esta referencia no induce a Díaz a considerar que la mayoría progresista alberga componentes asociados con los reaccionarios ni a plantearse qué hace con tales compañías.
- El mismo día, frente al Congreso, los dirigentes sindicales apoyaron la reducción de la jornada laboral. Lo hicieron ataviados de palestinos. La infortunada y cruel situación de los palestinos impide hacer chanza. La imagen era incongruente.
- El CIS, a partir del estudio que comentamos, estima que el PSOE tiene una ventaja de un 9% sobre el PP. Sánchez debería convocar inmediatamente. Si no lo hace es que los datos no significan lo que se supone que significan.
Es difícil entenderse si de las palabras no se extraen acciones y tienen significados elásticos y cambiantes.
Punto final relacionado con el pasado domingo, 14 de septiembre. El final de la Vuelta a España en Madrid recuerda las imágenes de la plaza de Urquinaona en Barcelona hace ocho años. Reflejo de la catalanización de la política española, convertida en juego de máscaras. Las palabras de doble filo tienen consecuencias, y no se adivina ninguna positiva en Gaza.
Es doblez e irresponsabilidad autorizar el final de la Vuelta, a la que suele asistir mucha gente (aficionados, familias y niños) en la creencia de que las policías garantizarán la seguridad, y a la vez invitar a que se sabotee sabiendo lo que se preparaba (como indudablemente tenían que saber la Policía Nacional y la Delegación del Gobierno).
Palestina ha entrado en la política nacional. La estrategia, ya comentada, de convertir a Sánchez en la némesis de Trump e Israel, abre un nuevo capítulo.