Un informe dactilar en 'los papeles del sirio' puede cambiar la suerte de Zaplana en Erial
Los peritos de la Guardia Civil no hallaron restos biológicos en el análisis de ADN que solicitó la defensa del exministro
Los papeles del sirio se han convertido en la piedra Rosetta del caso Erial. La prueba que incriminó a Eduardo Zaplana podría terminar cambiando su suerte. El expresidente de la Generalitat Valenciana solicitó una pericial que incluía un análisis de ADN y otro de huellas dactilares. La Guardia Civil no encontró ningún resto en el primero, pero falta por conocer el resultado del examen lofoscópico, que la defensa considera clave para determinar responsabilidades. La Fiscalía solicita 19 años de prisión para el exministro, al que considera el máximo responsable de una supuesta trama de comisiones ilícitas y blanqueo de capitales.
El juicio del caso Erial comenzó el pasado 21 de marzo, tras dos intentos fallidos. La vista se celebra casi seis años después de la detención de Zaplana, que permaneció ingresado nueve meses en el Hospital La Fe por una enfermedad oncológica. El expresidente valenciano está acusado por el presunto amaño y cobro de más de 10 millones de euros en comisiones ilegales por las concesiones de ITV y parques eólicos en la región, algo que él ha negado en las dos intervenciones que ha realizado en la Sala, la última miércoles.
El juez le volvió a dar la palabra para que respondiese a otro procesado, su exjefe de gabinete, que ha reconocido que la adjudicación fue amañada a petición del exconsejero Juan Cotino, ya fallecido. Su sobrino, Vicente Cotino, ha secundado esa tesis al confesar que pagó una comisión millonaria a Zaplana por la adjudicación «predeterminada» de las ITV, privatizadas en 1997 por el Gobierno valenciano, del PP. El empresario ha alcanzado un pacto con la Fiscalía para reconocer los hechos y rebajar la condena.
Testaferro de Zaplana
Joaquín Barceló, un amigo de la infancia del exministro, también le ha señalado. «Me pidió favores, me pareció normal y se los hice. Si eso es ser testaferro, sí, he sido testaferro de Eduardo Zaplana». El que fuera director general del área de Turismo ha llegado más lejos con su declaración. Ha reconocido su papel como hombre de paja y haber firmado «todo lo que me decía Francisco Grau», el ingeniero financiero de la trama del caso Erial.
Esta mascletá de confesiones acorrala a Zaplana, que sigue defendiendo su inocencia. En esa empresa, los llamados papeles del sirio pueden convertirse en fundamentales. Y eso que la defensa intentó anularlos como prueba inicialmente. El expresidente valenciano alegaba que los documentos, cinco hojas escritas a máquina y con tachaduras, convertía a la causa en un proceso viciado, ya que se encuentran de manera «fortuita» en un piso que ocuparon otras tres personas después de que él lo abandonara.
De hecho, Zaplana ha propuesto que declaren en el juicio en calidad de testigos los notarios Jorge Mauro Iranzo y Pablo Gómez Claveira, que le sucedieron en la vivienda. El exdirigente popular está ahora pendiente de que lleguen los resultados del análisis lofoscópico que solicitó. Espera que el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, encargado de realizarlo, lo remita en las próximas semanas, aunque el juicio se alargará hasta julio.
El entorno del expresidente valenciano sostiene que el examen demostrará que sus huellas dactilares no están en los documentos y que, por tanto, nunca los tuvo en su poder. Lo mismo que ocurrió con el análisis restos biológicos. Los peritos remitieron a principios de año el informe de ADN a la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Valencia, que juzga el caso. Las conclusiones fueron determinantes: no existía rastro alguno del exministro en los papeles del sirio.
«Un montaje»
Zaplana afirma que uno de los documentos está firmado en noviembre de 2009, cuando él abandonó la casa tres años antes, en diciembre de 2006. El empresario sirio Al Naddaf Yaloud entregó los papeles al abogado Marcos Benavent, apodado el yonki del dinero. La Guardia Civil los encontró en su despacho en el marco de la operación Taula, que investigaba una supuesta trama de corrupción en varias administraciones públicas valencianas gobernadas por el PP.
El propio Benavent, que colaboró con la Fiscalía en otras causas en calidad de supuesto arrepentido, aseguró en una entrevista con El Mundo en abril de 2022 que todo fue «un montaje» y que los papeles «fueron intencionada y minuciosamente manipulados». Una tesis que apuntó un año antes el comisario jubilado José Manuel Villarejo durante su comparecencia ante la comisión de investigación del caso Kitchen.
Cuando le preguntaron a Villarejo por su participación o conocimiento de las presuntas operaciones dirigidas por el Ministerio del Interior contra políticos del PP durante gobiernos del PSOE, el comisario jubilado afirmó que existía «un interés» por «destruir» a Zaplana a través de un confidente sirio del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).
La juez que ha instruido el caso y la Fiscalía se opusieron a investigar la posible participación de los servicios de inteligencia y del confidente sirio en el hallazgo de los papeles que originaron el caso Erial. Yaloud, un empresario sirio afincado en España desde hace tres décadas y con una influencia notable en la comunidad islámica, afirmó a la Guardia Civil en marzo de 2017 que entregó los documentos a Benavent porque le conocía y por si podía tener conocimiento de su contenido por la posición que ostentaba.
Contenido de los papeles
«En todo momento se refiere a dichos documentos como basura, papeles antiguos y sin importancia, si bien posteriormente menciona que cuando se los mostró a Benavent, se le pusieron los ojos como platos, insinuando que su contenido podría llegar a ser importante», destaca el informe de la Guardia Civil al que ha tenido acceso THE OBJECTIVE. Una versión que corroboró 14 meses después ante la juez.
Yaloud afirmó a la magistrada que vivió en la vivienda en régimen de alquiler entre 2008 y 2015, donde encontró los papeles. Relató que, cuando entró, «limpió y pintó la casa» aunque no revisaron el vestidor porque «estaban todos los armarios vacíos y en buen estado». El vestidor tenía incorporado un baño y contaba con una caja fuerte, en cuyo lateral encontró «un sobre blanco muy fino». Dentro había unas hojas fechadas en mayo de 2011 y tachadas.