No nos metamos en eso
A menudo Rajoy resulta simpático. Sus deslices, sus momentos de sinceridad espontánea, sus frases míticas e ininteligibles, sus balbuceos, son graciosos, carne de meme. Rajoy, si no fuera tan vago, podría ser un buen líder populista, aunque le falta garra. Podría defender un lenguaje auténtico, llano, para el pueblo.