«El procedimiento amatorio de Alfonso Sánchez era un tanto picaresco: sobornaba a un camarero para que, en la asignación de mesas, lo sentara junto a Anouk Aimée»
Ya se ha convertido en tradición para un selecto y privilegiado público barcelonés asistir al monólogo fin de verano de la actriz Patricia Jacas. En el marco vegetativo del fantástico y lúbrico jardín de los Abreu, resuenan las voces y susurros de la cotidianidad de mujeres extraordinarias y en el límite de sus anchuras emocionales
Las polémicas se suceden a tal ritmo que caen líderes, ídolos y referentes morales que todavía no sabía que existían. Así la actriz Asia Argento que, por si ustedes tampoco la conocen, parece ser una de las voces cantantes del #MeToo, que había denunciado públicamente que Harvey Weinstein abusó sexualmente de ella.
Este domingo trascendía la noticia de que Rosa María Sardà ha devuelto la Cruz de Sant Jordi, la máxima condecoración que otorga la Generalitat. Como los verdaderos artistas, la catalana le debe poco o nada al poder público, y menos a un poder público que ha abandonado la neutralidad y excluye a los que no comulgan con su plan. Por eso, como remarcó durante la devolución, tampoco quiere que este poder le “dedique una esquela en los periódicos” tras su fallecimiento. No le deben nada.