La técnica consiste en someter todo ese fango de materia orgánica, los desechos humanos, a unas condiciones de presión y temperatura muy elevadas. Primero se presuriza el material a 1.200 kg por 2,5 cm2, y más tarde pasa por un sistema de reactores que funcionan a 350ºC. En pocos minutos se crea un material de propiedades parecidas al petróleo que se extrae del subsuelo terrestre, pero con una pequeña cantidad de agua añadida. Por tanto, el último paso para conseguir el crudo sería utilizar las técnicas de refinado tradicionales. «En el lodo de las aguas residuales hay una alta cantidad de carbono», explica Corinne Drennan, responsable de la investigación en el PNNL. «Y también hay grasas, lo que facilita la conversión de otros materiales que hay en las cloacas como el papel higiénico», añade.