«Estamos entre el 23 y el 26 de octubre de 1977. En Los años que todo lo cambiaron Alberto Oliart rememora el episodio (por supuesto nacional)»
El caso Khashoggi, con toda su truculencia, nos hace reflexionar sobre la vexata quaestio del papel de la moral en las relaciones internacionales.
En Arabia han detenido a un niño gordito. Se plantó en un paso de peatones, que casi se derretía al sol del desierto, miró a los coches con un valor irónico envidiable, y se puso a bailar “La Macarena” al ritmo que le marcaban los cascos.
No llevar barba si eres hombre, no cubrirse la cabeza si eres mujer, opinar en Facebook o Twitter, usar teléfono móvil, tener imágenes religiosas, son algunos delitos por los que en países árabes cualquiera puede ser decapitado.
Y es que las facciones bigotescas de este rostro enjuto con leve papada, que encarna el despotismo y la misoginia bajo sus gafas de sol levemente ahumadas, con una cuenta corriente extraordinaria de 32.000 millones de dólares, hacen preguntarse a uno la bondad de su origen
Nuestros hijos de putas nacen y proliferan a una velocidad vertiginosa en distintas partes del mundo.
¿Existe pluralismo real? Vivimos en un mundo de información sesgada y focalizada. La información es un arma muy temible y su control merma su poder, mostrando así una realidad a medias o superficial, cuando no se oculta la verdad por atender a intereses políticos, religiosos, militares o corporativos.
La derecha, cínica; la izquierda, aún más cínica, porque su anticlericalismo feroz y su feminismo combatiente se diluyen en cuanto se toca al islam. El relativismo se lleva en las filas progresistas: hay que comprender que los derechos humanos no tienen que ser lo mismo en todas partes.
Siempre acudo a Wallerstein cuando me siento desorientado. Es lo que me pasa con la situación en Siria; soy incapaz de comprender con claridad los intereses de los diferentes actores internos y externos.