«La Argentina, frente a lo que siempre han querido creer los argentinos, no es un país rico»
«En Argentina, Sebreli lleva décadas enfrentándose a los mitos nacionalistas del país. Ha criticado duramente a Perón, a Evita, a Maradona»
Siempre me pregunté hasta qué punto la locución de Víctor Hugo Morales, casi un microrrelato, fue decisiva para asentar la leyenda.
El nombre de María Rosa Lida no dirá mucho a mucha gente en estos tiempos. Su nombre, y no digamos su obra, son pasto del olvido y el desconocimiento, tal vez a causa de la intrascendencia profunda en que hace años cayó todo lo relacionado con las letras hispánicas clásicas y con su estudio. La injusticia de ese olvido, de ese desconocimiento, es patente, y más en estos tiempos proclives a la tan justa como no siempre bien fundada reivindicación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida: estamos hablando de una de las más grandes estudiosas de las letras medievales y clásicas españolas, de la autora de obras tan imprescindibles como perdurables, de una mujer que, curiosamente, jamás puso pie en España, o en Europa, de una mujer que murió muy joven. Sirvan estas líneas como homenaje y vindicación de una figura fundamental de la cultura hispánica del siglo XX.
La cita del gran economista condensa el pensamiento liberal progresista, tristemente eclipsado hoy por el alza de los populismos, y puede servirnos de guía para valorar la evolución de la economía mundial al cumplirse diez años del estallido de la crisis financiera y analizar cuáles son las incertidumbres que se ciernen sobre la misma y más en concreto sobre la economía española. Pero vayamos de lo general a lo concreto.
La frase «¡queremos flan!» se ha convertido en un movimiento viral en las redes y recientemente en las calles de Buenos Aires, donde miles de manifestantes claman porque el Senado retire el aforamiento a la anterior presidenta para que sea juzgada por los múltiples casos de corrupción en los que está siendo investigada.
El viernes estaba en redacción y pensaba que la vida es una mierda: qué se puede esperar de un mundo en el que los sobres contra el resfriado saben a coca-cola (eso tan de capitalismo triste, de hedonismo amargo), joder que me estoy muriendo, cread medicinas que no parezcan cubatas, y qué frío, que diluvie ya o pase algo, y encima se muere Federico Luppi, qué tarde he nacido para tantas cosas que hubiese amado, como charlar con él en un bar de Madrid sobre que el futuro es un cachondeo, no más que una trampa del sistema para que agachemos la cabeza y nos convirtamos en esclavos.
Te queman la casa. Te tiran el auto al mar. Te roban todo lo que tienes. Esconden los documentos. Te niegan la información del catastro, de tu situación laboral y fiscal. Y te hacen responsable de decir exactamente cuánto valía lo que te robaron, lo que te destruyeron, lo que te escondieron. Y si das un número aproximado, te acusan de no decir con exactitud cuánto fue. “Está diciendo más; es que quiere ganar plata con esto. Calcula en su beneficio”.
El daño que han hecho a la Argentina estos dos personajes es indescriptible pero ha sido descripto, que dirían por allá. En libros esenciales como Lo que el modelo se llevó, Las huellas del rencor, El negocio de los derechos humanos, Esto que pasa, La Cámpora o Libro de emergencia, en los programas extraordinarios del soberbio Jorge Lanata y por supuesto en las columnas de La Nación y las tapas de un Clarín mortificado por Kretina y sus K-¡chorros!