Fidel Sendagorta, acaba de publicar «Estrategias de poder: China, Estados Unidos y Europa en la era de la gran rivalidad », el mejor análisis para entender lo que representa el despertar del gigante asiático
«Son los asiáticos quienes han caído bajo el embrujo de Occidente y, más concretamente, los nipones que vienen por cientos a cocinar a Francia»
Uno de los logros más aplaudidos de nuestro tiempo confuso y pesimista es el de los millones de personas que han salido de la pobreza, o el de los que han abandonado su manifestación más extrema. Según el Banco Mundial, hoy hay 1.000 millones de pobres menos que en 1990. Pero estos datos suelen venir acompañados de una interpretación que conviene matizar.
Uno de los lugares comunes del análisis internacional dice que el poder se ha desplazado a Asia y que Trump o el Brexit no dejan de ser pataletas ante ese hecho inevitable. Los flujos económicos van hacia esa región, las actividades se deslocalizan en China o Bangladesh, sus economías crecen y emergen grandes clases medias con un poder de consumo que hace las delicias de las grandes compañías internacionales. A este diagnóstico suele seguir el que dice que, en este contexto, Europa estaría llamada a convertirse en un museo para turistas ricos, en una Venecia gigante que sirve de testimonio kitsch del pasado ante su irrelevancia en el presente y el futuro.
La foto de ese niño filipino escarbando en las cenizas y la basura tratando de encontrar algo que llevarse a la boca vuelve a traer a mi memoria la imagen del negrito y el buitre.
Miren a estas mujeres. Todas ellas van provocando. Con esas vestimentas atrevidas qué otra cosa se le podría pasar por la cabeza a cualquier macho machote que pensar en violarlas. No se escandalicen. Hay hombres que piensan así. Y también mujeres.
Los chinos se han adaptado a nuestra lencería y a nuestro nuevo taoísmo del dinero. ¡Qué cerca tenemos a los Chinos! Del país de la tinta china, de las naranjas de la china y de las sedas, de tés de sagrados remedios y culinaria lenta de ánades.
Hay una enfermedad que infecta a 390 millones de personas en todo el mundo, y ya es la que más está creciendo en la última década