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catalanes

  • Martirio y absolución

    El presidente autonómico Carles Puigdemont interrumpió una sesión del Parlamento de Cataluña para proclamar que “la democracia española está enferma”. El diagnóstico es certero. Lo que resulta extraño es que sea él quien lo profiera. Es como si, estando en cama con fiebre, un paciente recibe la visita de sus virus para que le anuncien apesadumbrados: “Parece que tiene usted una gripe”.

  • Épica para ridículos

    Cuántas ocasiones nos viene dando en los últimos tiempos el nacionalismo catalán para que recordemos el aforismo de Nietzsche: “En las fiestas patrióticas también los espectadores forman parte de los comediantes”. Es desolador cómo el ridículo nacionalismo ha prendido entre una población que en otros ámbitos de su vida acierta a comportarse de un modo menos risible.

  • Reconstruir la ciudadanía catalana

    Para los catalanes, septiembre ha supuesto durante los últimos años una especie de veranillo de San Miguel, esa copa en el último bar de la esquina antes de llegar a casa tras una larga noche. De algún modo, dejábamos agosto a nuestras espaldas y volvíamos al trabajo a sabiendas de que el inicio del curso político no arrancaría hasta un poco más entrado el mes, con una manifestación que haría honor a su nombre: ponía de manifiesto no sólo quienes acudían sino también quienes dejaban de hacerlo.