Pedro Sánchez es un alcohólico del poder, y los secesionistas catalanes tienen la llave del cuarto de la bebida. Solo la situación que condensa esta rudimentaria metáfora explica el esperpento que el gobierno socialista ha montado estos días en Barcelona.
Casi a la vez que Pedro Sánchez llegaba en helicóptero a la finca toledana de Quintos de Mora, como para un safari de queseros con sus ministros, Quim Torra se reunía con Puigdemont en Bélgica, tras su Línea Maginot.
La literatura es un trabajo solitario. Los que escribimos, pienso, somos, en gran medida, niños que frecuentan los márgenes del patio y tímidos incorregibles, personas que hemos desarrollado una extremidad de tinta para transponer la frontera que nos separa del mundo, para llegar así a los otros.