espera

Amar la espera

Amar la espera

Este año nos ha regalado muchos libros maravillosos. Varios de ellos han venido a lomos de Libros del Asteroide, esa editorial que es fuente de alegría y de pesar: alegría entre las manos y pesar en la billetera.

Cuando ya nadie espera

Cuando ya nadie espera

Nos desespera perder el tiempo. Y es que nos repiten machaconamente que este siempre es oro. Ni sabemos esperar, ni sabemos qué esperar. No hemos sido educados en la espera. Deseamos vivir la inmediatez. Todo lo queremos aquí y ahora, instantáneamente. Nos repetimos: siempre, todo, en cualquier momento y en cualquier lugar. Los retrasos nos angustian e incomodan. El ejercicio es sencillo. ¿Qué nos sucede cuando nos enfrentamos a una conexión de internet más lenta de la que usamos habitualmente? Para la mayoría, por muy banal que sea la búsqueda, se trata de una experiencia desquiciante e inquietante. Lo mismo sucede con nuestra participación en el debate público en las redes. Fallamos demasiadas veces, pero no aprendemos del error.

Google Japón cambia el street view por el dog view en Odate, la ciudad natal de Hachiko

Google Japón cambia el street view por el dog view en Odate, la ciudad natal de Hachiko

Si compartes tu vida con un perro, en algún momento te has preguntado cómo se ve el mundo desde su perspectiva. De ahí que triunfen en internet los vídeos grabados con cámaras deportivas en los que por unos minutos vemos lo que ve un animal cuando corre hacia el mar o cuando juega en el parque. Ahora, gracias a Google Japón podemos descubrir una ciudad entera a través de los ojos de un perro. Y no se trata de una ciudad cualquiera, sino de Odate, la ciudad natal de Hachiko, el perro que se convirtió en símbolo de lealtad después de esperar durante años que su humano fallecido volviera a la estación de tren en la que se encontraban cada día.

El noble arte de esperar

El noble arte de esperar

Tardé mucho en escribir –y en terminar– mi novela porque estaba esperando que algo mágico sucediera. Escribir es, a veces, esperar, mantener una puerta abierta que solo se cierra cuando llegas al final. Mientras la escribía, me llenaba el convencimiento de estar contando una historia cuando, en realidad, lo que hacía era esperar. Esto, claro, es algo que no se puede contar en las entrevistas: “Escribí mi primera novela para esperar”, porque en ese hipotético caso a una le llega el turno de escuchar la réplica: “¿Y qué esperabas?”.

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