
Despotismo lustrado
Antes teníamos a Franco que nos imponía lo que teníamos que querer y ahora parece que la Constitución es la que lo hace.
Antes teníamos a Franco que nos imponía lo que teníamos que querer y ahora parece que la Constitución es la que lo hace.
El martes me hice un maratón sin precedentes en mi vida por las televisiones y radios de Miami. El interés como podéis suponer- no se centraba en mi persona sino en otro español que curiosamente nació el mismo mes, el mismo año y en la misma ciudad que yo.
Hace poco me contaban la historia de un señor de 76 años, que podría ser la de miles de españoles. Hijo de exiliados, hasta cumplir los 27 no pudo volver a España por culpa de Franco. Casado con una inmigrante, tuvo tres hijos, de los que sólo una tiene un puesto de trabajo.
Uno es monárquico. La monarquía es esa institución que los filósofos denigraron hasta guillotinarla como paso previo para eliminar a Dios de la vida de los hombres. Esto lo hicieron los filósofos cuando se pusieron al servicio de los mercaderes y de los burgueses.
Y va el Rey y abdica. Hay quienes prefieren mirar hacia atrás para encontrar las razones: que si la caderitis le ha mermado, que si es consecuencia de un yernitis aguda combinada con una elefantitis mal curada, que si una corinitis no cortada a tiempo dejó secuelas.
“El Rey abdica” fue el gran titular en la mañana del lunes. La noticia saltó pronto a la prensa nacional y también internacional, en diarios como The Guardian o The New York Times. 34 palabras fueron suficientes para comunicar la decisión. Los achaques de salud de Don Juan Carlos, el debate sobre Cataluña, y, especialmente, el Caso Noós, habían minado la estabilidad de la Casa Real. Estabilidad es también lo que se ha exigido a los dos grandes partidos ahora. Mientras, partidarios de la república salen a las calles para pedir un referéndum y en diferentes ayuntamientos ondean ya banderas republicanas.