ferrán caballero

Una ciudad extraña

La noticia de los atentados me llega lejos de casa, visitando castillos del Loira. Ayer estuvimos en Poitiers y bromée por whatsapp con unos amigos sobre la necesidad de seguir defendiendo la cristiandad. La broma tenía sentido por cosas como las de hoy, pero hoy seguramente no haría la broma.

Lo mucho que valen y lo barato que nos salen

Lo mucho que valen y lo barato que nos salen

BComú se arrepiente del “salario ético” que se impuso. El entrecomillado es mío y el titular de La Vanguardia, pero el ridículo es todo del partido de Colau. Porque parece ser que han necesitado dos años de gobierno para descubrir lo poco que nos cuestan por lo mucho que valen y merecen, que es la forma menos modesta de aceptar que sus críticos tenían razón y que de la retórica revolucionaria no se come y que gobernar da mucho trabajo. 

¿Tu quoque, Donald?

¿Tu quoque, Donald?

A muchos les molestó la actualización que en Shakespeare in the park hicieron de Julio César, con Trump en el papel del tirano asesinado. Incluso los patrocinadores se sintieron obligados a retirar su esponsorización, publicitando así su buen gusto y moderación. Pero yo, que detesto las actualizaciones en general y las de Shakespeare en particular, debo admitir que esta, o al menos la polémica que la ha seguido, me ha parecido de gran interés.

¿Demasiado tolerantes?

¿Demasiado tolerantes?

Los atentados contra Charlie Hebdo convirtieron el Tratado sobre la tolerancia de Voltaire en un superventas en Francia. Quién sabe por qué. Quizás los parisinos necesitaban un recordatorio de las virtudes de la tolerancia, por la comprensible tentación de renunciar a ella. O quizás porque necesitaban un manual de tolerancia, por el incomprensible sentimiento de culpa de no haberla practicado lo suficiente. También, ahora, tras los últimos atentados en Londres, la Primera Ministra Theresa May ha creído necesario hablar de tolerancia. Aunque fuese, en su caso, para denunciar que ha habido demasiada tolerancia con los extremistas.

El deber moral de ser inteligente

El deber moral de ser inteligente

Estoy en Sevilla. Por la primavera recién estrenada está despuntando abril y de nuevo el mundo de la vida cumple con el rito de sorprenderse ante la trivialidad de la sucesión de las estaciones. Somos hombres y, por lo tanto, naturaleza insurgente que hace de un brote nuevo una inspiración metafísica y de la carne transeúnte un alboroto del alma. He venido a incordiar. A los intelectuales nos pagan para hacer de bufones de la conciencia insatisfecha. Así que hablaré del deber moral de ser inteligente en la facultad de derecho.

La justicia es ciega, la solidaridad no

La justicia es ciega, la solidaridad no

Quizás lo hayan visto ya. Si no lo han hecho, no lo hagan. Ya se lo explico yo. Es un vídeo que corre de hace unos días por twitter y que muestra como una mendicante y su hijo son vejados por un presunto refugiado sirio. Ella sostiene un cartel que reza Familia siria. SOS. Pero, como descubre en seguida este justiciero, eso es publicidad engañosa. La madre y su hijo son rumanos y están abusando de la simpatía que despiertan los refugiados para arañar algo de nuestra caridad. Lo entiende muy bien ella y lo entiende muy bien el justiciero que se cree con el derecho, incluso con la obligación!, de despojarla del único documento que los acredita como dignos de nuestra solidaridad; no es lo mismo un refugiado que un inmigrante. O, dicho de otro modo, tenemos inmigrantes de primera y de segunda.

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