«Seguramente una de las facetas más tóxicas del Procés sea esta. Que ni vive ni deja vivir de otra cosa. Que está dispuesto a quedarse tuerto para que los demás se queden ciegos y que prefiere la muerte a la inteligencia»
«Enrique ha sido un socialista leal hasta los huesos, genio y figura con mucho genio y figura que no apostató jamás de sus ideas, de sus raíces vascas y de su sangre judía»
Rebelarse contra los símbolos nacionales tiene poco mérito. Y más en esta España nuestra, reino de taifas y patrias queridas.
Cada vez que la justicia condena a los nacionalistas por corruptos es casi inevitable recordar aquellas palabras que, desde el balcón de la Generalitat y a propósito de la querella que interpuso Carlos Jiménez Villarejo, a la sazón fiscal general del Estado, contra ex dirigentes de Banca Catalana, Jordi Pujol arrojó hace más de treinta años a una masa enfebrecida de patrioterismo: “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna. A partir de ahora, cuando alguien hable de ética, de moral o de juego limpio, hablaremos nosotros, no ellos”.
Fue Jordi Pujol el primero que me habló de Bauman. Ya ven ustedes, ¡qué cosas! Después lo leí y comprendí que Bauman se ha hecho famoso por lo mismo por lo que se hacen famosos los intelectuales, no por la profundidad de su pensamiento, sino por su capacidad para ofrecernos fórmulas bonitas –injertos texticulares- que, al recoger exactamente lo que queremos oír, nos ahorran el esfuerzo de pensar.
La roca espacial no tiene nada de especial. Mide veinte metros y ha pasado rozando la Tierra. Apenas a 40.000 kilómetros, que en distancias astronómicas viene a ser lo que separa Cataluña y Andorra. O sea, nada.
La comparación entre Bundchen y Jordi Pujol Soley es solo cruel en cuanto a belleza. Si en la modelo es el culto al cuerpo su único pecado, el aroma a ilegal del billete morado, manchado de tretas ilegales, es el de una persona que durante más de 30 años ha vendido humo a sus ciudadanos.
Puedes ser nacionalista, separatista, españolista…qué más da. Pero lo de ser «Honorable» hay que ganárselo y aquí el único honorable que existió fue Josep, Josep Tarradellas. El otro que aprenda a reciclar. Dice que está en ello.