«La Historia, si pasa por debajo la ventana de casa, siempre es peligrosa»
Aquí pensamos que la crisis sólo existe de puertas para adentro. Lo de fuera sólo cuando me conviene. Somos una fortaleza que sólo se abre cuando necesitamos mantener el sistema de pensiones a flote.
Bergoglio, el Papa Francisco, me inspira confianza. Soy creyente. Llevo años muy distanciado de la jerarquía de la Iglesia, a quien percibo en otro mundo, mortal, humano, mundano, e inmensamente lejano de lo que mis padres.
Son las mismas aguas cristalinas en las que algunos afortunados se bañan en vacaciones. Las mismas aguas con las que todos soñamos para nuestro verano perfecto. Las aguas de un Mediterráneo que sólo se transparentan en unas pocas playas de ensueño.
Italia, desesperada tras el último naufragio que ocasionó la muerte de 17 personas (12 mujeres, 3 niños y 2 hombres) procedentes de Eritrea, Pakistán, Somalia y Siria, mientras otras 200 continúan desaparecidas, amenaza con abrir sus fronteras hacia otros países europeos a los inmigrantes ilegales.
La minúscula isla de Lampedusa, paradisíaco lugar de aguas turquesas con los yates aparcados en sus playas cálidas y transparentes, es el escenario continuo desde hace ya años del dantesco acontecimiento de la llegada de una legión de barcos con inmigrantes africanos.
Las fuerzas que cambian la Historia son las mismas que cambian el corazón del hombre.
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Sucede cada año. La historia se repite: es igual pero diferente, nueva pero vieja, conocida pero sorprendente