Corbyn defiende finalmente una segunda votación sobre el Brexit y ya sólo cabría esperar a la tercera o a la que sea la vencida. Se pretende así que el pueblo corrija al pueblo, en lo que sería un ejercicio histórico de virtud o de hipocresía según se mire.
A veces nuestro temor al populismo es tan profundo que se nos olvida que es, como cualquier emprendimiento político, un negocio difícil, incierto, que requiere esfuerzo, consistencia, liderazgo y disciplina; que intenta cumplir, como todo, su destino en una senda tan equidistante del triunfo como del fracaso. No es cosa fácil ganar decenas de millones […]
El periodista Fernando Valls comparte con nosotros su opinión acerca del momento que vive Cataluña y sus -nada optimistas- perspectivas de futuro. «Si José Ortega y Gasset volviese a nacer escribiría la segunda parte de su famoso ensayo: La España invertebrada».
Lo reaccionario del populismo subyace en su determinismo, en su capacidad de limitar, de antemano, la construcción de cualquier discurso. El mesiánico lo da todo hecho, como los cruceros concertados o las pizzas congeladas. Para los populistas siempre habrá un culpable, un enemigo, una mano negra a la hora de cubrir cualquier contexto: banca, inmigrantes, poderosos, los políticamente correctos, los que en todo ven el populismo. Así, en abstracto, en esa generalización del artículolos que articula, a su vez, el argumento que está por venir. Y es que el populista fija primero al adversario y luego da aire a la idea, en el sentido opuesto a las agujas del reloj de las ideologías. Por otra parte, nos encontramos, obvio, con que ese mundo tan sencillo, tan prefabricado, es una estupenda excusa para declinar motivos razonados, pensamientos, raciocinios, y así satisfacer nuestros instintos ideológicos más cercanos ¿Para qué complicarnos más? ¿Para qué pensar?