A la postre, Boyd fue el único inglés que acompañó a Torrijos en su frustrado intento por devolver la libertad a España.
De tarde en tarde me doy el caprichito de ir a Casa Aranda, fundada en 1932, el mejor sitio para comer churros en Málaga y en el mundo. Esa calle Herrería del Rey es además una de las pocas que quedan en la ciudad con su toque antiguo, con una estrechez y un abigarramiento que son una inmersión en otra época. En ciertas calles de Lisboa y Río de Janeiro me acordé de ella, y ahora en ella me acuerdo de Lisboa y Río de Janeiro. Si me abandono en una mesita, puedo percibir a mis paisanos como lisboetas o cariocas que hablasen en malagueño.
Si hay algo horrible en este mundo, si hay algo que derrota cualquier ilusión de sentido, es el sufrimiento de un niño. El tormento ante la contemplación de un cuerpo infantil que sufre es tan doloroso, tan insoportable la conciencia del absurdo que entraña, que hasta el más incrédulo de los corazones cede al dulce deseo de juntar las manos y rezar.
Visto desde la superficie, el populismo parece una cosa tonta, caricaturesca, mal pensada. Entre los tweets de Trump y las niñerías de los brexiteros es difícil no pensarlo. A los populistas los caracterizan las tramas sencillas, los problemas con soluciones drásticas pero simples, la habladera de pistoladas disfrazada de sentido común, las utopías que se parecen más al final de los melodramas que al paraíso terrenal. Los populistas, con contadas excepciones, suelen ser fenómenos televisivos.
Algo superior a su destino unió a dos escritoras, y a su vez compañeras, de otros dos reconocidos autores literarios, me refiero a Jane Auer (Nueva York, 1917-Málaga, 1973) y a Gamel Woolsey (Aiken, Carolina del Sur, 1895-Málaga-1968); la primera, esposa del famoso músico, viajero y novelista, también norteamericano, Paul Bowles; la segunda, del hispanista británico Gerald Brenan, autor de El laberinto español.
Ocurrió en Lagunillas, un barrio de Málaga, pero podría haber ocurrido en cualquier otra parte, porque no hay esquina o rincón que escape ya a la «neocensura».
Me temo que tengo un pie dentro y otro fuera de la actualidad. Y casi diría que eso es lo que hay que tener. Como columnista debo mantenerme informado, cosa que hago con gusto: me lo paso pipa en el estrépito, en la trituración eléctrica de la jornada. Pero cuando todo es actualidad me ahogo. Hacen falta fugas, accesos al tiempo grande. Y para eso –además de la contemplación, el sueño, el erotismo, los paseos, la embriaguez o la amistad catacumbística– están las artes: la literatura, la música, el cine, la pintura.
Olé, olé y olé. Poco más se puede decir de un andaluz con tanto arte como Antonio Banderas, nuestro actor más internacional.
Por favor, una Kardashian que nos haga hablar solo de ella y menos de todo. Por favor que aparezca el culo, o algo Y no es algo machista, es terapia de grupo. Que cada uno se pida lo que quiera, oiga.