«El cambio de régimen ya está aquí, con la España indolente de siempre a la que se le han apolillado la bandera de 2017 y las ganas de vivir».
Otegi ya es una víctima del sistema judicial español. Como lo fue el Lute. Una cosa igual o parecida; mientras uno robaba gallinas por los pueblos de España, el otro ya sabíamos lo que hacía. De sus pasados violentos no decimos nada, que ya vino el otro a recordarnos que Arnaldito es un hombre de paz.
La muerte de José María Setién, el obispo de ETA, me ha pillado leyendo el Eclesiastés, el libro de la Biblia que dice: «Vanidad de vanidades y todo es vanidad». Ahora también él descansa, sobre todo de sí mismo y de su miseria. Su gran suerte es que no existe su Dios y no deberá rendirle cuentas. La Nada le absuelve, como nos absolverá a todos. En la Tierra deja, eso sí, una memoria pestífera.
Twitter es un cambalache en el que están, estamos, todos; entre ellos, con mucha voz, los impresentables. El que más me irrita es Arnaldo Otegi.
Yo pienso ahora en la memoria histórica de lo reciente; ahora que van a venir a reescribir el relato de las Vascongadas y a perdonarnos la vida. Yo soy tan raro que ni perdono ni olvido a los carlistones ultramontanos que mataban por la espalda. Ni perdono ni olvido porque aún huele a quemado y a muerto en Hipercor. Huele a infierno en la casa cuartel, en el nombre del pabellón que le dieron a un concejal que mataron por julio.
Pablo Iglesias criticaba hace unos días en La Ser que se vinculase ser dirigente abertzale con ser de ETA. El entrevistador le había preguntado por la inhabilitación de Otegi.
Y Otegi, habrá que recordar, era de ETA. Y era dirigente abertzale. Y fue dirigente abertzale a las órdenes de ETA. No se trataba de dos cuestiones independientes, sino que llegaron a ser la misma cosa.
Otegi representa a los peores de la sociedad española. A los que justificaban y sostenían a ETA antes y a los que ahora pretenden blanquear a la banda terrorista. Y pretende representar también a todos los ciudadanos vascos. Esto podría ocurrir, y sería un desastre. Pero esto, ahora, no es la cuestión. La cuestión es que Otegi no puede ser candidato en las próximas elecciones autonómicas del País Vasco. Y no puede serlo porque fue condenado por intentar reconstruir el brazo político de ETA, no por ser dirigente de la izquierda abertzale.
No es un caso aislado. El último episodio en este historial de relaciones entre dirigentes de la izquierda abertzale y ETA ocurrió en enero de este mismo año, cuando 35 dirigentes de agrupaciones de la izquierda abertzale (Batasuna, el Partido Comunista de las Tierras Vascas y Acción Nacionalista Vasca)aceptaron la acusación de pertenencia a organización terrorista y fueron condenados a penas de entre año y medio y dos años de cárcel.